«Argentina está a un paso del colapso económico (de nuevo)» tituló la edición mexicana de la revista Forbes. Órgano oficioso de los operadores financieros, la publicación sostiene su diagnóstico catástrofe sobre tres ejes: el peso de la deuda pública –que trepó a un 77,4% del PBI–, la fuga de capitales –que en 2018 alcanzó los 27.320 millones de dólares, la cifra más alta desde 2002– y el cierre de empresas industriales –a razón de siete por día, desde diciembre de 2015–.
Para los argentinos que se informan por medios alternativos –los tradicionales aún encubren y amortiguan todo lo que pueden las noticias negativas del gobierno–, el diagnóstico no es novedad. La debacle del programa económico macrista se viene exhibiendo con crudeza desde hace un año, cuando se inició la corrida cambiaria que dejó al desnudo la verdadera naturaleza del «modelo Cambiemos»: una torpe mixtura de restauración conservadora con neoliberalismo culposo, sazonado con impericia política, ignorancia técnica y perversidad de clase.
El gobierno zafó del coma oxigenado por el carísimo pulmotor del FMI, pero mantiene al país en terapia intensiva: todos los índices están en rojo. La construcción, la industria y el empleo acumulan varios trimestres en caída libre, la inflación sigue saqueando bolsillos cada vez más raquíticos, la devaluación del peso es la mayor a nivel mundial en lo que va de 2019.
Un recordatorio para tener en cuenta en la campaña que viene: lo que hoy hasta los economistas mainstream presentan como diagnóstico, en 2015 era un pronóstico preciso que el macrismo y sus comunicadores afines tildaron de «Campaña del miedo». En realidad era, como se verifica ahora, el spoiler de un programa de terror.
La respuesta oficial frente al derrumbe va del sincericidio al cinismo. «El dólar no nos preocupa», dijo esta semana el ministro de (im)Producción, Dante Sica. El presidente, luego de su patético discurso pendenciero en el Congreso, opinó a través de un video de Instagram donde dos señores concluyen: «El problema de la Argentina son los argentinos». La frase resume el sueño húmedo de la élite nacional: extirpar el país de la chusma que impide distribuir y explotar sus riquezas a discreción.
Total normalidad. «