El debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús continúa. El encuentro que se repite todos los martes, tuvo esta semana la declaración de los sobrevivientes Juan Antonio Neme y Jorge Varela, quienes pasaron por el Pozo de Banfield y la Brigada de Lanús.
El testimonio de Jorge Varela aportó datos claves para mostrar la complicidad de la empresa de calefones Saiar de Quilmes, donde trabajaba, en su secuestro y torturas sufridas durante la última dictadura militar. Varela fue secuestrado el 13 de abril de 1976 junto a otros compañeros de la fábrica Saiar.
“Ese día hubo un operativo militar extremadamente grande. Muy llamativamente grande, con carros blindados, ametralladoras, a través de los parlantes de la fábrica iban llamando a los trabajadores. Después de nombrarlo fue separado con un grupo en el que estaban compañeros que eran delegados y algunos compañeros que eran activistas sin ser delegados, como en mi caso” explicó al Tribunal.
“Fui víctima, con varios compañeros de la fábrica, de un operativo militar en la fábrica el martes 13 de abril de 1976, un operativo llamativamente grande, con blindados, ametralladoras pesadas dentro de la fábrica y gente en los techos circundantes”, recordó el extrabajador que estuvo cautivo durante 7 años. Varela recordó que “de los parlantes de la fábrica fueron leyendo nombres, nos iban separando, llamaron a la mayoría del cuerpo de delegados y a los más activistas, entre ellos yo”.
Por entonces, la fábrica era el epicentro de un proceso de lucha que era ejemplo para delegados de otras industrias. “Los logros fueron desde la ropa hasta los elementos de seguridad y derechos que nunca se habían respetado. Y eso molestaba mucho” a la patronal, aseguró. “El cuerpo de delegados había logrado muchas mejoras para el trabajador entre ellos un premio por productividad que incluía al trabajador, los salarios crecieron. Venían delegados de otras fábricas para asesorarse sobre estas reivindicaciones, por eso tenían que descabezar la comisión interna”, apuntó.
“El traslado fue contra traumático, por los golpes y las condiciones en las que nos llevan, atados y encapuchados”, detalló la víctima. “Aparte de la incertidumbre, de no saber a dónde nos llevaban, el trato era terriblemente cruel”. Recordó que en ambas dependencias los detenidos estaban en condiciones deplorables, “no iban al baño ni les daban comida”.
“N sabíamos de qué se trataba”, dijo y agregó que “entre los detenidos estaba el jefe de personal, que actuó como que era detenido, y duró un día de esa manera creo, era Martínez Riviere que dirigía la fábrica”.
El trabajador fue llevado a la comisaría primera de Quilmes, donde incluso la empresa les llevaba comida. “La empresa se hizo cargo de llevarnos comida, nos traía sandwiches, pizza y después nuestras familias nos llevaban cosas, lo que era raro porque a las familias les negaban que estuviéramos allí, pero les pedían que nos trajeran comida”, relató.
El obrero remarcó que la empresa “le daba mi sueldo a mi mamá hasta que vienen un día y nos dicen que teníamos que renunciar, que sino no nos iban a pagar más, así que renuncié para que a mi familia le pagaran la indemnización, porque mi papá era jubilado”.
Tiempo más tarde fue trasladado a Devoto, donde es legalizado. “Tras cuatro meses de detención no nos reconocíamos en el espejo”, dijo Varela. “Pedí nueve veces la salida del país, que es un derecho constitucional”, mencionó. En febrero de 1982, logró la libertad vigilada.
El otro testigo que declaró fue Juan Antonio Neme trabajador de Ford. Fue secuestrado el 26 de marzo de 1976 en su casa de Escobar, “entraron preguntando y haciendo manifestaciones amenazantes, me ataron las manos, me pegaron un poco y luego me pusieron una capucha”, contó el hombre que reside en España.
Lo llevaron a la comisaría de Escobar, donde se encontró con una compañera Martha Velazco que ya había sido detenida. “Ella me dijo ‘Flaco, nos vendieron’”, recordó. “Nos trasladaron a un sitio donde empezaron esa misma noche a dar picanas eléctricas, no sé si fue en la comisaría o en otro sitio. Estuvieron dos días con la picana”, mencionó.
Luego contó que fue llevado al ARA Murature, nave de la Armada que sirvió de centro clandestino de detención y torturas durante la dictadura militar. “La tortura psicológica más me ha marcado en este tiempo”, admitió. Y contó cómo fue testigo de “los vuelos de la muerte”. “En el helicóptero traían y tiraban a los compañeros con una cuerda atada al cuello y un peso atado a sus pies. Los tiraban al río, los compañeros gritaban porque sabían que iban a la muerte”, precisó ante el Tribunal.
Tras su paso por el barco, mencionó una casa donde sufrió “el potro” y “el submarino”, como mecanismo de tortura y lo obligaban a presenciar las torturas de su amiga Martha, quien fue quemada con ácido, admitió.
En sus 45 días de cautiverio como desaparecido pasó por Banfield y la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), mencionó que, de acuerdo al relato de otros testigos también estuvo en Lanús. Luego fue trasladado a la Coordinación Federal, y más tarde a Sierra Chica. Recordó que salió “por equivocación” tras ser confundido con otro detenido, quien estaba por ser liberado. Más tarde logró el asilo en Holanda.