El debate oral del Juicio Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús continuó este martes con la declaración de dos sobrevivientes que estuvieron en el centro clandestino de detención y exterminio “El Infierno”, Raúl Esteban Santos y Juan Velázquez Rosano, brindaron detalles de su secuestro y cautiverio, en el marco del Juicio Brigadas, en el que son juzgados represores por delitos de lesa humanidad. También se escucharon los testimonios de Mónica Beribey y Santiago Ortíz de Murúa, familiares de Blanca Ortíz de Murúa; Ana Gallart, hermana de Fernanda; y Laura Vassena Zavalla, hija de Raúl Fénix Vassen.
Juan Enrique Velázquez Rosano fue el primero en declarar. “Yo he sido privado de mi libertad, mi compañera (Elba Lucía Gándara) y mi sobrino”, se presentó. Fue secuestrado el 18 de febrero de 1977. Explicó que unos 12 militares entraron a la casa, rompieron la puerta y la ventana.
“Entraron de golpe y ni siquiera sabíamos qué estaba pasando. Estábamos con cuatro niños: Lucía (13), Juan Fabián (9), Verónica (3) y Silvina (de apenas un mes de vida)”, contó, al tiempo que precisó que las preguntas eran en torno a la pertenencia a alguna agrupación política. “Creo que nos sacaron en un Ford Falcon. Los niños quedaron en la casa. Dijeron que más tarde iban a volver por ellos”, comentó, pero explicó luego que tras un pedido del padre, se fueron a Plaza Once y se encontraron “de casualidad” con el tío y le contaron lo que había sucedido.
“A mí me llevaron a un campo de concentración que le llamaban Infierno. Había varias personas y me dijeron que no me asuste porque estaba entre compañeros. Me sacaron la capucha y quedé atado con las manos atrás con el cable de la plancha, que habían sacado de la casa. A mi señora le dieron ´submarino´ y a mí me dieron unos golpes también”, relató. “Ahí conocí a unos chilenos, a ellos los mataron”, sostuvo.
Además, mencionó que lo llevaban para escuchar las torturas que le practicaban a Elba. “Según me dijo ella, la mojaban y le daban picana”, señaló. “Pasé una o dos semanas y después me llevaron a una caballeriza en Ricchieri y Puente 12. Creo que estuve dos meses”, explicó. Finalmente, fue liberado a dos calles de su casa, en Florencio Varela.
“Los chicos han vivido en la incertidumbre. Me gustaría saber de ella”, aseguró respecto a la compañera, de quien no supo su destino final o donde están sus restos. Él vive en España junto a uno de sus hijos, los otros tres residen en Holanda. Se exiliaron tras estar refugiados por unos seis meses en un hotel de Caballito.
La siguiente fue Mónica Beribey, familiar de Blanca Ortíz de Murúa. “Era una buena hija, buena hermana, buena amiga, buena cuñada. Se preocupaba mucho por sus alumnos. Era maestra y una piba genial”, la recordó, y mencionó que ayudaba a su padre con los hermanos mellizos. “Era un ser divino, muy cariñoso”, apuntó. Ella era delegada gremial de CTERA.
Fue secuestrada el 28 de octubre de 1976. “Trabajaba en escuelas humildes y estaba haciendo fotocopias para los nenes, porque había chicos que no podían comprar libres. Escuchó un ruido y le dijo a la mamá ´me vienen a buscar´. Saltó un tapial y estuvo un tiempo en la casa de un vecino, pero como vieron que estaban llamando en todas las puertas, se fue. Ahí la detuvieron. La metieron en un coche”, contó, de acuerdo al relato de sus propios suegros.
Luego fue el turno de José Santiago Ortíz de Murúa, pareja de Mónica y hermano de Blanca, “Tras el secuestro, comenzó el derrotero nuestro por saber lo que pasó”, aseguró. “Mis padres fueron al Consulado español, posteriormente mi madre empezó con las rondas de Plaza de Mayo. Se hicieron cosas en los colegios en los que trabajaba tratando de encontrarla”, apuntó.
El cuarto testigo fue el sobreviviente Raúl Esteban Santos. “En la Brigada (de Lanús), había cinco calabozos, donde estábamos hacinados, encapuchados y atados de pies y manos. Se escuchaban gritos. Pasan todas las noches sacando de a uno para las torturas“, recordó. Fue liberado en Camino de Cintura, a la altura de Banfield, desnudo y maniatado.
Era militante de la Juventud Peronista y ya lo habían ido a buscar en dos oportunidades antes de este secuestro. “Me pedían nombres, tenían todo muy aceitado, de compañeros que existían, que han desaparecido”, recordó.
Laura Vassena Zavalla, hija de Raúl Fénix Vassena habló de un “trabajo artesanal” en la reconstrucción de la historia familiar, en la que aún hay “huecos”. “Mi papá salió a andar en bicicleta el 22 de noviembre de 1976 y no volvió más”, dijo, pero aclaró que hay mucho más que eso y mencionó algunos datos que fue recabando con el correr del tiempo. Permanece desaparecido.
“Mi papá figura en los listados de desaparecidos y pasados 20 años me llaman del Equipo de Antropología Forense para ver si podíamos aportar algo. Con mi hermano, fuimos y dejamos muestras de sangre”, contó. Era militante de la Juventud Peronista y formó parte de Montoneros.
Agradeció la convocatoria para brindar su testimonio en este juicio porque ella no es querellante. “Es importante saber que hay un Estado, un sostén y una red cuando los familiares no queremos o no podemos”, sostuvo la mujer. Y mencionó “lo terrible que es que una persona decida el momento de la muerte de alguien”, aludiendo al relato de la madre para explicarles, a ella y sus hermanos, que su padre no iba a volver.
Admitió que sintió “culpa” porque cuando su padre desapareció, ella tenía 3 años y sus hermanos no tuvieron la posibilidad de “ser alzados durante tres años”. También habló de “enojos con las decisiones” por parte de su hermano mayor. “Hubiera preferido tener un papá que le enseñe las ecuaciones”, apuntó. Y graficó “el nivel de huecos de la memoria” al advertir que no sabían la fecha de cumpleaños de su padre.
“A la hora de contarle la historia de su abuelo a nuestros hijos, ellos dos no pudieron. Yo puedo hablar con mi hija de 9 años y mi pareja”, explicó, y evocó su infancia y como su madre la consideraba “el sostén”. En continuidad con las consecuencias también mencionó que los tres hermanos sufren enfermedades autoinmunes.
Por últimos fue el turno de Ana Gallart “Mi hermana Silvia Fernanda Gallart fue secuestrada y continúa desaparecida. Fue el 3 de julio de 1976 en la casa de General Rodríguez”, dijo para comenzar su testimonio. “Lo último que escuché fueron los gritos de Fernanda cuando se la llevaban“, finalizó