“¿Sabés cómo te das cuenta de que cuando piden abrir escuelas les interesa poco la situación epidemiológica? Porque pidieron abrir escuelas cuando los casos subían, cuando bajaban, en el pico, en la meseta o al volver a subir”. El tuit, acompañado por un incontrastable gráfico de curvas, es de Ernesto Resnik, el inmunólogo argentino que investiga anticuerpos monoclonales en EE UU y que desde hace unos días decidió meterse de lleno en una discusión en la que todos parecen estar de acuerdo (la imperiosa necesidad pedagógica de que los chicos reciban clases presenciales), pero que bien mirada presenta, en el discurso y en las medidas, dos escenarios absolutamente disímiles: las clases con los maestros vacunados o con los maestros sin vacunar.
El regreso a las aulas en la Ciudad para el 17 de febrero ya se había anunciado en noviembre, cuando la curva de contagios se desaceleraba y los focus groups de Horacio Rodríguez Larreta reafirmaban el perfil negacionista y persecutorio que complace a su electorado: ya que las escuelas estuvieron cerradas y los docentes se pasaron un año entero de vacaciones, que arranquen antes. “Abran las escuelas”, reclamó Macri antes de terminar la primera quincena de enero. Más allá de las falsedades –las escuelas sí estuvieron abiertas, los docentes sí impartieron clases en una por momentos tortuosa modalidad virtual y nueve de cada diez chicos mantuvieron el vínculo con el sistema educativo–, el marketing político puede más que el rebrote y la Ciudad no se mueve de esa fecha. Es el 17. Sin red. Con un brutal recorte de fondos para infraestructura escolar, con protocolos inciertos cuya articulación se delega en los directores, con burbujas imposibles (“burbujas de hacinamiento”, las llamó Jorge Adaro, secretario adjunto de Ademys) de grados enteros y “docentes que pueden ir rotando en distintos grupos”, como aseguró la ministra Soledad Acuña, desarmando en una sola frase el concepto de burbuja.
No hay plan. Solo hay fecha. Y el vago anuncio de testear a los docentes cada 15 días. De vacunarlos, por ahora, ni una palabra. Sí, desde luego, la amenaza de descontar días a los que no se presenten el 17.
El gobierno nacional, el bonaerense, también tienen un día fijado para el comienzo de clases, el 1 de marzo, y también insisten en la necesidad de que sean presenciales (mixtas en Provincia, al principio, tres días en el aula, dos en modo virtual, y dependiendo de la realidad edilicia de cada escuela). Pero la variable prioritaria sigue siendo la salud. Y la vacuna, que desde esta semana llegará a los docentes y al personal auxiliar con factores de riesgo y desde el 1 de febrero a todos, es indiscernible de un regreso seguro al aula, y no una mera contingencia.
La gira de Patricia Bullrich por la Costa dejó, además del saludo marcial de seis policías, otro sugestivo video: “Si no empiezan (las clases), rompemos todo”, dice. Y es así, no tienen más plan que ese.