El tsunami de la extremaderecha inunda el frígido microcentro porteño en la noche del domingo estrellado. Desde las alturas del Hotel Libertador, el búnker de los ultra anarcocapitalistas de La Libertad Avanza, se ve el punto exacto hasta dónde llega el agua, ese sitio en el que la ola derechosa finalmente rompió y comienza a retroceder arrastrando hacia las profundidades a la Argentina.
En el salón de actos del Libertador hay fiesta pesada, decadente y depravada de la alt right. “El León” dio el zarpazo. Las pantallas del hotel no mienten, Milei salió primero en el balotaje: más de 14 millones de votos, 11 puntos sobre Massa, 21 de las 24 provincias se pintaron de violeta libertario. Voto hartazgo, bronca, suicida, incomprendido, inflación, esperanzado con un futuro que da pánico y locura imaginar. Elección histórica de los outsiders insurgentes liderados por el “Loco de la Motosierra”.
Freak Power, renacer neoliberal, reverdecer milico. Celebran en el salón liberales canallas, generales negacionistas al palo, dinosaurios del menemato, púberes streamers en éxtasis, fascistas españoles del Vox franquista, bolsonaristas exiliados y trumpistas criollos con sus gorritos “Make Argentina Great Again”. Se suman famosos clase Z y, más entrada la noche, el círculo rojo cambiemita con Macri, Bullrich y otros miembros de la pandilla. Afilan sus dientes una vez más para morder con rabia al Estado. Todos esos colosos que son tan golosos, decía el Indio Solari, que nos sentencian a flotar en venenos siniestros. Todos a los botes.
Sueños del Laissez faire, pesadillas de masacres y motosierras, alucinaciones antiderechos, quimeras del oro dolarizado. ¿Qué sueñan los ganadores para la Argentina? “Libertad, libertad, libertad”, entona al pasar el cantante “El Dipy”, referente cultural de la alianza derechosa. “Ganar la batalla cultural: menos zurdaje, que el Estado no se meta en mi vida”, espeta el abogado Matías, asesor en las sombras arriado desde el macrismo. “Mercados libres y orden, sin la clase política, un faro para Latinoamérica”, sentencia Ítalo, referente libertario venido desde el Chile más pinochetista. “No pedir permiso a nadie: ni impuestos, ni regulaciones, papá Estado nunca más”, dice Ezequiel, encargado de la comunicación y fiscal de LLA.
Gritos furiosos, más que un himno de la alegría, suenan sobre la avenida Córdoba. “Que se vayan todos, que no quede, ni uno solo”; “Se va presa, Cristina, se va presa”; “Borom, bom, bom, el que no salta, es un ladrón”. Pegadito a la valla, a la espera del “Peluca”, aguarda Andrés, laburante del marketing: “Quiero dólares, que lluevan dólares, que saquen el cepo. Laburo desde acá para afuera, no me alcanzan los 200. Seguro los políticos pueden comprar más, queremos libertad”. “Yo también quiero plata, la que me robaron los K. Que vaya presa la jefa, con eso está bárbaro”, queda satisfecho Santiago, comerciante oriundo de Liniers. Esperanza y prudente, se expresa María: “Sabe qué quiero, poder vivir en paz, sin inflación, que la plata me alcance, ser feliz. Estoy cansada de mentiras, ojalá Milei cumpla su palabra.”
A eso de las diez de la noche llega el discurso formal del presidente electo en el salón de actos. Milei promete que en 30 años se vuelve a la Argentina, granero del mundo. Siglo XIX, decimonónico el candidato. Y al que no le gusta, palo, palo, represión. ¡Motosierra al Estado y mercado a ultranza para conseguirlo!
Para el gran finale, suenan al taco La Renga, La Bersuit y Kapanga con su “Mono relojero”. Paradojas: Victoria Vichacruel, perdón, Villarruel, canta sin desafinar: “Se te nota fachistoide, con olor a represión. General sin uniforme….”.
“Milei, querido, el pueblo está contigo”, recibe la tribuna al economista en la calle. Flamean altas en el cielo de la noche más oscura las amarillentas banderas del León y la serpiente cascabel de Gadsden. Fiebre amarilla. El futuro presidente reza ante la masa un padrenuestro liberal-libertario: defensa de la vida, la propiedad privada y el mercado. Amén. Cierra el show del miedo con su mantra eleuteromaníaco: “¡Viva la libertad, carajo!” Entonces, los libertarios dejan el centro, aprovechan las olas y navegan rumbo a una Casa Rosada que hace agua. Naufragio en cámara lenta, diría Nicanor Parra, como todo naufragio que se respete.