El homenaje fue austero y cargado de simbolismo. Apenas una placa con dos palabras: “Chicha Mariani”. Un cartel que se fijó en una de las paredes del estudio de la emisora Radio Caput. La inscripción cumplirá una función para conductores y periodistas. Es la prueba de un compromiso asumido: el de defender los intereses populares. El bautismo del estudio de transmisión con el nombre de María Isabel Chorobik de Mariani apretujó en un departamento de la calle Talcahuano a personas que la conocieron y la trataron mucho. Que compartieron momentos importantes. Estuvo Hebe de Bonafini, quien hizo uno de los discursos. “Una hermana, una amiga, una compañera”, la definió.

‘Chicha’ fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, organización de la que luego se apartó. Toda su vida estuvo signada por la búsqueda de su nieta Clara Anahí. En noviembre de 1976, la bebé de tres meses fue robada por un grupo de tareas de la dictadura. Su abuela paterna no pudo reencontrarse con ella. Reconocida como una de las pioneras de las marchas de los jueves alrededor de la Pirámide, Chicha fue clave en el hallazgo de otros nietos apropiados. Adultos que hoy rondan los 40 y que, por el esfuerzo y la investigación de tantos, lograron recuperar su identidad.

La convocatoria hasta Radio Caput tenía condimentos particulares desde el propio escenario elegido. Las instalaciones funcionan en las mismas oficinas que antes eran un estudio jurídico: a ese lugar solía concurrir la propia Chicha cuando presionaba por la anulación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final e indultos. El miércoles por la tarde, junto a Hebe, en ese inmueble se dieron cita Elsa Pavón, abuela de la primera nieta recuperada y titular de la Asociación Clara Anahí; Rosa de Camarotti, también de la Asociación Madres de Plaza de Mayo; la fiscal de instrucción Cristina Caamaño; los jueces Alejo Ramos Padilla, de la Cámara Federal de Mar del Plata, y Juan Ramos Padilla, del Tribunal Oral 29 de la ciudad de Buenos Aires.

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(Foto: Daiana Bersi)

La lista de presencias se completaba con el abogado Pablo Llonto, habitual querellante en estas causas;  la nieta recuperada Victoria Moyano; la psicoanalista Ana María Careaga, cuya madre -Esther Ballestrino de Careaga- fue una de las secuestradas en la Iglesia de la Santa Cruz por los represores de la ESMA; los dirigentes políticos Oscar González (socialismo) y Lía Méndez (Partido Humanista), entre otras personalidades.

Director de la radio, autor de la biografía de Chicha publicada en el año 2006 (editorial Agebe), el periodista Juan Martín Ramos Padilla fue el promotor de la idea. “Hoy podemos ver a un montón de genocidas en la cárcel. Pero en algún momento muchos veían esa cuestión como una causa perdida. Decían que no se iba a lograr que las leyes de impunidad fueran anuladas y que empezaran los juicios. Pero no fue así. Hoy podemos ver a un montón de genocidas en la cárcel. Entonces, aquello que hoy parece imposible es por lo que nosotros tenemos que pelear. Todos ustedes saben lo que le están haciendo Mauricio Macri, el neoliberalismo, a la Argentina. No podemos permitir que este gobierno siga haciendo daño. Lo tenemos que revertir”, exhortó en la intervención de cierre. Su arenga despertó aplausos y algún grito de aprobación.  

Cuando le tocó hablar a Hebe, la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo tomó el micrófono y permaneció sentada en su silla. Enfrente suyo, sobre una pared blanca, se veía un retrato a la carbonilla de Azucena Villaflor. Hebe hizo entonces un repaso de la vida de Chicha. Contó anécdotas. Y planteó que la abuela de Clara Anahí tendría que haber permanecido en la conducción de Abuelas.

