La titular del FMI felicitó al gobierno argentino por la implementación del plan de «estabilización», el mismo día que se conoció que la actividad económica evidenció su caída interanual más fuerte de los últimos años, luego de ocho meses consecutivos de derrumbe. Un fuerte simbolismo.
Quizá un indicador interesante para evaluar la situación sea el que mide la confianza del consumidor, que en enero mostró un descenso del 26,7% respecto de enero de 2018, según los datos de la Universidad Torcuato Di Tella. Este indicador se compone de mediciones en tres aspectos: situación personal, situación macroeconómica y propensión a la compra de bienes durables e inmuebles. En la medición de situación personal, los valores actuales son muchísimo más bajos que los obtenidos en el 2014 o en la crisis de 2008, y sólo se encuentran valores tan bajos de confianza en 2002.
Este indicador es una orientación, pero a través de su análisis resulta claro que el ajuste se siente en la piel de la gente. Es una cuestión que el FMI conoce (por ello permite que el gobierno destine una pequeña porción de sus gastos «para minimizar los efectos del ajuste a los más vulnerables» –textual del acuerdo–) pero a la cual no le otorga gran importancia.
La baja confianza puede entenderse al analizar los indicadores de producción: en la medición del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) que arrojó para noviembre una baja del 7,5% interanual, el rubro «comercio mayorista y minorista» evidencia la mayor reducción, que alcanza al 17,0% interanual. Esta situación también se observa en las ventas de supermercados, que en el mismo mes de noviembre evidenciaron una caída del 12,5% (medidas en cantidades), reducción que en los autoservicios mayoristas llegó al 14,7% y al 16,3% en los centros de compra (shoppings).
Si a este menor consumo le sumamos que la canasta básica alimentaria (que marca el nivel de indigencia) y la canasta total (que marca el nivel de pobreza) aumentaron el 53,5% y el 52,9% respectivamente (por encima de la inflación del 47,6% a nivel nacional), se completa un panorama de carencias para la población, en especial para aquellos sectores más vulnerables.
En este contexto, es lógico que la actividad económica marque valores decepcionantes.
El EMAE de noviembre generó preocupación y alerta. Las razones de la preocupación son varias. Por un lado, la mayoría de los rubros presentó fuertes reducciones: la ya mencionada del comercio; la industria cayó un 12,6%, y la construcción mostró una baja del 11,4 por ciento. Por otro lado, esta reducción tan aguda deja un arrastre muy negativo para el año que viene, de allí que se espera una caída del PBI en 2019 del 1,7%, según la estimación del propio FMI.
El alerta está relacionado con que, con tan bajos niveles, no sería ilógico que hacia mediados de año el gobierno pueda exhibir algunas cifras positivas en los indicadores de actividad, dado que se parte del bajísimo nivel de 2018. Con esas cifras, desde el oficialismo se diría que la economía se está recuperando, lo cual a lo sumo podría caratularse como un rebote, pero tan débil que, como dijimos, no llegaría a evitar una baja del PBI este año. No obstante, esa supuesta «recuperación» podría ser utilizada como estrategia electoral por el gobierno macrista.
Felicitación «por ahora»
El elogio de la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, fue cauto: «Felicito al ministro Dujovne y al presidente (del BCRA) Sandleris por los pasos de políticas decisivas que se han dado y el progreso hasta el momento, que han ayudado a estabilizar la economía». Esa mención de «hasta el momento» evidencia la prudencia de Lagarde para comprometerse plenamente con la gestión macrista; cabe recordar que el acuerdo con Argentina es muy exigente, por lo que aumenta las probabilidades de incumplimiento.
Ese eventual incumplimiento deriva de la propia lógica del ajuste: a mayor caída de la producción, menores ingresos fiscales y, por lo tanto, más dificultades para lograr el déficit cero. Incluso, varios analistas sostienen que la proyección de ingresos en la que se basa el acuerdo es muy optimista.
Más aún, hay que considerar la incertidumbre política debido a las elecciones que se expresará en los próximos meses, un tema muy sensible para «los mercados».
Con relación a los resultados de las elecciones, el director del FMI para la región, Alejandro Werner, sostuvo que un cambio en la dirección de la política económica «siempre ha sido un riesgo considerable». También evaluó «la probabilidad que revisemos al alza nuestra expectativa de inflación para este año por encima del 20 por ciento». Es decir, apoyarían políticamente con waivers (perdones) en los casos de metas incumplidas: el tema es si esa dispensa puede llegar al no cumplimiento del déficit fiscal cero.
Tanto para el FMI como para el gobierno, su plan ortodoxo es el único posible. Mauricio Macri no se cansa de repetir frases del estilo «es por acá, no hay otra alternativa, este es el único camino». Para el gobierno, las discusiones sólo se deben dar sobre los matices de cómo se aplica la política, pero no hay otra política: todo lo demás es populismo, es volver al pasado. Este planteo se parece a una vuelta al fin de las ideologías, al pensamiento único.
Una reciente encuesta de Poliarquía sirve para reflexionar: si las elecciones para presidente fueran hoy, un 32% del electorado votaría al oficialismo, un 50% a la oposición, y un 18% «no sabe». Otra encuesta, de Elypsis, la consultora de Eduardo Levy Yeyati, economista con llegada a Wall Street, sostiene que por primera vez Cristina Kirchner tiene una imagen más positiva que Mauricio Macri, e incluso que María Eugenia Vidal. La imagen positiva de CFK viene en ascenso desde octubre, en coincidencia con el agravamiento de la recesión, trepando al 36 por ciento. Macri retiene el 24%, el más bajo desde que se inició la muestra. La imagen positiva de la gobernadora cae a medida que la recesión se afianza, según Elypsis, ya que en los últimos dos meses bajó alrededor de 10 puntos, al 35% actual.
Estos datos ratifican la necesidad de que la oposición piense que «el límite es Macri» y se una. Como ejemplo, cito recientes declaraciones de Agustín Rossi al relatar que en el bloque del FpV, cuando se trató el Presupuesto, hubo posturas de algunos diputados que decían: esto es un parteaguas, con los que votaron este Presupuesto no podemos hacer la unidad ni ser parte del mismo proyecto. Pero al día siguiente, con esos mismos diputados se constituyó un acuerdo que le sacó a Cambiemos la mayoría especial en el Consejo de la Magistratura.
Estoy convencido de la necesidad de seguir planteando la unidad de todos los que están dispuestos a oponerse a este modelo. No es sólo por las tarifas o la economía, sino también, entre otros grandes temas, por su política exterior. La posición argentina de alineamiento incondicional con los Estados Unidos es una de las cuestiones primordiales que este gobierno planteó el día que asumió y que hoy se expresan en relación con Venezuela.
La unidad es esencial, pero también habría que preguntarse: ¿querrán muchos de los principales referentes de la llamada «oposición responsable» acordar para avanzar en un frente común, sin exclusiones?
Es un tema para reflexionar profundamente. Hay un camino que no es fácil: construir unidad a partir de diferencias que se resuelvan democráticamente al interior de ese espacio de unidad. Este es uno de los principales desafíos. Mientras, las penurias sociales se agigantan. «