«A 40 años ya hay un par de generaciones que no tuvieron contacto contemporáneo con la guerra y por ahí se quedan con clichés muy chiquititos que deforman la cadena de causalidades que tienen que ver con semejante dato histórico», señaló Gustavo Campana. Luego reflexionó sobre la necesidad y urgencia de “un proceso profundo de malvinización” y que sea “lo más abarcativo posible”. El notable periodista y escritor, actual vicedirector de Radio Nacional, encabezó la presentación de su flamante obra, «Malvinas 1982: la cuarta guerra contra el imperio británico», que publicó Colihue.
La reunión se realizó el sábado por la noche en el marco de la Feria del Libro. El periodista Fernando Borroni insistió en la trascendencia de profundizar el concepto de soberanía, en tanto que el abogado Pablo Vassel, ex subsecretario de Derechos Humanos de Corrientes, quien a su vez prologó de la obra, puntualizó que “Gustavo Campana logra con certeza Malvinizar” y que a “40 años de la guerra es imprescindible entenderla, conocerla, saber el nombre de los héroes y traidores, tanto por aquellos días como todos aquellos que tuvieron un rol en nuestra historia». Ex combatientes del CECIM (La Plata) también compartieron la mesa con el autor, en la Sala Carlos Gorostiza.
Además de profusa experiencia en radio, Campana cuenta con el antecedente de haber realizado magnificas piezas de investigación histórica como lo son sus libros “Prontuario: no hay neoliberalismo sin traición”, “Tribunas sin pueblo”, «Funes el memorioso, recuerdos del peronismo (1943-1956)”, “Culpables” y “Néstor Kirchner, no les tengo miedo”, todos editados por Colihue.
Los siguientes tres fragmentos constituyen un particular adelanto de «Malvinas 1982…”, una obra que resulta imprescindible.
Abril de 1982. El correntino Juan Carlos Gómez estaba en el Liceo Militar “General Roca” de Comodoro Rivadavia, como escala previa a las islas. Cumplía el servicio militar en la Brigada III de Curuzú Cuatiá, Corrientes.
El capitán Daniel Alejandro Delfor Polano, oficial interrogador en “El Campito” de Campo de Mayo, centro clandestino de detención y exterminio, convocó a la formación. El soldado llegó unos segundos más tarde que el resto, exponiendo un tic incontrolable, su risa nerviosa, un gesto que siempre exponía en situaciones límites.
El oficial lo entendió como una burla y ordenó que el soldado sea estaqueado pies y manos en el Campo de Deportes de la unidad, con los vientos de una carpa. Juan Carlos estuvo casi cinco horas en ese calabozo de campaña y fue “rescatado” por un sacerdote militar.
Polano llegó a las islas, en los últimos días de abril. Poco después, cuando la guerra se transformó en un peligro cercano, se autolesionó para ser evacuado primero a Puerto Argentino y luego al continente. El diagnóstico fue “pie de trinchera”.
En Malvinas, Juan Carlos fue destacado en Bahía San Carlos. Fue herido en combate por salvar la vida del sargento primero Hugo Alvarez, quien había cumplido en el continente, con la orden de estaquearlo. Herido, el suboficial salió del refugio. El soldado lo llevó hasta detrás de unas piedras para protegerlo del fuego enemigo, pero en esa acción una bala atravesó la espalda de Juan Carlos.
Polano y Gómez fueron procesados, pero la causa murió en 2015 cuando la Corte Suprema cerró la investigación sobre torturas en Malvinas a los ex combatientes, durante la guerra y por parte de sus superiores.
El capitán Polano se perdió en la historia, hasta que en diciembre de 1986 fue acusado de cometer atentados antisemitas en el Cementerio Judío de La Tablada, cuando formaba parte de aquella derecha golpista que buscaba minar el gobierno de Raúl Alfonsín. Luego fue indultado por el presidente Carlos Menem, por el alzamiento “carapintada” de Semana Santa en el ’87.
Regresó a los diarios en noviembre de 2008, pero como teniente coronel retirado que cobraba una pensión como ex combatiente (beneficiario 5175, según registros de la ANSES), cuando tenía que presentarse a declarar en los tribunales de Comodoro Rivadavia, por torturar a Gómez.
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Título principal del vespertino “El Heraldo” (publicación del “Buenos Aires Herald”), del viernes 4 de noviembre de 1988: “Reclutan a veteranos de Malvinas como mercenarios. Para luchar a favor de los contras según una denuncia ante senadores”. La nota firmada por Néstor Machiavelli, señalaba que “Oficiales, suboficiales y soldados veteranos de la Guerra de Malvinas, estarían siendo reclutados para combatir en las filas de los contras nicaragüenses. La denuncia fue formulada ante un grupo de senadores peronistas por miembros de la Agrupación Veteranos de Guerra 2 de Abril. Los excombatientes se presentaron en el Parlamento para reclamar por la falta de aplicación de la Ley 23.109, que estableció beneficios para ellos por su participación en las operaciones bélicas del Atlántico Sur. Los senadores Oraldo Britos, Liliana Gurdulich de Correa y Carlos Tenev, escucharon los argumentos de los jóvenes y no disimularon su sorpresa cuando uno de ellos, de apellido Dumas, enfatizó que los veteranos “están totalmente desamparados y pueden ser capitalizados por extremismos de los dos signos ideológicos”.
