«La gente no vota por cosas abstractas, vota por su bienestar», pontificó este viernes el consultor estrella del PRO Jaime Durán Barba. Lo escuchó un centenar de candidatos, todos reunidos en Parque Norte por la alianza Cambiemos para la primera jornada de «bajada de línea» en vísperas de la campaña que ya arrancó, pero que iniciará formalmente el 14 de julio próximo.
El aforismo electoral que lanzó el gurú ecuatoriano revela una de las vallas que la administración del presidente Mauricio Macri todavía no logra sortear y definió los contornos de la campaña que se avecina. Sin resultados económicos palpables que mejoren el bolsillo del electorado, el gobierno profundizará la polarización con el kirchnerismo y buscará consolidar el núcleo duro de votantes del PRO, especialmente en el Conurbano bonaerense, donde la política económica del oficialismo provoca verdaderos estragos en los sectores más postergados.
Dentro de esa estrategia, uno de los puntos críticos de esa polarización deseada gira en torno al aprovechamiento mediático y discursivo del oficialismo sobre la represión contra piquetes, movilizaciones y protestas sociales que desafíen el control policial del espacio público.
La oposición ya asumió que esos serán los ejes de la campaña oficialista. «El gobierno está buscando agudizar la grieta, y la división amigo-enemigo para construir consenso sobre un escenario de conflictividad social para preservar el núcleo duro de votantes en Provincia», analizó, por caso, un vocero del líder del Frente Renovador Sergio Massa. En el equipo de campaña del tigrense evalúan que, al calor de la crisis económica, «hay un 65% de encuestados que no adhieren a Macri o a Cristina, y están mucho más concentrados en los golpes que les provoca la situación económica»
Números oficiales.
Las encuestas que el gobierno encargó en territorio bonaerense anuncian unas PASO muy reñidas, cabeza a cabeza, con un virtual empate técnico del 35% de los sufragios entre los candidatos del oficialismo y la figura de CFK. Los números que circulan en los escritorios de la Casa Rosada no coinciden con las certezas de victoria que mostraron los socios de la alianza como Elisa Carrió (Coalición Cívica) o el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
La conquista de la polarización deseada estará en manos del gobierno, y no de los principales candidatos bonaerenses de Cambiemos, que insistirán en una agenda «propositiva» para «no confrontar con CFK». El tono suave que adoptarán los candidatos no será el que utilizarán desde la Casa Rosada. En el Ejecutivo buscarán todos los recursos posibles para apuntarle diariamente al kirchnerismo. Dentro de ese abanico, la utilización de las fuerzas de seguridad será clave para generar escenas de alto impacto, como el despligue represivo que la Policía de la Ciudad desató el miércoles pasado durante un corte total de la Avenida 9 de Julio encabezado por la organización Quebracho. «Acá no hay secretos, la gente está harta de los cortes y estamos haciendo lo que hay que hacer», acotó tajante un funcionario consultado con el libreto de campaña en la mano.
Sin embargo, el endurecimiento de la represión contra la protesta social es cada vez más protagonizado por efectivos de civil que operan bajo la coordinación de un mando unificado que responde, directamente, al presidente, a su ministra de Seguridad Patricia Bullrich, al alcalde Larreta y a Martín Ocampo, titular de la cartera porteña en la materia. Como si fuera un comité de marketing político para los despliegues represivos, la escena posterior a la acción de los hidrantes, las balas de goma y la persecución de los manifestantes, consiste en la difusión de versiones que, invariablemente, ligan cada reclamo al kirchnerismo. Un esquema de campaña donde los voceros oficiales hablarán de todo, menos de economía y de un malestar social que, detrás del libreto electoral, el gobierno conoce, estudia y niega. «