Todos los pronósticos sobre el mundo post covid 19 coinciden en señalar que la economía mundial tendrá una crisis semejante a la de 1930, que los estados reestructurarán sus prioridades y que las sociedades del siglo 21 cambiarán su modo cotidiano de vivir. Kissinger pronostica un nuevo orden mundial y pide a Estados Unidos participar en un cogobierno mundial con otras potencias, China y Rusia entre ellas. Y crear un orden mundial basado en la paz, el humanismo y la no ingerencia. “Es la hora de la cordura”, escribe quien fue inspirador de intervenciones sangrientas en el mundo como el golpe de Pinochet en Chile. Es bueno que una persona influyente como Kissinger invoque el humanismo en su retiro a los 96 años. Más vale tarde que nunca.
El ex primer ministro británico Gordon Brown propone inyectar 8 mil millones de dólares para combatir la pandemia. Lo importante es que ese dinero debe administrarlo la OMS para evitar el uso discriminatorio entre países de insumos sanitarios, remedios e inventos. La propuesta de Brown incluye medidas globales para resistir los efectos económicos de la crisis sanitaria. Propone que toda la capacidad crediticia del F.M.I., que es de un trillón de dólares, debe ponerse en el circuito financiero de común acuerdo con los bancos centrales , no para créditos stand by sino para programas crediticios que reactiven las economías de los países pobres que serán más afectados por la recesión.
El Vaticano, mediante un mensaje de Francisco a los movimientos sociales del mundo, considera que es el momento de hacer realidad la ya existente propuesta de un salario básico universal.
En el trasfondo de las proposiciones para combatir la recesión económica está el reconocimiento de que hay muchos billones de dólares en el mundo sin inversión productiva ni social, dedicados solo a la especulación. Se trata de recurrir a un “keynesianismo de guerra” global y urgente.
Junto a esas visiones globales hay conductas políticas nacionales que son una expresión concentrada del collage de liderazgos que conduce a Occidente.
Donald Trump resalta por la importancia del país que preside, por la linealidad de su objetivo prioritario y la utilización del diversionismo para sostener con chances ganadores su reelección presidencial en Noviembre de este año. Ante el desastre de un sistema de salud debilitado por la privatización, Trump, devoto del mercado libre autoregulado, saca del menú de opciones internacionales de EEUU: la lucha contra el narcotráfico y la defensa de los intereses de su país en la explotación de los recursos de la luna. Con el primer tema bloquea a Venezuela y cerca a Nicolás Maduro a la vez que amenaza indirectamente a México. Con lo segundo revitaliza los gastos del Pentágono en una supuesta futura guerra espacial. Su retórica supremacista la condimenta suspendiendo las contribuciones a la OMS por colusión con China. No importan la solidez de sus argumentos desviacionistas. Sólo importa que en el inconsciente de sus votantes blancos y poco ilustrados se grabe “América First Again”.
En Brasil el extremismo de derecha de Bolsonaro y su devoción por un neoliberalismo primitivo lo ha conducido a ser un espectro de presidente que deambula por Planalto. Vale decir cada día que pasa Bolsonaro manda y gobierna menos y lo hacen más los militares. Como corolario del fin de Bolsonaro gobernante está la desaparición de “el dream team del neoliberalismo mundial” que él proclamó exultante y que ha sido deshecho por la pandemia. Boris Johnson terminó en terapia intensiva cuando ya había iniciado un viraje de 180 grados en su errada estrategia sanitaria. Lo mismo ha hecho Trump. El pragmatismo anglosajón dejó en la cuneta al tropical fanatismo de Bolsonaro.
En México la cuarentena cobró vigencia de abajo hacia arriba. Varios gobernadores y alcaldes de distintos partidos incluyendo al del presidente Andrés Manuel López Obrador aplicaron la cuarentena en sus distritos sin oposición del gobierno federal y éste, el 30 de marzo, proclamó la emergencia nacional. El eje de la discusión en la agenda pública se ha desplazado a la estrategia nacional para enfrentar la recesión. El presidente dio un mensaje a la nación de 50 minutos sobre el tema. En su discurso reafirmó todo su plan de gobierno y anunció un programa de inversión pública y mixta que debería generar 2 millones de empleos en lo que resta del año. AMLO delimitó linderos de acción económica entre el Estado y la empresa privada y denunció a 15 grandes empresas que estaban eludiendo más de 50 mil millones de pesos en impuestos. Entregó la lista de esas empresas a la organización gremial a la que pertenecen. El discurso suscitó comentarios controversiales en sectores empresariales, académicos y mediáticos. Se volvió tema de actualidad debatir la orientación ideológica de AMLO.
