De un lado y del otro coinciden en que ésta es una “crisis distinta”, dentro del oficialismo. Las diferencias son políticas y metodológicas. Acusaciones sin fundamento salen de las dos usinas. Mientras que el presidente Alberto Fernández espera hasta el viernes, cuando se haya votado en el Senado el acuerdo con el FMI, para entrar “en guerra” contra la inflación, en el kirchnerismo se preparan para una “resistencia” prolongada contra las políticas del Fondo y su espada trimestral de Damocles.

Entre los ministros “albertistas” están los que quieren romper el Frente de Todos y expulsar de los organismos estatales a los dirigentes alineados con la vicepresidenta Cristina Fernández, pero también están los que saben que la unidad del Frente de Todos es condición para que el presidente llegue competitivo a 2023.

De hecho, “los conciliadores” evalúan que hay dos factores clave que por ahora mantienen la unidad. Por un lado, afirman, «la clara conciencia de Alberto y Cristina de que no tienen destino personal o manera de explicar una ruptura. Incluso, si mañana se pierde la elección, es mejor que no haya sido responsabilidad de esa ruptura. Ninguno de los dos quiere cargar con eso”.

El segundo factor, opinan, es la relación personal que mantienen. “Son casi familia y eso juega a favor”, evalúan. Sin embargo, ese vínculo es el que está dañado. La falta de pronunciamiento público del presidente ante el ataque al Senado de la Nación, fue -y sigue siendo- corrosivo a ese vínculo personal, pero también al institucional, ya que falta la condena presidencial al ataque al edificio que representa uno de los poderes del Estado.

Convivencia o paz armada

“Es necesario que el acuerdo salga, que Alberto pueda cobrar el acuerdo y ponerlo en valor, en clave de fortaleza política y encontrar la manera de recomponer el vínculo con ella”, se esperanza un ministro conciliador. Tras la crisis del año pasado, los ministros que oficiaron de cancilleres fueron Eduardo “Wado” De Pedro y su par de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. Esta vez, ese vínculo también está roto.

Ministros “librepensadores, de poco volumen”, los mismos que proponían aceptarle la renuncia de “Wado”, son los que sostienen que hay que “marcar la autoridad de Alberto”, critican. Aunque dan cuenta de que el presidente no termina de entender cuál es la jugada del kirchnerismo y qué puede ganar con sus movimientos rupturistas.

Es que con el correr de los días, las acusaciones mutuas entre el Movimiento Evita y La Cámpora sobre la autoría del ataque al despacho de la vicepresidenta, ambos rumores intencionados que tienen cero vinculación con los resultados de la investigación judicial.

Por lo pronto, los organismos de derechos humanos fueron este martes a visitar a la vicepresidenta, y le hicieron saber su deseo de continuidad de la unidad. No cayeron bien estas sugerencias en los oídos de Cristina Fernández, quien enfatizó que es el presidente el que desoye sus opiniones.

Por lo pronto, de un lado y del otro saben que, después de la votación de este jueves, la única posibilidad de continuar con ciertos niveles de unidad es un acuerdo entre Alberto y Cristina, y que luego baje la orden de convivencia, ya sea, política o de paz armada.