La muerte ocurre en una reserva india y la autopsia concluye que fue por congelamiento. No hay dudas. Hasta que alguien se formula la pregunta obvia: ¿qué hacía esa joven mujer indígena en medio de la nieve, en un remoto paraje de Wyoming, con temperaturas bajo cero, descalza y sin ropa de abrigo? Estaba huyendo, es evidente. ¿De quién? Con el hallazgo de ese cuerpo congelado comienza la película Viento salvaje (Wind River), del director Taylor Sheridan, estrenada en la Argentina hace pocas semanas y basada en un caso real.

El examen médico del cadáver es irrefutable: Natalie no fue asesinada. Los pies desnudos de la chica tienen signos de congelamiento y el deceso se produjo por una hemorragia pulmonar, debida a la rápida inhalación de aire a bajísimas temperaturas, lo que indica que iba corriendo. Mujer, joven, descendiente de una comunidad originaria, nada le cuesta a las autoridades despachar sumariamente el asunto: se murió de frío.

Si el filme sucediera en la Argentina de hoy, para muchos espectadores podría terminar ahí, a poco de haber empezado. No habría más argumentaciones ni una pesquisa ulterior para descubrir de quién o quiénes y por qué huía esa joven, cuyo destino irremediable era morir congelada. Algo parecido le pasó a Santiago Maldonado. Se murió ahogado. Se murió porque no sabía nadar. Fin de la cuestión.

La película sigue, sin embargo. Un guardaparques (el actor Jeremy Renner, el Ojo de Halcón de Los Vengadores) y una inexperta agente del FBI (Elizabeth Olsen, que hace de Scarlet Witch en la misma saga) deciden investigar el caso, en el que ni la policía local ni la agencia de inteligencia demuestran mayor interés.

Spoiler aparte, la trama se complica, hay otra muerte y algunos tiros. Y al fin aparecen los culpables. No fue Gendarmería. En el filme, un grupo de guardias privados de una empresa petrolera abusa de la joven y la deja “escapar” hacia el frío del invierno, hacia una muerte segura.

Taylor Sheridan, el director, ha declarado que su intención fue visibilizar las numerosas desapariciones de mujeres indígenas en su país, un grupo étnico que las estadísticas oficiales tienden a olvidar.

En la Argentina, Moira Millán, weichafe de la comunidad Pillan Mahuiza, en Chubut, ha dicho que “son 145 los hermanos mapuches desaparecidos”. Mientras tanto, el gobierno nacional y sus medios adictos repiten que Santiago Maldonado, desaparecido y aparecido, murió porque no sabía nadar.