El gran problema de la Argentina es su Poder Judicial. Al comando de una casta vitalicia de familiares y entenados, en los tribunales se reproduce la quinta esencia del drama nacional: es probable que la mayoría de sus ocupantes sean honestos y trabajen a conciencia, pero es una minoría viciada la que maneja los hilos.
Esta semana se vieron escenas explícitas de eso. Luego de varios días de presiones privadas y públicas -que incluyó la difusión de las especulaciones del ex espía Antonio Stiuso en el principal diario del país-, la Cámara Federal ordenó por enésima vez archivar la denuncia que en su momento fabricara el fiscal Alberto Nisman sobre una supuesta maniobra kirchnerista para encubrir el atentado a la Amia.
Como lo había establecido ya el juez Daniel Rafecas, la Cámara confirmó que la mentada denuncia no era más que un collage de piezas mal compaginadas, elaborado con el único fin de sembrar ruido político en el año electoral. Por supuesto, el fallo no conformó a los impulsores de la denuncia, en especial a los miembros de la familia judicial que se montaron sobre la muerte de Nisman para fortalecer posiciones internas golpeando al entonces gobierno K.
Un miembro de ese club, el fiscal de cámara Germán Moldes, anunció enseguida su intención de apelar. Era obvio: Moldes encabezó las marchas que homenajearon al malogrado fiscal. Y conduce la avanzada del núcleo más conservador de la familia tribunalicia contra Justicia Legítima, la agrupación que, con apoyo kirchnerista, pretendió disputar espacios de poder en los tribunales.
Una de las razones que se esgrimen contra Justicia Legítima es la supuesta adscripción de sus miembros al proyecto K. Resulta curioso que Moldes sea uno de los voceros de ese argumento: él mismo asumió como fiscal federal por la decisión discrecional del Gobierno menemista, del cual formó parte como funcionario del ministerio del Interior.
Con antecedentes juveniles ligados a la derecha peronista, Moldes se incorporó al Gobierno de Carlos Menem en agosto de 1991, como subsecretario de coordinación interior. Unos meses más tarde, su jefe y promotor, el entonces ministro José Luis Manzano, lo nombró Secretario de Población, donde protagonizó su primer escándalo por la entrega de documentos argentinos al traficante de armas sirio Monzer al Kassar.
El revuelo eyectó a Moldes del cargo, pero no del poder. El sucesor de Manzano, Carlos Corach, y el entonces jefe de la Side, Hugo Anzorreguy, impulsaron su nombramiento como fiscal federal en 1995, donde se mantiene hasta hoy.
Una de sus primeros encargos fue asumir la fiscalía especial que debía investigar el atentado a la Amia. El ímpetu que hoy exhibe el fiscal por impulsar la denuncia de Nisman contrasta con su actitud histórica con el caso. De hecho, en su momento Moldes fue denunciado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Memoria Activa por no apelar ni dejar apelar a Nisman en los sobreseimientos dictados en la causa por el encubrimiento del atentado que se le sigue a funcionarios menemistas, policías y autoridades judiciales.
El propio Nisman denunció la maniobra Moldes, que beneficiaba a los imputados. A pesar de esos contratiempos la causa llegó a un juicio oral que comenzó en 2015, y que aún transcurre, bajo un manto de sigilo y silencio mediático insólito si se tiene en cuenta lo que se ventila: se trata de esclarecer, ni más ni menos, qué rol ocuparon las máximas figuras de un gobierno en el supuesto encubrimiento del mayor atentado terrorista de la historia nacional.
Entre los acusados están, entre otros, los dos mentores de Moldes: Corach y Anzorreguy. La dupla fue central en la conformación del fuero Federal durante el gobierno de Menem. Corach quedó en la historia por la supuesta servilleta manuscrita con nombres de jueces afines que le adjudicó su ex colega de Gabinete, Domingo Cavallo. El estudio Anzorreguy nutrió juzgados y fiscalías con cuadros surgidos de su bufete. Incluso con familiares: la fiscal adjunta de Moldes, por caso, es Eugenia Anzorreguy, sobrina del imputado ex jefe de la SIDE e hija de Jorge, un influyente abogado que tuvo como cliente a Ernestina Herrera de Noble, la dueña del multimedios Clarín, sponsor oficial de la reapertura de la denuncia de Nisman. El mundo es un pañuelo.
La intensa campaña para reponer la denuncia de su fallecido colega, parece, lo distrajo de su tarea como fiscal. El martes Moldes omitió apelar el sobreseimiento del funcionario PRO Federico Sturzenegger. De esa manera, el presidente del Banco Central quedó libre de culpa y cargo en la causa por el Megacanje, una estafa al fisco argentino que, como la enorme mayoría de los expedientes que involucran a personajes ricos y poderosos, se encamina hacia la impunidad.
«No todos los que actualmente tienen el honor de llamarse jueces, lo merecen, no todos son rescatables» se indignó Moldes en radio tras enterarse del nuevo revés a la operación que busca reflotar la denuncia de Nisman. «Es necesario una desratización y una fumigación de este ambiente tan corrompido» agregó. Como suelen escribir esos mismos funcionarios judiciales en sus fallos: a confesión de partes…