Polarización. La palabra circula mucho en los últimos tiempos para describir el proceso político argentino. Podría afirmarse que la definición es acertada, aunque no implica la existencia de dos polos de volumen simétrico que engloban al 100% del electorado. La segmentación de las preferencias políticas tiene claras divisiones ideológicas, etarias y regionales. Si Cristina Fernández tiene mayor intención de voto entre los jóvenes, Mauricio Macri cuenta con más repaldo en los adultos mayores, por ejemplo. Lo mismo ocurre con la percepción de los problemas centrales. Los votantes de Unidad Ciudadana ponen el acento en el desempleo y los de Cambiemos en la inseguridad. Alguien podría creer que es una suerte de yin yang, pero no. El yin yang se refiere al equilibrio de dos energías opuestas que al mismo tiempo son complementarias. Es un poco difícil describir así al debate político argentino.
Sobre abuelos y nietos
Los siguientes datos surgen de la última encuesta realizada por la consultora Query, a mediados de julio, en la provincia de Buenos Aires, en la que se realizó un exhaustivo análisis de la composición del voto.
La segmentación generacional es muy clara. Para mostrar con claridad el contraste, se pueden tomar los dos extremos de la pirámide generacional. En la franja de 18 a 29, la ex presidenta tiene 42% de intención de voto y Cambiemos mide 26; en cambio, en el segmento que va de 65 para arriba, la carga se invierte de modo simétrico, el macrismo mide 48 y CFK cae a 22.
Cabe aclarar que, según esta consultora, Cristina mide a nivel global 37 puntos de intención de voto, Esteban Bullrich 34; Sergio Massa 15 y Florencio Randazzo cuatro.
La polarización generacional es marcada. Resulta fácil imaginar debates familiares en la mesa de los domingos. Las explicaciones sobre este fenómeno son múltiples y variadas (ver a parte). Sin duda muestra el peso de las creencias, más allá de la situación material, ya que es difícil sostener que los adultos mayores estén mejor económicamente con este gobierno que con el anterior. La juventud aparece respaldando una propuesta que cuestiona de modo más explícito el statu quo y los mayores apegados a un discurso que dice defender valores tradicionales.
La situación de Sergio Massa y Florencio Randazzo es distinta. Ambos conservan un respaldo similar en todas las franjas etarias. Massa mide alrededor de 15 puntos de modo transversal y Randazzo tiene cinco.
La composición del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) se parece más a la de CFK, con un respaldo de 6 puntos en el segmento más joven, cifra que duplica el promedio global que tiene el FIT.
Núcleos duros
Otro rasgo de la polarización, entendida como dos tendencias políticas muy enraizadas y consolidadas desde el punto de vista de la identidad, es la fidelidad del votante.
Según las cifras de Query, los dos núcleos más duros pertenecen a CFK y a Cambiemos. De los consultados que manifestaron su adhesión a Cristina, el 96% sostuvo que no había ninguna posibilidad de cambiar su voto. Dicho de otra forma, solo el 4% de los electores de CFK evalúa la posibilidad de modificar su posición en el cuarto oscuro. Esto transforma a la expresidenta en la candidata con el núcleo más consolidado. Sus votantes son prácticamente inconmovibles.
Esteban Bullrich, Cambiemos, no está muy lejos. El 90% de quienes expresaron su apoyo a esa propuesta sostuvo que no cambiaría de posición, sólo el 10 manifestó chances de modificarla.
La consolidación de estos dos núcleos duros confirma la polaridad. Son posiciones enraizadas, casi podría hablarse de identidades. Alguna vez fue así el apego al Justicialismo y a la Unión Cívica Radical. Los partidos tradicionales supieron tener un núcleo duro no menor al 30% cada uno, con el peronismo teniendo siempre una porción mayor. Es un dato que se ve muy claro si se revisan los resultados electorales desde 1983 hasta 1995, cuando surgió el Frepaso y el bipartidismo tradicional comenzó a entrar en crisis hasta su explosión en diciembre de 2001.
La lógica discursiva de los habitantes de la «avenida del medio» hace que sus electorados sean menos pasionales y consolidados. Entre los consultados que manifestaron que apoyarían a Sergio Massa, el voto duro bajó al 79%, es decir, hay un 21 que podría cambiar. Y en el caso de Randazzo el número es mayor, el 66% sostuvo que no modificaría su posición y el 34 que podría cambiarla.
En el caso del FIT, esta relación, según Query, es de 77 consolidado y 23 que no cierra la puerta a otras opciones.
Las preocupaciones
Estas dos identidades políticas, al menos en la provincia de Buenos Aires, se definen, como se contó, por la franja etaria en la que tienen más peso, por la solidez de sus núcleos duros, por la zona en la que tienen sus bastiones, CFK en el Conurbano y Cambiemos en el interior provincial, y también por la estructura de valores, la ideología, si se quiere. Un elemento que permite visualizar esto con claridad aparece cuando se consulta sobre cuáles son los principales problemas del territorio bonaerense.
Los datos en este caso surgen de la última encuesta de la consultora Analogías. A nivel global, para los bonaerenses, el ranking de los principales flagelos está liderado por el desempleo y la inseguridad, en ese orden. Sin embargo, a la hora de desglosarlo por electorados, la polarización aparece. Para el 54% de los votantes de Unidad Ciudadana el principal problema es el desempleo, mientras que sólo el 12 pone el acento en la inseguridad.
En el caso de los electores de Cambiemos, la carga se invierte. El 42,3% considera a la inseguridad el problema principal y sólo un 11 ubica al desempleo en ese lugar.
El contraste muestra creencias profundas, sobre si hay que poner el acento en la igualdad o en el orden.
Con Massa y Randazzo vuelve a ocurrir lo mismo que en los anteriores ítems que se analizaron, las posiciones son menos marcadas. En sus electorados la inseguridad le gana al desempleo, al igual que en el público macrista, pero por con una diferencia mucho menor.
En los votantes del FIT se reproduce el esquema de preocupaciones que se ve en los adherentes de CFK.
El origen
El director de la consultora Dicen, Hilario Moreno, lleva mucho tiempo haciendo sondeos y analizando el proceso de polarización política de la sociedad.
«Hay momentos en la historia que son de quiebre, como el 17 de octubre de 1945 le dijo Moreno a Tiempo. En este caso, la disputa que disparó la Resolución 125, en marzo de 2008, fue un momento refundacional de las identidades. Era algo que venía cocinándose a fuego lento luego de la crisis del 2001-2002. El «conflicto del campo» fue el proceso en el que se nominaron las nuevas pertenencias. Hoy estamos asistiendo a la maduración del ciclo que empezó en esos meses, que refundó nuestras identificaciones. Esa es la cuerda en la que vibra la política argentina. No todo el mundo está sumido en esa lógica. Por eso es que hay terceras fuerzas, con mayor o menor peso, pero es algo que siempre existió en nuestro país, también en la polaridad que sostuvieron durante muchos años los partidos tradicionales.» «