El arma que falló al momento de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner había sido disparada recientemente. O sea que no sólo tenía «aptitud para disparar» sino que efectivamente había salido una bala de su cañón hace poco. Las cinco balas que contenía el arma también eran «idóneas». No eran balas de salva.
Esos datos, que terminaron de confirmarse el viernes por la noche, demuestran una vez más que la vicepresidenta está viva de milagro.
Los peritajes arrojaron, además, que no es un arma descuidada ni vieja. Fue fabricada entre mediados y fines de los ’70 y funcionaba adecuadamente. Y las dos cajas de balas secuestradas en el domicilio en el que vivía Fernando Sabag Montiel también son actuales. Prueba de ello es la marca de los proyectiles: » Magtech no es un fabricante muy antiguo», dijo a Tiempo el perito balístico Rubén Martín. Se trata de balas 9 milímetros, fabricadas para utilizarse –añadió el perito- en una Bersa calibre 32 como la utilizada por Sabag Montiel.
Hay una sola razón para explicar por qué la bala no salió del arma: no estaba en recámara. Si un arma con un cargador colocado no tiene bala en recámara no disparará así se accione el gatillo cien veces. Es necesario el movimiento clásico de tirar hacia atrás la corredera para que la bala llegue a la recámara. El frustrado homicida no hizo ese movimiento, o lo hizo mal.
Hay una tercera posibilidad: no tenía intención de matar. Pero eso (que sólo él puede saber, y no ha declarado hasta ahora) no lo exime judicialmente de la intención de matar. Quizá el buen defensor oficial que le ha tocado, Juan Martín Hermida, oriente su defensa hacia la figura de la «intimidación pública», que tiene una pena que va de los dos a los seis años de cárcel.
Difícilmente prospere esa eventual estrategia de defensa. Nadie intenta causar conmoción utilizando para ello un arma cargada.
La jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo tienen abierto todo el abanico de posibilidades en torno al ataque, incluida la hipótesis del autoatentado, formulada impúdicamente por algunos personajes del arco opositor. Pero de momento no aparecieron elementos que vinculen al agresor con un grupo organizado, ni tampoco como receptor de una instigación tradicional.
De las filmaciones de los domos de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires se desprende que Sabag Montiel llegó solo a las cercanías de la casa de Cristina Fernández de Kirchner. Y que disimuló su presencia entre la multitud que, con la atención puesta en la vicepresidenta, no reparó en su presencia ni en su peligrosidad. De eso debieron haberse ocupado sus custodios y no lo hicieron. Allí también puso la lupa la jueza (aunque ya hay dos denuncias específicas). ¿Se trató sólo de un pésimo accionar de la custodia? «No se descarta ninguna hipótesis», repiten los investigadores.
¿Qué pena podría caberle a Sabag Montiel? Dependerá del delito que se le impute. La investigación se orienta hacia el homicidio agravado. ¿Agravado por qué? Por insólito que parezca, el intento de asesinar a CFK tal vez no sea lo suficientemente grave como para aplicar la figura del homicidio agravado.
Según el Artículo 80 del Código Penal, para que un homicidio sea agravado debe darse alguno de 12 requisitos: que sea un pariente directo; que haya alevosía; odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual; un peligro común; la participación de dos más personas; para ocultar otro delito; contra o cometido por un miembro de una fuerza de seguridad; a un mando militar en una guerra; por violencia de género o para causar sufrimiento a una pareja o expareja.
Ninguno parece caberle a la conducta de Sabag Montiel. Si la condena final fuera por homicidio agravado tentado, la pena podría superar los 20 años de prisión. En cambio, y a modo de conjetura, si fuera homicidio simple en grado de tentativa, la pena mínima podría ser de cinco años y tres meses de cárcel y la máxima, 12 años y medio. En cualquiera de esos casos, Sabag Montiel podría volver a estar libre dentro de unos pocos años.