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Fernando Díaz, terminó sus estudios secundarios en 1980 y egresó como Técnico en Electrónica con orientación en Comunicaciones. Después, el ingreso a la Universidad Tecnológica para cursar Ingeniería Electrónica.
Desde comienzos del ’81 el Servicio Militar en el Regimiento 3 de Infantería de La Tablada, hasta que en diciembre le otorgaron el beneficio de lo que se conocía como “licencia hasta baja”. Un estado en el que el soldado seguía “bajo bandera”, el DNI continuaba en manos militares, pero el “colimba” esperaba la finalización de esa responsabilidad en su casa.
En enero del ’82, Fernando junto otros mejores promedios del último año, fue invitado a incorporarse a la Planta Transmisora Radio Nacional en la localidad de Pacheco. El 2 de abril, de viaje para tomar turno a primera hora de la mañana, se enteró lo que había sucedido en Malvinas. Preocupación por dos en el inicio de la jornada. Primero como operador de radio, que esté todo en orden para un día con multiplicación de cadenas nacionales (el transmisor principal en orden y el de reemplazo listo para salir a la cancha si era preciso) y en segundo lugar, la intranquilidad que generaba una posible reincorporación al Ejército.
La convocatoria para regresar a la Unidad llegó el jueves de semana santa, el 8 de abril. Tres días después, junto a más de 900 soldados, Díaz ya estaba en las islas.
48 horas a la vera del Aeropuerto y luego a tomar posición a las afueras de Puerto Argentino sobre la playa, a cuatro kilómetros del pueblo.
Mientras tanto un grupo de trabajadores de Nacional, encabezados por Ernesto Dalmau, viajó a las islas para montar LRA 60 Nacional Malvinas, en las instalaciones de la BBC de Londres que estaban a cargo del isleño Patrick Watts.
Después del 1 de mayo, la radio intentó sin suerte la habilitación del Ejército para que el operador se incorporara a Nacional. Pero sin permiso oficial, con autorización de su jefe directo y casi en secreto, la decisión de Fernando fue cumplir con la radio como operador de aire y como soldado en la trinchera.
La radio le permitió a Fernando, comunicarse con radioaficionados del continente y a través de ellos enviar mensajes a su familia. Encontrarse con tesoros como una taza de té o un poco de café, un guiso caliente y un baño para lavarse las manos y la cara.
Con algunos pesos que le habían dado sus padres, Dalmau le compraba en el supermercado del pueblo, galletitas, harina o cigarrillos para compartir a su regreso al pozo. La radio fue una pequeña tabla de salvación, en medio de la guerra.
Apenas amanecía caminaba los kilómetros que lo separaban de la estación y atravesando campos minados, ocupaba su rol en LRA 60 entre las 09:00 de la mañana y las 16:00. Llegaba con los borcegos llenos de barro y la isleña a cargo de la limpieza, cumplía con los insultos sajones cotidianos, porque la alfombra de la radio se “llenaba de guerra” todas las mañanas.
Oscurecía muy temprano y había que volver a sortear las minas y los puestos de las distintas unidades, que cuando caía el sol se ponían mucho más sensibles, que durante el día.
De regreso, las noches de guardia y cualquiera de las funciones cotidianas en las que rotaban los soldados de la unidad.
Nacional Malvinas operaba entre las 08:00 y las 22:00. Se trataba de una radio por cable que llegaba a cerca de 40 casas de Puerto Argentino y a través de un transmisor de onda corta, emitía hacia afuera de la geografía de las islas. Los oyentes llamaban para quejarse, porque de pronto el tango y el folklore habían alterado el paisaje de música clásica que solía poner en el aire la BBC.
Fernando no conoció a Norman Powell, el locutor tucumano descendiente de ingleses, que trabajaba para Nacional y Canal 7, porque fue evacuado de las islas cuando comenzaba la guerra.
La única voz que durante la guerra rompía la continuidad musical era la de Patrick Watts, a quien se le permitía hacer los “mensajes al poblador” de Puerto Argentino, en el marco de un raro grado de convivencia en medio del conflicto bélico.
Esa rutina se cumplió hasta el 12 de junio, cuando la intensidad de los bombardeos ingleses generó el desplazamiento del Regimiento 3 a la primera línea de combate.
El soldado no pudo despedirse de Dalmau y cuando regresó al continente, comenzó una etapa que define tan dura para él, como la propia guerra. Muchos años de silencio, pretendiendo olvidarlo todo.
Cuando volvió regresó un tiempo más a trabajar a Pacheco y dejó la radio cuando le ofrecían pase planta permanente en ENTel.
Volvió a Malvinas en 2018 durante una semana y por supuesto se dirigió al edificio que ocupó Nacional. Fernando hizo contacto con Patrick Watts a través de la gente del hotel. Aquella voz de la BBC se había convertido en guía turístico. El isleño prometió pasar, pero nunca apareció…
El excombatiente volvió a la radio y lo recibieron sus encargados. El edificio había cambiado por completo, nada estaba igual. Solo los recuerdos de Díaz Fernando, soldado clase ’62.