La escena ocurrió en la mansión Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, el viernes por la noche. Fue prolijamente disimulada por los medios de comunicación de la derecha. El presidente Javier Milei leía su discurso frente al auditorio que reunía políticos, empresarios, actores, que formaban parte de la cumbre conservadora que tenía a Donald Trump como figura central y anfitrión.
El mandatario argentino tenía puestos sus lentes redondos y estaba parado detrás de un atril que decía “América First”. Disertaba con entusiasmo sobre su extraña visión del mundo, en la que todavía existe el comunismo y EE UU impulsa el libre comercio global, dos cosas que dejaron de existir. No hay comunismo y Trump ganó las elecciones porque propuso una política económica proteccionista.
Una mujer con un vestido de brillantinas plateadas se paró a pocos pasos del presidente y le hizo una seña: movió el dedo índice formando un círculo para pedirle que redondee. Esa mujer trabajaba para la organización del evento. El anfitrión del cónclave era Trump, es decir, fue él quien mandó a cortar a Milei, que aceptó obediente la instrucción.
Toda la visita de Milei a Estados Unidos ha sido sobrevendida por el periodismo mileísta. Alejandro Fantino, en su canal de Youtube, contó la comunicación de diez minutos que tuvieron Trump y Milei el 12 de noviembre, seis días después de la elección que consagró al candidato republicano. Diez minutos que Fantino describía embelesado. Parecía que contaba el contacto con una civilización extraterrestre. Daba cringe. El gobierno, por supuesto, hizo lo mismo. Milei brindó una entrevista y sostuvo que le propondría un acuerdo de libre comercio a Trump, que hizo su campaña prometiendo todo lo contrario.
La fantasía que han creado los medios y el gobierno para sobrevender la relación del presidente argentino con su par norteamericano es para una película de Disney. La sociedad argentina suele darle poca importancia a las noticias que no son locales. Eso en parte permite que estas operaciones de propaganda tengan éxito.
Un recorrido por portales de noticias de otras latitudes ayuda a darle contexto a lo que ocurrió. Un botón de muestra: la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, seguramente le produce salpullido a Milei. Es mujer, feminista y “zurda”, en los términos del presidente. Acaba de concretar una reforma judicial que funcionará como faro para toda la región. México será el primer país del hemisferio que elegirá por voto popular a toda la cúpula del poder judicial. Sheinbaum ganó las elecciones con casi el 60% de los votos siendo candidata de uno de los gobiernos más exitosos de las últimas décadas en México, el de Andrés Manuel López Obrador.
La mandataria no se arrastró hacia Trump como una mascota que busca la caricia de su dueño luego de hacer una travesura. Actuó respetando la dignidad de su cargo y la del país que representa. ¿Será que los gringos respetan más a quienes se respetan a sí mismos? Algo de eso hay. A diferencia de Milei, a quien Trump hizo esperar una semana para darle diez minutos, Sheinbaum habló con el presidente electo de EE UU 24 horas después de la votación y la conversación se extendió por más de una hora.
México y Estados Unidos comparten una frontera de 3000 kilómetros; en el año 2023 su intercambio comercial fue de 745 mil millones de dólares, equivalente al PBI de Argentina y Chile sumados. En EE UU viven cerca de 25 millones de mexicanos. Lógicamente Sheinbaum es más importante para Trump que Milei. Es una cuestión básica de la política exterior: no hay amigos, enemigos, y tampoco ideología. Hay intereses.
Seguramente Trump ayudará para que Argentina logre un nuevo acuerdo con el FMI. Es probable que tenga alguna afinidad personal con Milei. Pero si se compara el tiempo que le dedicó a la zurda Shienbaum con el que le dedicó a Milei quedan claras las prioridades.
Argentina tiene un presidente que no entiende lo que ocurre en el mundo y tampoco cuáles son las relaciones estratégicas de su país. Como le aconsejó Cristina, debería aprender de Trump. «