Karina Almirón es técnica de Anatomía Patológica especializada en Inmunohistoquímica y hace 15 años que trabaja en el Hospital Posadas. El martes 16 de enero su rutina fue interrumpida de la peor manera: no pudo entrar a trabajar porque la habían echado.
Karina es una más de las 122 personas que quedaron en la calle por decisión de la Dirección Ejecutiva del hospital, a cargo del médico Pablo Bertoldi Hepburn. El directivo no expuso ninguna explicación. Apenas ordenó publicar una resolución con los nombres de los trabajadores a los que no se les renovarían sus contratos.
Karina publicó un emotivo texto en las redes sociales como desahogo pero también para informar que el de ella era un puesto clave dedicado a determinar qué tipo de tratamiento deben seguir los pacientes con cáncer. Por si eso fuera poco no existen muchos profesionales capacitados para cubrirla.
A continuación reproducimos el testimonio de Karina:
Entré a trabajar en el hospital Posadas en el año 2002, reemplazando a técnicas que se habían ido a vivir al extranjero por la crisis del 2001, soy técnica de anatomía patológica especializada en inmunohistoquimica, el estudio que hago permite determinar qué tratamiento se hace a cada paciente con cáncer y otras enfermedades. Profesión que elegí a los nueve años cuando una prima mía de 11 falleció por un tumor cerebral.
Tengo dos títulos terciarios y formación en bioseguridad, gestión de calidad y manejo de equipos. Rechacé puestos de trabajo en Casa Cuna, en el Roffo, en el Sommer, porque no quería renunciar al Hospital Posadas, a mí Hospital. A pesar de las condiciones de trabajo y el sueldo miserable, porque sabía que del otro lado había pacientes esperando un resultado. Yo misma me enfermé de cáncer en el 2005, y supe en carne propia lo que es esperar el resultado para definir un tratamiento.
Seguí apostando a defender y sostener la salud pública, porque es un derecho básico y universal que a ningún ser humano puede ser negado. En estos años vi pacientes que fueron a cuatro hospitales diferentes antes de llegar al Posadas.
Vi gente humilde romper la receta al salir porque no tenían plata para comprar el remedio. Pacientes que venían caminando desde muy lejos porque no tenían para viajar. Gente en situación de calle buscando refugio y comida en nuestro hospital. Vi mujeres víctimas de violencia de género buscando ayuda. Vi compañeros que dieron literalmente su vida, como Emanuel García, tirado al vacío por un paciente psiquiátrico, o compañeros que murieron por enfermedades causadas por el estrés y la insalubridad de nuestro trabajo.
Estuvimos al pie del cañón durante la gripe A, el accidente ferroviario de Castelar y dimos respuesta a miles de contingencias sanitarias. Conmigo despidieron a enfermeros de terapia intensiva pediátrica, de unidad coronaria, de hematooncologia pediátrica. Están vaciando el hospital, privatizando sectores y luego vendrá el arancelamiento a los pacientes. En definitiva, las consecuencias del ajuste la paga el pueblo pobre. No tenemos que permitirlo. Por nosotros, por nuestros hijos, por los pacientes, porque el Hospital Posadas es parte de nuestras vidas.