- 1) La evolución de la lucha contra la pandemia con eje en la vacuna.
- 2) La culminación de la negociación con el FMI.
- 3) El resultado de las elecciones de medio término.
Lo sabe la oposición, que opera contra los esfuerzos del gobierno en esos tres puntos centrales. En esa actividad juegan su destino. Buscan el fracaso de la gestión de Alberto Fernández y sus ministros, boicotean toda acción de gobierno aunque sea costoso para la nación y doloroso para sus habitantes. No vacilan siquiera en un tema tan delicado como el Covid 19.
A pesar del conflicto despiadado y creciente a escala mundial por la apropiación de las vacunas por parte de los países ricos, Argentina se encuentra en una situación relativamente favorable gracias a una política inteligente del gobierno actual desde los inicios. No estableció parámetros ideológicos o geopolíticos en la selección de los países y empresas con quienes negoció de entrada, sin negar que su “realpolitik” aprovechó el escenario geopolítico favorablemente. Y esto le permitió ser pionera en proveerse de la Sputnik V.
A su vez, la capacidad científica argentina la colocó como un socio expectante en la industria farmacéutica internacional. Gracias a esto Argentina muy probablemente está recibiendo las vacunas de Astra Zéneca, fabricados sus componentes iniciales en nuestro país de la mano de Hugo Sigman.
La relativa y potencial independencia del bloque neoliberal mundial, resultado de la derrota del macrismo y la llegada de la alianza Nac & pop al gobierno, le facilitó las negociaciones con Rusia por la Sputnik V mientras llegan a un buen destino las que se desarrollan con China.
El discurso anticuarentena y anticientífico de la derecha argentina, a tono con las derechas mundiales, no tiene perspectivas de prosperar por dos razones: a) es desesperanza y anti vida y b) la gestión de la pandemia constituye un terreno favorable para un gobierno humanista y mayoritario, de amplia experiencia de gestión de crisis. Es previsible que el arribo de las vacunas y el comienzo de su aplicación masiva, desinfle las políticas de boicot contra la política sanitaria del gobierno y divida más profundamente a la oposición.
Hasta ahora las posibilidades de la derecha de provocar un fracaso en el terreno de la salud y las vacunas estaban lejos de sus manos y recursos. Tan sólo podían especular con que el conflicto geopolítico escale, que la escasez de vacunas empeore y que la voracidad de los países ricos por apropiárselas cobre tal magnitud que no alcancen las buenas relaciones de nuestra política exterior para eludir su impacto sobre los suministros negociados con Rusia y otras naciones.
En este plano el buen desempeño del gobierno ofrecía escasísimos flancos débiles. Y donde el accionar de la oposición macrista, en sus distintas vertientes, menos daño pudo producir. Y así lo mostró la reciente encuesta de CEOP (Roberto Bacman) que mostraba la mayoritaria aprobación de la población a la gestión de la pandemia por parte de Alberto Fernández.
Y arribó una bomba en medio de la gestión …
Horacio Verbitsky confesó al aire haberse vacunado gracias a su “amigo” Ginés. Un periodista, no un funcionario, aprovechando sus relaciones con el Estado. El acceso privilegiado a la vacuna es un escándalo que no admitía vacilación. Y el presidente no vaciló. El hueco que la ausencia de un protocolo para el acceso especial al pinchazo se tragó un ministro prestigioso. Nadie duda de que hay funcionarios que deben poder aplicarse la vacuna sin demoras. Pero quienes deben tomar esa resolución y cuales los criterios que deben regular esas excepciones obliga a un protocolo de emergencia que regule esa delicada prerrogativa gubernamental. Ginés pagó porque su “amiguismo” lo llevó a violar la ética de su función y porque el gobierno dejó esto sujeto a la improvisación.
Si hubo conspiración de Verbistsky, mdifícil o imposible saberlo y nunca se borrará la especulación. Ginés cayó “descubierto” por una incomprensible acción del Perro. Pero esta acción se lo llevó puesto como en un autoatentado de terrorista suicida. No podrá recuperar su prestigio entre el campo nacional y popular. Del otro lado ya tienen a Leuco y Lanata. Verbitsky ya no podría encontrar una vacante. Ya no será creíble jamás.
Pero el daño en el principal activo del gobierno estaba causado aunque aún el gobierno tiene en sus manos todas las herramientas para restañarlo y superar los problemas derivados por la situación.
Y se suman otros problemas que ya venía atravesando la gestión. Las dificultades fueron creciendo con la prolongación de la pandemia y los efectos que produjo sobre la economía nacional y que enmarcada en la depresión productiva y comercial mundial, se agravó. El esfuerzo y las tensiones sociales resultantes de una lucha cotidiana y sin resuello potencian el cansancio de la población, debilitando las medidas de aislamiento y cuidado social.
