Ya no es (solo) la censura, lo que puede quitarte de camino, o el modo de disciplinarte, sino más bien el atragantamiento de información, más precisamente imponer sin que parezca impuesto ciertos sentidos a ciertos términos. Tres tristes trampas semánticas. Toda una privatización del lenguaje.

Con la mía

Con la mía Brian fuiste a la secundaria y con la mía entraste a la universidad. Como tan elocuentemente afirma Martin Kohan ( y van…) se ha privatizado el lenguaje y con ello el modo de nominar y comprender.[1] Trasladando a una mera acción individual lo que es, hace rato, público y compartido. Con la nuestra sostenemos lo que es nuestro, compartido. Con la nuestra bancamos el orden de lo común, lo que nos hace comunidad. Pero lo común y solidario está perdiendo. Y avanza a paso redoblado una corriente que hoy embandera la oficialidad de turno, pero se viene cocinando con la religión de mercado, que solo entiende los asuntos en clave de oferta y demanda y como algo meramente individual. Han desacreditado lo que huela a pluralidad, más bien a construcción de comunidad. Por eso el embate contra la educación pública. No porque quieran saber de controles y gastos sino porque es uno de los emblemas más potentes que nos honra y constituye quizás de lo más sensible y profundo de nuestra identidad. Brian se subió a la secundaria por primera vez en la historia de su familia, y está ingresando en la universidad, eso podría equipararse con Amstrong[2] cuando llegó a la luna, porque se parece a quebrar la ley de gravedad, en una sociedad que siempre tuvo secundaria selectiva y elitista, primero para pocos y luego para no tantos y una universidad que se mira y no se toca, un eterno imposible para los Brian. 

Con la nuestra Brian, que tiene tu nombre, propio, individual y en singular, pero tiene apellido, que es colectivo y en plural, y son generaciones anónimas y con nombres propios, que dieron tiza, luchas, calles y vidas para hacer de lo que siempre fue privilegio de pocos, un derecho de mayorías. 

Brian, la libertad individual es mera abstracción. No existe la libertad separada de la solidaridad.

#NoEntiendenLoQueLeen

Este hashtag se viralizó y en días de campaña le hicieron firmar a todo candidato, no importa su color ni su tradición su adhesión a dicha movida.

Brian, no entendés esto que estás leyendo (éste pasaje de éste texto). No es lo mismo que decirle, Brian no entendes lo que lees (en general).  

Decirle a un pibe «¡hoy estas agresivo!», es radical y copernicanamente diferente que decirle «¡vos sos agresivo!». En esta última, hay sentencia definitiva, anticipación de destino y una condena a ese pibe de aquí en más. Incluso para que finalmente se crea que él es el único responsable de su fracaso (la pulseada más tristemente ganada por los neoliberalismos). De manera diametralmente opuesta, cuando le decimos a Brian, hoy estás agresivo, hay un claro señalamiento, le ponemos los puntos, pero especialmente la confianza en que mañana podrá dejar de estar así (agresivo) y podrá aprender a estar de otra forma, con la mediación de un adulto que lo ayude a tramitar y especialmente a reparar aquello.

La manera de lograr que los chicos y chicas aprendan y comprendan más y mejor lo que leen no es justamente señalándolos con el dedo ante toda la sociedad para avergonzarlos de sí mismos, sino dándoles confianza y potencia para que lo que hoy no se ha logrado, con trabajo y revisión mañana se pueda superar.

Además, cuando leen, siempre existe algún nivel de comprensión, por más que no sea el deseado, nunca se parte de nada, nadie es un recipiente vacío que debe llenarse. De allí hay que partir para quebrar lo que parece destino.

Puede cotizar este hashtag entre una ciudadanía que necesita culpabilizar, buscar chivos expiatorios y encontrar respuestas punitivas que parece calmar fieras. ¿Pero entre educadores y educadoras, proponer ese imperativo para que los chicos aprenden más y mejor? Preocupante, por lo menos.

Algo ocurrió que un tiempo después lo cambiaron… y pusieron #queentiendanloqueleen

Lo esencial (puede ser) invisible a un gobierno

¡Se declaró a la educación servicio esencial! Titila el zócalo de la TV que comenta una señora en la cola del chino. ¡¡Pero qué bien!! agregan otros, ¡¡ya era hora!! Lo que no te dicen, lo que no te cuentan, es de qué se trata esa aparente jerarquización de la educación, como si fuese un bien neutro e impoluto. La educación es objeto de permanentes tensiones, implica opciones de poder y las palabras representan decisiones que involucran a toda la sociedad. La educación como servicio esencial significa que es cada vez menos un derecho y cada más un privilegio. Y modificar un artículo de la Ley nacional de educación N°26.206 tiene esa finalidad. Mercantilizar la educación. Despojarla de esa estatura colectiva que hemos logrado durante más de un siglo para definirla como una regla que mide algo individual. Como algo más que puede comprarse, como cualquier artículo en un super. Es un intento por minimizar o correr al Estado, en su rol de garante de la educación como derecho social. Subsidiariedad al Estado y principalismo al mercado. Vaciar lo público para reducirlo a lo gratuito (y hacerte sentir que te lo están pagando, que vos lo haces, pero con la mía). Vaciar lo público de lo que más lo sustenta y explica, lo compartido, lo que refiere al orden de lo común, aquello que nos permite sentir y saber que somos hermanos y hermanas y que Mayo de 1810, o Malvinas, por ejemplo, son parte de lo que nos une, como la Scaloneta. Además, educación como servicio esencial oculta una deliberada intención de disciplinar a la docencia y limitar su irrenunciable derecho a protestar cuando se deterioran sus salarios y las condiciones laborales. Derecho que ampara la constitución nacional. Quienes aparentan intenciones de que la docencia genere un espíritu crítico en sus estudiantes le ponen un bozal a sus docentes para que no sean críticos con sus condiciones de trabajo. Y trascartón endulzan la educación de las democracias escandinavas, que curiosamente tienen a los salarios docentes entre los mejores de su escala social. 

Quien nomina, domina, anunciaba Pierre Bourdieu, hace algunas décadas. Que no nos adormezcan con una semántica del huevo podrido, tirándosela al distraído… A disputar sentidos, a desvestir las palabras si es necesario para desocultar sus auténticas pretensiones.

Aunque vayamos perdiendo, aún tenemos tiempo, y más aún si lo que nos (con)mueve es transformar aquella aristocracia de las oportunidades (que amenazan con volver) en una democracia de las trayectorias educativas y de la mayoría de las vidas.


[1] Puede consultarse recientes apariciones públicas/mediáticas del prestigioso escritor.

[2] El 20 de julio de 1969 la misión estadounidense Apolo 11 colocó a los primeros humanos en la Luna: uno de ellos, el comandante Neil Armstrong.