El presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, abrió hoy el “año judicial” con un discurso de ocasión en el que, no obstante, reconoció un reclamo silente de la sociedad: “Existe la sospecha de que servimos intereses diferentes al derecho”. A partir de ese reconocimiento, convocó a una “épica de los cambios modestos”, llamó a “prescindir de estridencias y personalismos”, y convocó a todos los jueces a ser “refractarios a todo interés personal, ideológico y político y a todo interés que no sea el imperio del derecho”.
Ante un auditorio que también mostró las fisuras en el Poder Judicial (estuvieron sólo tres jueces federales de primera instancia, Sergio Torres, Daniel Rafecas y Sebastián Casanello), Rosenkrantz reconoció que existe una “crisis de legitimidad compleja” y que el camino para revertirla necesita de “coherencia” de todos los magistrados, en un camino que anunció “largo” y repleto de “dificultades”.
“Pero se logra”, se esperanzó. “Debemos demostrar que no nos servimos del derecho sino que servimos al derecho”.
El proceso de reversión –anunció- será paulatino, lento. “Para mejorar es a veces mejor ir despacio”. ¿Cuán despacio? “No podemos demostrarlo en uno o dos años”. Pero exigió constancia en “mostrar que no servimos a ningún otro interés que el derecho”, porque “cualquier claudicación será vista como que en los jueces no se puede confiar”.
En el salón central del cuarto piso del Palacio de Tribunales, el auditorio variopinto se compuso por casi todos los camaristas de Casación Federal, los de la Cámara Federal –con excepción de Martín Irurzun- y representantes del Poder Ejecutivo como el ministro de Justicia, Germán Garavano, quien aguardó el inicio del acto en un salón contiguo y sólo se sumó al auditorio segundos antes de que comenzara a disertar el presidente de la Corte.
Entre el público estuvo el periodista Daniel Santoro; había butacas reservadas para otros profesionales de la comunicación como Luis Majul, Diego Cabot, Gerardo “Tato” Young e Ignacio Zuleta. En cambio no hubo reservas (ni presencia) de dirigentes políticos.
Sorprendió la imagen del expresidente de la Corte Ricardo Lorenzetti sentado en un extremo de la fila de sillas en la que estuvieron los cinco ministros del alto tribunal. Durante más de una década Lorenzetti fue la figura central de actos como el celebrado este mediodía.
El tono del discurso de Rosenkrantz fue genérico. Ninguna alusión a reclamos –principalmente presupuestarios- al Poder Judicial, ni mención a las causas de las fotocopias de los cuadernos y la presunta asociación ilícita que investiga el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla. Tampoco una defensa corporativa de los jueces ante las embestidas del poder político contra los magistrados que rompen los libretos.
Con todo, para Rosenkrantz “la confianza en el Poder Judicial sólo se ha perdido parcialmente”, por lo que es necesario recuperarla.
“La confianza en nuestra instituciones, de la que depende la posibilidad de vivir en un Estado civilizado, es un bien frágil”, argumentó.
El titular del máximo tribunal juzgó que la tarea de la magistratura «debe estar sujeta a reglas de evaluación claras», y destacó que es necesario encarar medidas para «recuperar legitimidad y terminar con la percepción de que los jueces son poderosos por oposición a que son justos».
«La magistratura debe poder evaluarse por standares objetivos. El Poder Judicial no avanzó lo suficiente en ese sentido para recuperar confianza y legitimidad», puntualizó en un mensaje que transitó el tono de la autocrítica.
Rosenkrantz evaluó que la «desconfianza» de los ciudadanos hacia la Justicia «nació porque sospechan que sirve a intereses ajenos al derecho». Y reforzó: «Debemos mostrar que somos instrumentos de la Constitución y la ley; que somos refractarios a intereses ideológicos y políticos por fuera del imperio del derecho».
En ese sentido, el magistrado consideró que «demostrar que el derecho es el único interés lleva tiempo», y destacó que «es imposible recuperar la confianza con logros aislados».
«La constancia nos cuesta a los argentinos; suena crudo. Esto requiere que todos los jueces seamos coherentes en todos los ámbitos», subrayó.
Y agregó: «No todo lo que establecen las leyes es popular. La legitimidad de los jueces no se agota en el modo de elección sino que depende crucialmente del modo en que decidimos y de las razones que invocamos para el apoyo de nuestra decisiones. No es quien gana o quien pierde».
«Nuestras decisiones no pueden ser ad hoc, deben estar estructuradas por principios aunque el resultado sea antipopular. Este es el camino para recuperar confianza y legitimidad. Tenemos un camino largo por delante porque una vez rota la confianza es difícil de reconstruir. La confianza en el Poder Judicial se perdió parcialmente y recuperarla es posible, hay que prescindir de personalismos», completó.