Cuando me dedicaba exclusivamente a la docencia e investigación en Ciencias Sociales conocí a un ilustre boliviano René Zavaleta Mercad. Socarronamente solía decir que los latinoamericanos deberíamos tener derecho a votar en las elecciones de Estados Unidos porque éramos más afectados que los norteamericanos en dichos comicios.
René no afirmaría lo mismo este 2020. Las elecciones norteamericanas no solo afectarán al mundo, los latinoamericanos incluidos, sino, y sobre todo, a los ciudadanos de EE:UU como pocas veces en su reciente historia.
Temas fundacionales de USA como la elección indirecta y problemas tan antiguos como el racismo serán problemas de discusión académica y de movilización social.
Donald Trump es un representante arquetípico de la élite económica norteamericana. Ha usado quiebras y elusión tributaria como mecanismos legales para amasar una inmensa fortuna. Sus formas de expresarse a través de Twitter en las madrugadas sobre la pandemia, la economía y la realidad mundial, lo hacen aparecer como alguien que desafía al establishment político y burocrático de Washington.
Joe Biden, ex vicepresidente del primer presidente afroamericano en la historia de USA (Barack Obama) es y aparece como un típico hombre del establishment político y burocrático de Washington. Lleva casi medio siglo de funcionario estatal. Es similar a George Bush (padre) que fue director de la CIA, embajador en Japón, y vicepresidente de Ronald Reagan. Luego fue el presidente a quien le tocó administrar en lo interno los resultados nefastos del neoliberalismo de Reagan y en lo internacional la implosión de la Unión Soviética y decidir la invasión a Panamá.
Cuando Bush padre quiso ser reelecto se enfrentó al inteligente Bill Clinton. Pretendió en la campaña explotar la poca experiencia de Clinton en la política internacional, su conocida debilidad por las mujeres y su “izquierdismo” mostrado en su negativa a pelear en la guerra de Vietnam.
De aquel arsenal de los ataques a Clinton, hoy Trump contra Biden solo puede explotar su izquierdismo en clave de ultraderecha del siglo 21. Ahora que lo que importa son las imágenes y las pulsaciones psicológicas de la post verdad, que no requieren ninguna demostración en la realidad..
Tanto Trump y Biden han sido ya formalmente proclamados en las respectivas convenciones de los Republicano y Demócratas. El tono de esas dos puestas en escena dejó claro las posibles estrategias de ambos candidatos.
Biden hablará de la ignorancia de Trump y su fracaso ante la ciencia para combatir la pandemia; de su mostrado desprecio por el pueblo al favorecer a sus familiares y amigos aún en medio de la tremenda crisis económica y desempleos de USA; de su incapacidad para lograr la unidad del país para enfrentar una catástrofe universal sin precedentes. También apuntará a su torpeza en el manejo de las relaciones internacionales, insinuará que esa ignorancia lo ha convertido en una suerte de marioneta del brillante Putin. Biden reinvindicará la necesidad de recuperar la decencia y la dignidad en el ejercicio del poder, como fundamento para mantener vivo “el sueño americano”
Trump se mostrará como el outsider de Washington, el creador del mejor momento económico de EE:UU, el presidente que ha batido el record de sanciones internacionales a los enemigos de su país; el verdadero enemigo de China en la disputa por la hegemonía mundial. Se mostrará como el presidente que no inició ninguna nueva guerra y ha acercado a Israel con un país árabe como Emiratos Árabes Unidos.
¿Cómo votará el pueblo norteamericano, especialmente su segmento independiente no comprometido con ninguno de los dos partidos? Se conocerá el 3 de Noviembre. Todo indica que Trump no recocerá una victoria estrecha de Biden. Recurrirá a todas las maniobras posibles para obstruir ese resultado. También hay síntomas que los académicos de orientación demócrata levantarán la discusión sobre el peso del Colegio Electoral concebido por Madison hace siglos como una protección de una naciente democracia.
El tema del racismo compartido por los padres fundadores de EE:UU y la violencia promovida por la venta libre de armas seguirán presentes en las luchas sociales. No importa quién sea el ganador.
Lo mismo ocurrirá con el tema de la salud, la atención médica gratuita, una obligación de los estados en el siglo 21 como dejó evidenciado la trágica pandemia.
El debilitamiento de los mecanismos garantes de cierto control sobre las armas nucleares y su no proliferación, el calentamiento global, la desglobalización creciente del mundo, el incremento de las desconfianzas internacionales, continuarán semejantes.
La prevalencia de temas nacionales como el racismo sistémico, la elección indirecta, la polarización creciente de una sociedad social y racialmente dividida, serán los núcleos decisivos en Estados Unidos para estas las elecciones del noviembre de 2020.