«La primera advertencia que recibió el presidente sobre el fin de la luna de miel con el Congreso fue cuando le avisamos que podía complicarse la reforma electoral. La única respuesta fue que vivíamos en un microclima. Después avisamos nuestros temores sobre el Presupuesto y también sobre la reforma de Ganancias, y la respuesta fue la misma, pero ahora es evidente que no se trata de microclima, sino de un error de lectura.» La queja y el (ácido) diagnóstico corresponden a un funcionario de la Casa Rosada consultado por Tiempo por el espinoso camino que le queda al oficialismo para concluir diciembre. La misma advertencia retumba en varias oficinas de la Casa Rosada, desde que Mauricio Macri y su jefe de Gabinete, Marcos Peña, dieron un giro de 180 grados en su relación con el Frente Renovador, y lo hicieron responsable del duro revés que afrontó Cambiemos en la Cámara de Diputados luego de que la oposición le impusiera una reforma al Impuesto a las Ganancias diametralmente distinta a la que venía tejiendo la Rosada con los gobernadores.
Desde que Massa pasó de «opositor responsable» a «impostor», las internas dentro del gobierno comenzaron a reposicionarse. La confirmación de esos movimientos la aportó el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, durante una entrevista televisiva donde abrió el fin de semana largo con una autocrítica: «Fue un año perdido en cuanto a ampliar la base de Cambiemos, porque (ahora) hay mucha posibilidad de que los peronistas puedan ocupar el espacio de Cambiemos y eso se va a ir perdiendo si no mostramos interés. Esto que ocurrió puede ser una señal de alerta, pero creo que hay que ampliar la base y voy a seguir con esta idea», anticipó. Monzó es la cara visible de un sector del Ejecutivo que trabajó sobre dos ejes centrales durante el primer año de Macri en el poder: profundizar la división del peronismo y construir puentes para que un sector de ese continente se integrara a la pata nacional y popular de Cambiemos, una iniciativa duramente resistida por el presidente y Peña.
Curiosamente, los funcionarios y diputados que coinciden con Monzó, serán ahora los que deberán salvar al mandatario de un posible veto a una ley extremadamente sensible al bolsillo de la clase media. «Los protagonistas del microclima cuyos vientos huracanados llegaron a la Rosada», como les dice en broma un hombre del Gabinete Económico, son el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; su vice ministro Sebastián García De Luca; el presidente del bloque de Diputados, Nicolás Massot; y Monzó. Las cuatro espadas trabajan a contrarreloj para que el Senado devuelva el proyecto de Ganancias a la Cámara Baja, con los cambios que necesita el Ejecutivo para evitar un veto antes de fin de año. A contrapelo de esa misión, que ahora cuenta con la participación activa de Peña, la vicepresidenta Gabriela Michetti anticipó y luego escondió el recurso del veto, un escenario temido por los distintos sectores en pugna alrededor del presidente. «Lo que dijo Gabriela fue una imprudencia propia de ella porque el tema del veto no fue evaluado en esta situación, por las evidentes consecuencias políticas que eso traería aparajeado», se quejó otro funcionario que va y viene entre la Rosada y el Congreso. En su lista de consultas diarias para controlar la crisis están Peña, Frigerio, Prat-Gay, Monzó y Massot, pero las dos grandes ausencias de ese equipo unificado son Michetti y el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo.
Para los cálculos políticos de Gobierno el control del Senado iba de la mano de una buena relación con los gobernadores. Luego del cimbronazo de Ganancias, ese postulado está en crisis y en el «poroteo» provisorio que barajan cerca del presidente, los únicos dos jugadores de peso que podrían mover el tablero senatorial son el mandatario salteño, Juan Manuel Urtubey; y su par cordobés, Juan Schiaretti. «Lo perdimos a (Mario) Das Neves, un gobernador que pesa muy fuerte con otros», se lamentó un secretario de Estado atento al enojo del mandatario de Chubut por la pérdida de regalías petroleras.
La mejor muestra de la volatilidad de algunos caciques provinciales la tuvo el propio Peña que esta semana comenzó a llamarlos y, en algunos casos, ni le contestaron el teléfono. Además, el diálogo (o intento) con los gobernadores fue leído como una desautorización a Frigerio. «Rogelio estaba en China y Peña llamó en coordinación con él, lo demás son especulaciones», relativizó un vocero de la Rosada.
Desde hace dos semanas el malestar oficial gira en torno al ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, acusado por sus colegas de «no defender como corresponde» la iniciativa oficial de Ganancias que naufragó con más velocidad que la reforma electoral. «Los gobernadores querían hacer un escarmiento y ahora van por la suya, en un escenario donde en vez de capitalizar la interna del PJ ahora hemos quedado presos de ella», se lamentó otro funcionario. Y advirtió: «De las tres leyes importantes de fin de año, sólo metimos el Presupuesto, perdimos la reforma, y estamos complicados con Ganancias».Todo a una semana del «retiro» que convocó Macri en Chapadmalal y donde Monzó era un «outsider» y Massa un «opositor responsable».