Debo confesar que las miraditas de borreguito enamorado que el presidente y el ministro de Hacienda le lanzaron a la directora del FMI en Nueva York me dieron envidia. Igual, desconfiada como soy, comencé a dudar de que fuera un amor puro y sincero. Claro, es re fácil ver con cariño a alguien que te va a prestar 57 mil 100 millones de dólares para ayudarte a evitar una cesación de pagos en un año en el que buscarás la reelección. Así, cualquiera se pone romántico.
Lo malo es que la telenovela de esta historia de amor mutó a drama nacional cuando la amada Christine apareció en virtual cadena nacional sentadita detrás de una mesa adornada con rosas blancas y custodiada por una bandera argentina. Parecía presidenta.
Ay. Fue como un baldazo de realidad.
Muy triste, pueblo argentino, que ahora toda decisión nacional tenga que pasar (de nuevo) por la aprobación o rechazo del FMI. La calesita de la historia. Ni modo.El presidente hasta celebró que a Lagarde le gustara el nuevo presidente del Banco Central que entró en lugar de Caputo, el Messi de las Finanzas que se sacrificó durante tres meses y 10 días para dejar como saldo de su heroica gestión «una contribución patriótica» –como la definió Macri– de más devaluación y menos reservas.
Lo bueno es que aparecieron los amigos… ah, no. Tampoco. Esta semana Forbes y Financial Times fueron muy duros con el gobierno. Uno dijo que «Argentina puede explotar en cualquier momento» y otro que «Argentina profundiza su crisis». Qué tiempos aquellos –no tan lejanos– en los que Macri era el niño mimado de «los mercados». La plata no sabe de amistad ni de sentimientos. Para peor, los macristas no pueden desestimar las críticas de medios financieros tan influyentes con el viejo truco de que son kirchneristas. En este caso, nadie les va a creer.
Macri igual se vino feliz de Nueva York con un premio bajo el brazo. Lo nombraron Ciudadano Global 2018. No se rían. Yo creo que tiene mucho mérito, miren que no cualquiera mete a su país en un combo de cifras récord de recesión, devaluación, inflación y endeudamiento, más el aumento del desempleo y de la pobreza. Hay que echarle ganas para tener datos tan malos ¿eh?
Otra cosa que debo reconocer es que me emocionó mucho el discurso del presidente en Naciones Unidas. Casi hasta las lágrimas. Al escuchar que criticaba los crímenes de lesa humanidad salté de mi asiento. Qué sorpresa. ¡Por fin! Ora sí, pensé, impulsará los juicios contra los represores en Argentina y celebrará cuando haya alguna condena y cuando recuperen a algún nieto apropiado. ¡Cambió! ¡No-lo-pue-do-creer! Tanta euforia me obnubiló, porque en realidad Macri se refería a los delitos de lesa humanidad… en Venezuela.
La intensa agenda del presidente continuó en cuanto volvió a Buenos Aires. Como lo hace siempre cualquier hijo de vecino y acorde a la austeridad exigida al resto de la población en medio de la crisis provocada por su gobierno, Macri fue por su hija a la escuela en helicóptero. Después visitó a su amiga Margarita Barrientos en el megafiestón que la líder de Los Piletones hizo en La Rural. Hasta alfombra roja hubo para apoyar a Barrientos, la pobre favorita de los ricos (que ya nada tiene de pobre) porque no exige, no pelea derechos, no reclama ni promueve cambios sociales. Las promocionadas fotos de la gala me recordaron la eterna vigencia de Mafalda, en especial aquella tira en la que Susanita confiesa que de grande quiere ser una de esas señoras que organizan banquetes con pavos y lechones para recaudar fondos y poder comprar harinas, sémola, fideos y todas las porquerías que comen los pobres. Igualito.
Que la pobreza está creciendo ya se sabía, más allá de los datos oficiales confirmados el jueves. Hasta Barrientos dice a cada rato que sus comedores comunitarios están rebasados porque cada vez hay más gente que no tiene ni para comer, así que lo novedoso de los últimos días fue la reaparición pública de la hija menor del presidente. Antonia volvió a ser usada como propaganda en el video de la visita «sorpresa» de Macri a una pareja de pizzeros que el gobierno difundió en redes sociales.
En cualquier momento reaparece la huerta de la primera dama.
Y el perro Balcarce.
En tiempos de crisis, todo sirve.
Seguimos. «