El clima que atraviesa el oficialismo es de cautela. Estas elecciones de medio término son leídas desde Casa Rosada como un plebiscito a la gestión, pero también como una oportunidad para avanzar con políticas públicas que hasta el momento tuvieron dos escollos: la pandemia y la falta de quórum propio en la Cámara de Diputados. Atrás en el tiempo quedó la tan mentada reforma judicial, excluida del proselitismo oficialista, pero que el propio Alberto Fernández puso sobre la mesa en el cierre de campaña: “En este gobierno ya no tenemos más espías al servicio de los jueces, ni espías espiando a los argentinos, ni operadores oficiales metidos en los despachos comprando jueces y voluntades”, dijo, rodeado de dirigentes de todo el país.
Alberto y Cristina se dividieron el trabajo durante la campaña. Mientras el presidente hizo una gira por las distintas provincias, la vice se focalizó en el Conurbano. Es la misma estrategia que los llevó al triunfo en 2019: la unidad entre el núcleo duro kirchnerista, más los sectores de centro a los que apeló siempre el presidente.
En el escenario de cierre se subieron los gobernadores y gobernadoras más los dirigentes de las provincias donde no gobierna el oficialismo. Estaba el senador Carlos Caserio, de Córdoba, que con el FdT compite contra el único gobernador peronista no oficialista, Juan Schiaretti. También su par Carlos “Camau” Espínola, en representación de Corrientes, la provincia históricamente radical donde el gobernador Gustavo Valdés acaba de ser reelecto por el 76%, tras el episodio de violencia política que dejó como saldo a un diputado provincial baleado.
El gobernador peronista que no estuvo en Tecnópolis fue Omar Perotti, quien, según pudo saber Tiempo, se encontraba en Santa Fe, atravesado por el conflicto de inseguridad que desataron los asesinatos vinculados al narcotráfico en la ciudad de Rosario.
El oficialismo necesita sumar bancas en la Cámara Baja para lograr sancionar leyes que todavía duermen en los cajones, tales como la de etiquetado de alimentos, frenada por el fuerte lobby de las empresas, y la reforma judicial.
Otra de las iniciativas que necesita una buena relación de fuerzas a favor del oficialismo es la reforma de sistema sanitario. Será el doctor Daniel Gollán el que lleve el proyecto bajo el brazo y quien ya tuvo que salir a aclarar que no se trata de expropiar a ninguna prepaga –que atiende a un porcentaje mínimo de la población– sino integrar más y mejor el extenso pero fragmentado sistema de salud argentino, algo que en parte ya se dio, de hecho, en medio de la urgencia de la pandemia.
Otro de los ejes que apareció de manera inesperada en la última semana de campaña fue el de las propuestas de reforma laboral que planteó la oposición. Fue primero la iniciativa de pagar la mitad de un salario mínimo vital y móvil para puestos destinados a los jóvenes en boca de María Eugenia Vidal y luego el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, quien propuso eliminar las indemnizaciones como forma de crear empleo.
De la vereda de enfrente habían quedado las iniciativas impulsadas por el precandidato a diputado Sergio Palazzo, quien propuso la reducción horaria de la jornada laboral por el mismo sueldo y la sindicalización de los trabajadores y trabajadoras de las aplicaciones. Es para incorporar al trabajo registrado a los jóvenes repartidores excluidos de todo vínculo laboral con las empresas.
La búsqueda del voto joven, advertida de manera temprana por la vicepresidenta en su mención al trapero cumbiero L-Gante, en el relanzamiento del plan Conectar Igualdad en Lomas de Zamora, desató una serie de momentos disruptivos en la campaña que, con aciertos y errores, intentó apelar a la franja etaria que vio más afectada sus instancias de socialización, pero también de encuentro político-militante, tan necesarios para cualquier fuerza política a la hora de sumar nuevas voluntades.
El traspié no menor que sufrió el oficialismo durante la campaña fue la difusión de la reunión del cumpleaños en Olivos en medio de la cuarentena estricta que atravesó el país el año pasado. El efecto político de la foto fue la resta de un par de puntos en las encuestas de hace un mes.
Más allá de eso, el oficialismo se presenta unido –a excepción de Santa Fe– ante su primer test electoral frente a una oposición fragmentada en varios distritos y en plena disputa por su liderazgo entre Larreta y el fundador del PRO, Mauricio Macri.
Según cuentan fuentes oficiales, el único fantasma que asusta es la baja participación que suelen tener las PASO, y más en un contexto de pandemia menguante. Es por eso que la vicepresidenta, en su encendido discurso de cierre, advirtió este jueves: “Esto recién empieza”. «