El énfasis inicial puesto en el cuidado de la salud y la vida, en la medida que la pandemia se prolongó, entró en colisión con las necesidades de reactivar la economía. La oposición, alentada por un sector del empresariado más concentrado y despiadado, hizo y hace todo lo posible por explotar esa contradicción, objetiva y siempre voluble y resbalosa, para desgastar al gobierno. Luego del escándalo de Vicentín y fracasado el intento de ponerla al servicio de un modelo nacional y popular el gobierno de viene lidiando con el hueso más duro de roer: la vieja y la nueva oligarquía agraria, que controlan la arteria vital de la economía argentina.
A duras penas Martín Guzmán pudo mantener el valor del dólar, pero hasta el momento y en medio de fuertes tensiones el Gobierno, no logra desacoplar los precios internos de los crecientes valores internacionales post pandemia. Los monopolios exportadores se la quieren llevar toda aunque se dispare astronómicamente la inflación. Es más, especulan con que la inflación se lleve puesto al gobierno. En ese marco se conformó el Consejo Económico y Social, que requiere un diálogo sincero y razonable. Y sobre todo patriótico. Lo cual parece ilusorio y más aún que se pueda arribar a un acuerdo sólido.
Como un torniquete impiadoso se le suman las presiones por ajustar la economía por parte del FMI. Una herencia económica desastrosa (incalculable destrucción de fuerzas productivas e inédita deuda externa) obligan a una dura y prolongada negociación con el Fondo, cuyas políticas atraviesan un momento incierto por la crisis internacional del sistema neoliberal vigente. Además en un momento transicional en el gobierno de la potencia hegemónica, los EEUU. Al mismo tiempo las indefiniciones de los organismos internacionales provocadas por la debacle mundial, y agudizadas por la incertidumbre política creada por las elecciones norteamericanas, prolongan las negociaciones con Argentina, justo cuando nosotros necesitamos cerrarlas con rapidez para encarar la reactivación y despejar los obstáculos para reconstruir nuestra economía.
Zanahorias y palos
El timón de la política internacional argentina pareciera vacilar entre las necesidades de fortalecer los vínculos con nuestro principal socio comercial (y de alguna manera estratégico), China, y las presiones del verdadero amo político del sistema imperialista mundial, del cual nuestro país ha sido desde la posguerra dependiente (en mayor o menor medida). Se escuchan a los lejos los cantos de sirena que pretenden ilusionar a Alberto Fernández. Se originan en las necesidades de Joe Biden de rearmar lo que ellos llaman una política multilateral en América latina.
Bolsonaro fue el principal socio político de Trump en la región mientras duró su mandato. Apoyó abiertamente su reelección como si en ello le fuera su vida. Quizás tenía razón: el triunfo demócrata junto a sus propios desaguisados le puede costar la cabeza. Quizás. Pero lo que es seguro es que Jair no es un socio oportuno para esta etapa de la política norteamericana. ¿Es posible que estas situaciones lo lleven a Biden a privilegiar las relaciones con Argentina en la magnitud que necesita nuestra economía?
Y a pesar de que ya hace algunos siglos en que nosotros sabemos que las sirenas no existen, en el frente político amplísimo que debimos formar para derrotar al macrismo, si existen los funcionarios y dirigentes tentados por esos cantos. Montados sobre el razonable y justificado anti trumpismo pretenden adornar a Biden con falsos ropajes democráticos y progresistas. Trump carecía de la mano que lleva la zanahoria y en la de los palos (aunque a los EEUU tiene de sobra armas) solo portaba estridentes e inconducentes amenazas. Biden quiere proseguir con la tradición demócrata de portar el palo y la zanahoria. Pero la crisis del sistema capitalista mundial y la pandemia le dejaron pocas zanahorias. Entonces manda a varear, por el Océano Atlántico Sur a un submarino nuclear apoyado por la aviación británica basada en Malvinas. Marcando territorio le dicen, como hacen los perros. Y por lo que se ve los lobos también.
Nuestras peleas entre críticos y verticalistas
Lo más desgastante, de las marchas y contramarchas producidas por las contradicciones internas de nuestra alianza multicolor, son las manchas de debilidad, escasez de carácter y autoridad que los medios opositores sobreimprimen sobre la imagen presidencial. Lo hacen sobre una voluntaria identidad negociadora y dialoguista, superadora de la etapa anterior signada por el cristinismo “autoritario y voluntarista”, con el que la oposición apoyada por los medios concentrados crucificaron a la que sigue siendo la principal referente de la mayoría política de la fuerza gobernante.
Una reciente encuesta sobre imagen positiva y negativa de los principales dirigentes políticos nacionales, del creíble Ricardo Rouvier, arroja números restallantes favorables a Horacio Rodríguez Larreta sobre el segundo, Alberto Fernández. Casi un abismo sobre Cristina y Mauricio Macri. Es decir esta nota entra en el tercer punto de los inicialmente mencionados: las elecciones de medio término.
Y claro que un triunfo electoral tradicionalmente depende de la capacidad de liderazgo demostrada frente a la sociedad, en este caso la conseguida por cuidar y sacar al país de la pandemia y de la crisis económica, recreando una expectativa de felicidad, bienestar y crecimiento.
