Juan Bautista Alberdi, alejado ya de las fábulas de Mitre sobre la Historia Argentina, escribió: «La Revolución de Mayo fue un momento de la revolución hispanoamericana, ésta, a su vez, un momento de la Revolución democrática española de 1808 y ésta, lo fue de la Revolución Francesa de 1789».
Esta interpretación de la revolución fue recogida por Manuel Ugarte, José León Suárez, Julio González y otros historiadores en desacuerdo con la versión mitrista que la presenta como una revolución antiespañola, independentista y buscando el comercio libre, cuyo programa residiría en La Representación de los Hacendados que reclamaba el comercio libre al virrey, en 1809 y que, además, por razones tácticas, ocultaba su propósito de independizarse de España jurando lealtad al rey cautivo Fernando VII («La máscara de Fernando»).
En esta versión oficial, implícitamente, se trataría de un movimiento probritánico, a través del cual la «gente decente» de Buenos Aires daba su primer paso hacia el liberalismo económico y su Graciosa Majestad, bajo la protección de lord Strangford y recibiría la bendición de George Canning y el empréstito de Baring Brothers en los años veinte, mediante la gestión de Rivadavia, el antecedente de Mitre. Así se difundió en las escuelas argentinas durante muchos años.
Pero ahora sabemos por documentos de la época que la revolución se extendió entre 1809 y 1811 en toda Hispanoamérica, que en la mayoría de los casos se juró por Fernando VII (por entonces, progresista) no evidenciando propósito separatista, que la España revolucionaria de las Juntas no intentó reprimirlas, que la bandera española flameó en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1813, que la mayoría de los revolucionarios eran hijos de españoles y no de los pueblos originarios sometidos por la conquista, que había dos españoles en la Junta de Mayo, un español en el Segundo Triunvirato y que era catalán el autor de la música del himno, que la revolución democrática española declaró que esas tierras no eran colonias sino provincias de España y que convenía que desplazasen a los virreyes y que enviaran delegados a la convención constituyente a realizarse en Cádiz con los mismos derechos que las demás provincias (Declaración de la Junta Central de España, del 22 de enero de 1809) y que el Congreso de Tucumán, en 1816, declaró la Independencia recién cuando en España había vuelto la monarquía y ahora sí mandaban flotas a recuperar lo que consideraban colonias.
Una carta de Posadas a San Martín (18 de julio de 1814) le comenta que Fernando VII es nuevamente rey de España pero ha abandonado sus ideales de democratización, perseguido a los liberales y dispuesto a reponer la monarquía y por consiguiente sus colonias, de lo cual se deduce que hay que independizarse para no caer nuevamente bajo el absolutismo. Entonces, San Martín apura al Congreso de Tucumán para declarar la independencia y darse bandera celeste y blanca, pero le da a su ejército (nutrido por criollos, chilenos y españoles democráticos) una bandera distinta hispanoamericana con la cual seguirá luego a Perú para intentar liberar a toda la Patria Grande, con el mismo objetivo de Bolívar, venezolano, colombiano y ecuatoriano.
Nace así la lucha por la Patria Grande que ya retomó Felipe Varela y tantos otros, hasta Eduardo Wilde a quien se muestra como escéptico (autor de un artículo en defensa de «Los Descamisados» porque «los mitristas nos robaron la camisa»), y después Ugarte, Blanco Fombona, Martí y años después, Chávez, Kirchner, Lula, Cristina, la Unasur, la Celac y todo lo que ya sabemos hoy, solo explicable si entendemos bien el ayer, para lanzarnos hacia el mañana. Ahora sí es posible que la maestra le diga al alumno:
No, querido, la patria no tiene dos cumpleaños: 1810 y 1816, no nació dos veces. Tiene uno solo y lo comparte con el resto de la Patria Grande. Lo demás fue una picardía proinglesa de Mitre, Grosso, Levene, Astolfi y tantos otros argentinos colonizados.
En resumen, Mayo fue para elegir nosotros nuestras autoridades (democracia) y julio de 1816 fue la ruptura, la independencia.
Después vino la dependencia y la deuda externa que nos exprime y somete, como ahora. Lo que venga después será obra nuestra, bajo la consigna «Seamos Libres». <