“Fue una mujer muy humilde y por eso no peleó el lugar que tendría que haber peleado. Yo siempre lo digo, no tengo vergüenza: Chicha merecía seguir siendo la presidenta de Abuelas. Porque hizo un laburo muy grande. Y sufrió mucho con lo que pasó.  Por eso, nuestro compromiso, desde este día (por el miércoles), debe ser nombrarla en cada acción y en cada acto: para que los jóvenes sepan quién fue”, subrayó.

Hebe remató su testimonio con la descripción de escenas cotidianas. “Con Chicha vivimos una en la esquina de la otra. Después, cuando nos fuimos las dos a City Bell, por casualidad nos mudamos a una cuadra de diferencia. Al final, también por casualidad, vivíamos a dos cuadras. No sé por qué la vida nos juntó. Porque no nos pusimos de acuerdo para comprarnos la casa. Pero sí nos pusimos de acuerdo en muchas cosas. Ella era también una gran artista. Tenía toda la vajilla pintada por ella misma, al igual que sus cuadros. Y cuando (los represores) pasaron por su casa, los hicieron pedazos con un martillo, en la bañadera. Eso son ellos. Por eso no quiero recordarlos. Quiero hundirlos en la basura que son. Nosotros, por el contrario, tenemos que reivindicar a los luchadores. A nuestros hijos revolucionarios y a las mujeres como Chicha”, remarcó.

El dolor y la lucha

En el inicio del acto se habían escuchado reflexiones sobre la fuerza y la capacidad que fue desarrollando Chicha para “tramitar el dolor de la pérdida y transformarlo en lucha”. “Las Madres, que están acá, las Abuelas, como Chicha, aprendieron a ser con el dolor, no sin él. Y en ese aprendizaje nos enseñaron a todos y todas a transformar ese dolor en lucha”, analizó la psicóloga Careaga, quien estuvo secuestrada cinco meses en el centro clandestino Club Atlético en condición de detenida-desaparecida. Corría el año 1977 y ella tenía 16 años.

La nieta recuperada Victoria Moyano eligió poner el foco sobre los matices de la personalidad de Chicha. “Además de ser una persona fuerte, luchadora, firme y avasalladora, era una abuela súper cálida. Ella nunca se olvidó de ser, con nosotros, los nietos, sumamente cálida. Se iba de viaje y se acordaba de traernos los regalos de cada viaje. Y así como muchos de ustedes vieron los regalitos que le traía a Clara Anahí, yo no puedo olvidar los regalitos que nos traía a nosotros”, rememoró.

Amiga personal de Chicha y sucesora al frente de la organización Clara Anahí, Elsa Pavón contó simplemente lo que sentía. “No hay palabras para definir a Chicha en mí. Mis sentimientos hacia ella son muy especiales. Todavía no puedo aceptar, en mi interior, o como digo yo, de la boca para adentro, su ausencia. Tal vez por eso todavía no pude llorar. Porque pienso que está en todo lo que estamos haciendo. Nosotros vamos a seguir el camino que nos ha marcado en nuestra institución, por un lado, y en la vida. En lo que nos cuesta y en lo que nos resta de vida”, se confesó desde el micrófono.

La nuera de Chicha, Diana Teruggi, fue asesinada en La Plata junto a otros militantes montoneros en un operativo represivo, a cargo del Primer Cuerpo de Ejército y la Policía Bonaerense, en noviembre de 1976. Ese día se llevaron a la hija de Diana y nieta de Chicha.  Los miembros del grupo de tareas nunca revelaron qué pasó con la niña, un bebé de tres meses. El hijo de Chicha y padre de Clara Anahí, Daniel, a quien familiares y amigos también llamaban ‘Polsky’, fue asesinado en 1977.

En su novela testimonial La casa de los conejos, la escritora argentina residente en Francia Laura Alcoba relata la historia de lo que pasó en la vivienda familiar Mariani-Teruggi. En esa casa funcionaba una imprenta clandestina que imprimía la publicación Evita Montonera.