Esa elección de medio término que se acerca vertiginosa tiene una añadidura: la sociedad se enfrentará a la disyuntiva de votar a favor de facilitar la continuidad del gobierno nacional hasta la próxima elección presidencial o dejar derrotado a un gobierno de tal manera que le resultará virtualmente imposible continuar. Tengamos en cuenta que la oposición desde su inicio mantuvo y mantiene una actividad destituyente.
La performance alcanzada por Larreta en la encuesta es muy significativa y sorprendente, porque no hay dudas de que la Audiencia pública sobre Costa Salguero fue desgastante para su gobierno. Pero, a contrapelo de esta realidad la encuesta obliga a repensar los alcances del daño sufrido y sobre todo la situación del gobierno nacional y popular, que aparece a menudo maniatado. De allí que su dependencia de la resolución exitosa de los dos primeros puntos aparezca poco menos que decisiva. Pero también obliga a de repensar la naturaleza y amplitud de la alianza política en las circunstancias tan cercanas de la elección que se avecina.
Uno de los temas que no se debieran eludir implica dilucidar hasta qué punto una alianza electoral es una alianza de Gobierno. Sobre todo si el que debe gobernar no está ceñido a un programa de gobierno sino que éste se elabora sobre el devenir de la lucha política. Es decir sobre quien tiene la hegemonía en cada momento. Esta problemática se ha expresado de diversas maneras. En los últimos meses la más visible ha sido el crecimiento de las críticas internas, que muchos compañeros caracterizan de “fuego amigo”, con lo cual se desarrolla en mayor o menor medida la lucha interna, muchas veces sorda, pero no por ello menos enconada. El gobierno de Alberto trata de contener a todos y opera a su favor la conciencia que no hay alternativas si cae el muro de nuestro gobierno. Del otro lado del muro no hay nada que no sea la derecha.
En la CABA se producirá una batalla de trascendencia nacional
En el contexto de la elección nacional de medio término, la elección en la CABA adquiere una dimensión considerable, teniendo en cuenta que ha sido el trampolín del neoliberalismo para asaltar el poder en nuestro país. Una derrota de Cambiemos en la elección de medio término se proyectaría como un meteoro sobre la decisiva presidencial. Y el neoliberalismo no tiene mejor candidato que Larreta para reemplazar al dañado Macri. Por eso hay que derrotar a Larreta ahora, en la ciudad. Pero es casi imposible de lograr siguiendo el desgastado sendero de la política del PJ porteño. Acostumbrado a los acuerdos de cúpula y esmerilados por una historia de derrotas, los dirigentes del PJ capitalino se caracterizan por un conformismo regado con beneficios personales y cargos de cohorte conformista, desangelados por carencia de mística, de ideales y de ambición de poder, como no sea el individual. Ya comenzaron a tejer las listas de candidatos con cero democracia y desde la lejanía de las necesidades, luchas y organizaciones populares de la ciudad. Para los verdaderos luchadores y sinceros peronistas ni lugar de partiquinos. Como se trata de un frente donde debe haber kirchneristas, massistas y albertistas (aunque aún no se sabe bien de que se trata esto) exploran la interna de la cúpula camporista para adornar la lista por izquierda reteniendo la parte del león para la derecha peronista tradicional (léase Olmos y su mujer) en alianza con el edulcorado progresismo de Santamaría. Y siempre con buenas relaciones con un neoliberalismo que consideran invencible en la ciudad pero con quien siempre se arriba a una mesa de acuerdos.
Es cierto que en la cercanía del cierre de listas y moviéndose con astucia, algunos buenos compañeros, si tienen prestigio, pueden conseguir un lugarcillo en las listas, como quien saltó a tiempo para atrapar en el aire el hueso. Pero este año hubo lucha para impedir los atropellos del negocio de los emprendedores inmobiliarios asociados a Larreta sobre la Costanera Norte de la ciudad. Inédita por amplitud y contundencia, aunque aún así de alcance limitado, gestó expectativas esperanzadoras.
Se movilizó una amalgama interesante, la crema combativa e inteligente de un emergente movimiento ciudadano y popular. Si esa diversidad de cuadros, pequeñas o incipientes agrupaciones, logran unirse y darle continuidad organizativa y política a la lucha entablada, es posible que la disputa por la ciudad cobre otro calibre. La alianza puede y debe ser nueva y amplia, recogiendo los verdaderos rasgos de la populosa ciudad. Sin abdicar de su componente peronista, actor imprescindible en cada rincón de la Argentina, en la ciudad no puede subordinarse a lo más rancio y tradicional del peronismo, repitiendo el transitado sendero del fracaso, subordinando a las necesidades de la “política nacional” de tal forma a la militancia local, que ahoga toda conexión amplia de la política con la ciudadanía de la CABA. Queda poco tiempo y a éste sólo se lo puede reemplazar con audacia y creatividad.