A largo plazo, Facundo (Ferreira) soñaba con jugar al fútbol en las grandes ligas, comprar una gran casa para su abuela y construir un comedor para los chicos de su barrio. A corto plazo, esperaba ansioso la segunda semana de marzo para comenzar su vida de escuela secundaria en la escuela de su barrio, Juan XXIII. Tenía 12 años cuando en la madrugada del 8 de marzo de 2018 una bala de la policía de Tucumán le atravesó la cabeza y lo mató.
Los responsables son los policías Mauro Díaz Cáceres (quien disparó la bala que mató a Facundo) y Nicolás Montes de Oca, que está preso porque en septiembre del año pasado en su franco salió a robar en una moto. La familia de Facundo espera que la causa se eleve a juicio oral para, dentro del dolor, poder sentir al menos que se hizo justicia.
«Mi sueño es que esos policías estén presos. Él va a descansar en paz cuando eso pase. Yo lo sueño siempre y él me pide que no llore, que esté tranquila, pero no voy a estar tranquila hasta que estén presos. Queremos que los saquen de las fuerzas policiales», le dijo por teléfono Mercedes Ferreira, abuela del nene, a Tiempo Argentino.
El viernes fue ella, junto a Romina, la mamá de Facundo, y sus tías Rita y Malvina, quienes encabezaron la marcha a Tribunales tucumanos para pedir justicia. Mercedes dijo que cada vez que llega allí y ve a la policía con sus uniformes siente una gran impotencia, pero que también le pasa que varios oficiales se acercan y le dicen que no son todos iguales, que cómo van a matar a una criatura, que va a haber justicia, y que entonces ella se pregunta «¿cuándo?».
Desde que tenía un año, Facundo vivió con su abuela Mercedes, hasta esa madrugada en la que salió con otro amigo y se cruzó con las fuerzas policiales que llevan años hostigando a los chicos de los barrios tucumanos. En el momento del asesinato, los policías, luego de tenerlo mucho tiempo al nene tirado en el asfalto, llamaron a la ambulancia para denunciar un accidente de tránsito. Fue la familia quien descubrió que se trataba de un disparo en la cabeza.
Los oficiales declararon que los iban persiguiendo porque los chicos les habían disparado a ellos. Sin embargo, el barrido electrónico comprobó que los niños jamás habían disparado contra los agentes, un video muestra que la persecución se inicia sin ningún motivo. Los análisis toxicológicos señalaron que los oficiales habían consumido cocaína y la autopsia indicó que Facundo recibió el disparo en la nuca, pero que antes recibió al menos once impactos de balas de goma en su espalda. Además, en el lugar se encontró sólo un arma: la reglamentaria de los policías.
Esas pruebas no sirvieron para desarmar el discurso que rápidamente bajaron desde el gobierno de Tucumán. «¿Qué hacían los chicos armados?», dijo el exgendarme y actual ministro de Seguridad, Claudio Maley. Desde Nación, la ministra Patricia Bullrich, avaló el accionar policial, pese a las pruebas. Es más, Maley armó una sorpresiva reunión con los familiares de Facundo donde les ofreció un subsidio (que no aceptó) a la abuela. También sugirió instalar una panadería en su casa. «Disculpe ministro, pero si a usted le matan un hijo, ¿usted lo cambia por un kilo de pan?», le respondió Mercedes. Maley no respondió. Tampoco se disculpó.
«El gobierno se portó mal, nos dieron la espalda. Con un homicidio agravado, los policías al menos tendrían que estar fuera de servicio. Antes de fin de año pasado, los amigos de Facundo encontraron a su asesino cuidando una heladería. Como los chicos lo señalaron y comenzaron a insultarlo, se metió en el baño. Inmediatamente llegó un patrullero para rescatarlo. Vimos las fotos que le sacaron cuando salió para escaparse. Tenía el arma reglamentaria y una escopeta», contó la abuela de Facundo. «