En 1975 Ariel Suárez tenía 10 años y su peor miedo era que a su mamá militante, Luisa Marta Córica, le pasara algo malo. «Recuerdo que un día le pregunté a Luisa: ¿Qué vamos a hacer si el Indio te mata? Era lo que yo escuchaba todo el tiempo, que el Indio mataba a los compañeros», dijo este lunes ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata. «Para mi estaba clarísimo -siguió-. Y a los pocos días la mataron». El hombre de 52 años dio su testimonio en la cuarta audiencia del juicio a Carlos «Indio» Castillo y Juan José «Pipi» Pomares, integrantes de la banda parapolicial Concentración Nacional Universitaria (CNU), que la justicia federal platense les sigue por crímenes de lesa humanidad cometidos por antes y después del Golpe de Estado de 1976. Están en el banquillo de los acusados por siete secuestros, torturas, y cuatro homicidios. Pero el testigo habló para dar contexto a esos asesinatos, porque el de su madre no llegó todavía a juicio.
Suárez recordó el homicidio de su madre, secuestrada por una patota de la CNU el 6 de abril de 1975 en la Estación del Tren General Roca de La Plata y acribillada a disparos en la costa del Río de La Plata, en Berisso. La mujer estudiaba en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata, militaba desde hacía cinco años en la Juventud Peronista, trabajaba en la Contaduría de la Cámara de Diputados bonaerense y era empleada por reunión en el Hipódromo, donde había sido elegida como delegada. También era actriz y madre de tres hijos: Ariel, Andrea y Christian.
El testimonio de Ariel Suárez permitió mostrar el modus operandi de la CNU. El testigo recordó que antes de ser secuestrada, su mamá era hostigada. Recordó que primero fueron presencias intimidatorias: una oportunidad en la que un hombre permaneció en la puerta de su casa, otra oportunidad en la que un hombre ingresó al departamento en el que vivían, fumó un cigarrillo y se fue.
Y recordó que esas amenazas se transformaron en aprietes: un día la familia llegó a su departamento donde los esperaban cuatro hombres. Al testigo -que entonces era un niño- lo tomaron del cuello y lo mantuvieron contra la pared mientras el resto se turnaba para amenazar e interrogar a su mamá.
Yo estaba aterrorizado. Era consciente de lo que pasaba, que a la gente la asesinaban, que los cuerpos aparecían por ahí, contó.
Por esa intrusión Suárez logró reconocer a otros dos hombres, además de a Castillo. Según relató, cuatro o cinco años después, cuando caminaba por el centro comercial platense reconoció a Ricardo Calvo y en otra oportunidad a Antionio Tony de Jesús, ambos señalados como integrantes de la CNU, que se recicló como empleado de la Legislatura bonaerense.
Suárez recordó también a Pomares como integrante de esa banda parapolicial y recordó que cuando trabajaba en la Cámara de Diputados recibió apoyo y contención de sus compañeros y remarcó que lo que había hecho ese hombre era vox pópuli entre sus pares.
La audiencia de este lunes sirvió para contextualizar el modo de accionar que tenía la CNU, cuáles eran sus víctimas y la impunidad con la que se movían. En la misma audiencia también declaró Graciela Raison, hermana de una víctima de ese grupo de tareas paraestatal, y Luis Ricardo Córdoba, ex preso político en la Unidad 9, donde compartió cautiverio en 1976 con los acusados, cuando la dictadura cívico militar los detuvo para desarticular el grupo de tareas civil que había nacido al amparo del gobierno de Victorio Calabró y que para abril de ese año había comenzado a cobrar cierta independencia de acción.
Castillo y Pomares están acusados de integrar los grupos operativos de la Concentración Nacional Universitaria. En el juicio de La Plata, que lleva a cabo el tribunal integrado por Pablo Vega, Germán Castelli y Alejandro Esmoris, están acusados de los secuestros y asesinatos de Carlos Antonio Domínguez, de Leonardo Guillermo Miceli, de Dinotto y Martini, además de los secuestros de Roberto Fiandor, de Adelaida Ursula Barón y Hugo Daniel Pastorino.