A partir de su liberación, el expresidente brasileño Luiz Inazio Lula da Silva se erigió como el principal y activo líder de oposición del Brasil y dio el inicio a una carrera por recuperar el poder de manos de la derecha neofascista que encarna Jair Bolsonaro, que sin duda tendrá un impacto fundamental en la geopolítica regional. Así lo dejó en claro el expresidente, un día después de su salida de la sede de la Policía Federal de Curitiba, donde cumplía una condena de 8 años y 10 meses por supuestos hechos de corrupción. «Quiero construir este país con la misma alegría con la que lo hicimos cuando fuimos gobierno», afirmó ayer ante una multitud que lo escoltó frente al sindicato de Metalúrgicos de São Bernardo do Campo, en el estado de São Paulo.
Acompañado por la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann; el jefe de la bancada de diputados del PT, Paulo Pimenta, el excandidato de su partido Fernando Haddad; su novia, Rosângela «Janja» da Silva, y otros dirigentes políticos, sindicales y sociales, Lula confirmó que está «de vuelta» y aseguró que a partir de la semana que inicia empezará a «recorrer el país», a reunirse con dirigentes y a consolidar una fuerza que luche «para que las mujeres puedan comprar alimentos a sus hijos, los trabajadores puedan llevar el dinero a fin de mes a sus hogares”, entre otras reivindicaciones. «No es posible que vivamos en este país viendo que los ricos son cada día más ricos y los pobres cada vez más pobres», dijo criticando duramente al presidente Bolsonaro a quien atribuyó «un proyecto económico que va a empobrecer aún más a la sociedad brasileña». Además envió un mensaje directo a los legisladores de su partido para que «no voten» leyes de ajuste y en contra de los intereses populares. «Este país no merece ese gobierno. No vamos a permitir que ellos destruyan a nuestro país», proclamó.
Lula fue liberado el viernes tras un ajustado fallo de 6 votos contra 5 de la Corte Suprema, que resolvió que acusados en segunda instancia pueden esperar en libertad el juicio, que en el caso de Lula está fijado para el 27 de noviembre. El exmetalúrgico está convencido de que allí probará su inocencia en los casos que se le imputan, entre ellos el que le valió el encarcelamiento dictado por el juez Sergio Moro en la causa «Lava Jato»: haber recibido un departamento en el litoral paulista como soborno a cambio de adjudicar contratos en la petrolera estatal Petrobras. La defensa niega los cargos y afirma que las pruebas fueron fraguadas.
Ante una galera (como llaman los brasileños a las multitudes) vestida con gorras y remeras coloradas, Lula habló sobre un escenario montado frente al mismo edificio en que se refugió el 7 de abril, cuando fue a buscarlo la justicia. «Yo podría haber ido a una embajada a pedir asilo, irme del país, pero tomé la decisión de ir a prisión porque necesito probar que el juez Moro no era un juez, era un canalla que me estaba juzgando. Si hubiese salido de Brasil habría sido tratado como fugitivo. Decidí enfrentar esta acusación para poder probar a la sociedad mi inocencia. Tengo unos 10 procesos que son una mentira atrás de la otra», recordó. Hizo un reconocimiento especial a sus abogados y anunció: «Si hacen bien su trabajo, en 2022 la llamada izquierda que tanto teme el gobierno de Bolsonaro va a volver», arrancando una de las ovaciones más sonoras de la tarde.
Previamente la gente convocada allí desde temprano en un día algo nublado pero luminoso, bailaba al compás de la música en vivo, solo interrumpida para cantar «Olé, olé, olá, Lula, Lula” y «Lula guerrero del pueblo brasileño». Lula apareció cerca de las 15, vestido con un saco y una remera negra. Tranquilo pero con la voz firme, que se iba enronqueciendo a medida avanzaban los 40 minutos que habló. Dijo que durante los 580 días de reclusión se preparó «espiritualmente para el día de hoy». También que en los próximos 20 días se dedicará a «pensar» y «escribir» un «pronunciamiento» para dirigir al pueblo. No habló de candidaturas, de hecho no podría ser candidato si no se anulan los procesos, pero dejó en claro que encabezará el movimiento opositor: «Este joven de energía de 30 años y experiencia de 70 estará en la calle junto a ustedes». En otro pasaje recordó a la diputada de Río de Janeiro asesinada por fuerzas paramilitares, Marielle Franco, y exigió al presidente dar explicaciones por las posibles vinculaciones entre él y su entorno y los asesinos de la dirigente, según testimonios recientes en la causa.
Allí dijo que Bolsonaro debe culminar su mandato de 4 años gobernando para el pueblo, ya que no fue elegido para «gobernar para milicianos (paramilitares)». La reaparición de Lula al escenario político implica un golpe a un gobierno cuya imagen viene cayendo desde la asunción. Apenas conocida la noticia, Bolsonaro llamó a Lula, sin nombrarlo, “canalla” y dio por hecha su culpabilidad. «Amantes de la libertad y del bien, somos mayoría. No podemos cometer errores. Sin norte ni mando, hasta la mejor tropa dispara para todas partes, inclusive contra los amigos. No den munición al canalla, que momentáneamente está libre, pero cargado de culpa», tuiteó. En el mismo sentido, varios miles protestaron en Sao Paulo contra la decisión de la Corte que permitió la liberación). La marcha, dominada por los colores verde y amarillo de la bandera brasilera, fue convocada por la organización Vem Pra Rua (VPR).
En su discurso, Lula recordó que el viernes en un acto oficial, Bolsonaro dedicó un elogio a su ministro de Justicia, entonces juez responsable de la detención. «Sergio Moro estaba cumpliendo una misión. Si no hubiera sido bien cumplida yo no estaría aquí», dijo. «Parte de lo que pasa en la política de Brasil se la debemos a Moro», había afirmó Bolsonaro.
Mañana mismo comenzará a delinearse una cargada agenda para Lula. Piensa recorrer su país y, si la justicia lo autoriza, ir a otras naciones. De ser así es altamente probable que asista el 10 de diciembre a la asunción de Alberto Fernández en Buenos Aires. El segundo encuentro del Grupo de Puebla inaugurado ayer en la capital argentina tuvo como epicentro discursivo la libertad del brasileño y el futuro regional (ver página 3) y contó con la presencia de varios dirigentes latinoamericanos, entre ellos Dilma Rousseff. Lula envió un mensaje filmado (ver recuadro). Lo volvió a hacer ayer en la sede sindical, donde también reivindicó al gobierno de Evo Morales y pidió ser “solidarios con Bolivia, Chile, Argentina, con el pueblo de Uruguay para que no voten al neoliberalismo y tenemos que ser solidarios con el pueblo de Venezuela”.
“Desde cualquier lugar del mundo se puede criticar al gobierno de cualquier país, pero quien decide como resuelve sus problemas es el pueblo de ese país”, dijo. «