El economista e intelectual mexicano Gabriel Farfán Mares escribió una crónica analítica en la que afirma que todas esas especulaciones sobre la ideología estatista o liberal de AMLO son trasnochadas. El presidente es apegado a la tradición presidencial mexicana en materia económica. En ese modelo se produce un intercambio de potestades entre el gobierno y la empresa. El gobierno maneja los recursos naturales fundamentales como petróleo y gas y hace las políticas públicas y sociales. A la empresa privada no le aumenta los impuestos por la crisis, pero no le da participación en la producción de petróleo y gas. La dinámica de la política impositiva, como palanca de desarrollo, queda excluida.
Dice Farfán Mares que el gobierno de AMLO más que doctrinario es cultural y simbólico. Efectivamente esa afirmación se verifica oyendo las mañaneras del presidente de México, en las que repite sin cansancio que la mejor institución de seguridad social existente es la fraterna familia mexicana e invoca la singularidad histórica de la cultura mexicana. “Como México no hay dos” suele repetir. La misma singularidad que analizó el periodista estadounidense Alan Riding en su libro “Vecinos distantes” cuando escribió que, aunque las capas ilustradas de México sean occidentalizadas, el México profundo no lo es ni lo será nunca.
La evaluación crítica de la controversial estrategia de AMLO se hará antes de que termine su sexenio porque en épocas de catástrofes los tiempos históricos se aceleran.
En Ecuador las primeras noticias de repercusión internacional han sido la tragedia sanitaria de Guayaquil y la necropolítica practicada por los partidarios de Rafael Correa y su líder versus el gobierno de Lenin Moreno. En las redes sociales el “correismo” y el “morenismo” se culpan mutuamente de los muertos y los contagiados. La “corrupción del correato” arguyen los que gobiernan. La “ineficiencia del actual gobierno” acusan los correistas. Hubo una entrevista del ex presidente donde propuso que Moreno de un paso al costado y sea sustituído por un nuevo gobierno. Quien fue sugerido para hacerse cargo del poder fue Jaime Nebot, quien respondió que él no aspira a llegar “por la ventana”.
Correa y un grupo de sus funcionarios fue condenado por cohecho agravado a 8 años de cárcel y 25 años de proscripción para participar en política. Todo eso en ausencia del principal acusado. Es una barbarie jurídica que está constitucionalizada en la Carta Magna de Montecristi y legalizada en el Código Penal, instrumentos que el propio Correa impulsó cuando lideraba “revolución ciudadana” y que , lamentablemente, están vigentes. Por sanidad civilizatoria y legalidad democrática todo el andamiaje penal creado desde Montecristi debería ser reformado cuando en el 2021 el poder político ecuatoriano se renueve.
En ese clima político, las propuestas serias tardaron varias semanas en aparecer y discutirse en la agenda pública. Ahora el gobierno de Moreno propone una contribución por una vez a los sectores empresariales para reunir 1200 millones de dólares, lo que se ha llamado por dichos sectores “impuesto escondido”. Nebot propone la emisión de papeles públicos que, gestionados por la banca nacional e internacional, permitan a los sectores público y privado acceder a liquidez y que los tenedores privados puedan pagar con ese dinero con un redescuento en 6 años. La propuesta se apoya en el clima internacional favorable a la inyección de liquidez en la economía en base a la expansión crediticia. Una condición ética necesaria para cualquier estrategia que se adopte será que el gobierno no repita el error de pagar deudas a los acreedores privados de deuda externa, como hizo en Marzo. No es hoy una demanda del F.M.I. ni del Banco Mundial.
La gestión de la salud pública de Guayaquil tendría que ser otro tema de análisis, en el debate electoral del 2021. En un estado unitario como es el Ecuador, administrado ineficientemente, la salud pública de Guayaquil debería gestionarse de manera diferente a la que imponen las prácticas de un estado centralista burocratizado. La realidad en cifras es que la precariedad de la salud pública de guayaquileña no tiene comparación con la densidad demográfica y, sobre todo, con la importancia económica del puerto principal.
El hombre más rico de Portugal murió por coronavirus. Su hija comentó que su padre falleció intentando inútilmente acceder a una bocanada de aire que es gratuito, mientras su gran riqueza descansaba en bóvedas bancarias. Una foto en la prensa internacional muestra que el Everest se ha vuelto visible después de varias décadas, gracias a la descontaminación que la cuarentena mundial ha provocado. Ambos hechos ilustran dos momentos claves del avance civilizatorio en el siglo 21. La salud pública eficiente debe ser primera prioridad en todos los estados del mundo. La búsqueda de un nuevo punto de equilibrio en la relación economía/sociedad/naturaleza es una necesidad práctica y no solo un imperativo filosófico.