Los peritos que tienen por delante la tarea de determinar cuándo y cómo murió Santiago Maldonado deberán realizar más cálculos matemáticos y comparativos que estudios forenses.
Para establecer la data presuntiva de la muerte (ya que la fecha exacta es virtualmente imposible, después de 78 días desde la desaparición) deberá recorrer los caminos de la depredación de la zona en la que fue hallado el cuerpo. Es cierto que no hay lesiones causadas por episodios violentos (golpes, heridas de arma blanca, balazos), pero tampoco están las típicas que suelen aparecer cuando un cuerpo permanece durante mucho tiempo a la intemperie, aún sumergido en el cauce de un río.
El agua fría y las bajas temperaturas contribuyen a la conservación del cuerpo, pero no lo ponen a salvo de la depredación de fauna acuática, terrestre y aérea. Si el cuerpo estuvo mucho tiempo sumergido pudo haber sido alterado por peces; si emergió días antes del hallazgo, los animales silvestres (aún los de pequeño porte) pudieron haber hecho lo suyo; si como quedó constatado- los restos habían iniciado el proceso de putrefacción, las aves (incluso las carroñeras) también debieron haber dejado sus improntas. Nada de eso parece reflejado en el cuerpo de Maldonado.
Los datos recabados hasta ahora hablan de un mínimo de permanencia en el agua de una semana. Tal vez más, pero eso sólo podrá determinarse con estudios comparativos de conservación en determinadas condiciones climáticas, que no son por cierto las actuales sino las de agosto, cuando ocurrió la desaparición.
En cuanto a la forma de la muerte, el cuerpo tenía agua. ¿Cómo ingresó? Los estudios apuntan a establecer si coexistieron dos mecanismos: el intento de respiración bajo la superficie y la diferencia de presión. En el primero de los casos, lo que se debe determinar es si Santiago murió intentando nadar (no sabía hacerlo) o si por los rigores del agua fría sufrió un colapso que lo desmayó y luego, sí, le causó la muerte por asfixia por inmersión.
Pero el agua también pudo haber ingresado por diferencia de presión. Si se introduce una botella con aire tapada en el fondo de una pileta y se la destapa sumergida, tarde o temprano el agua ingresará al recipiente. Dependerá de los movimientos, las oscilaciones, incluso los fenómenos climatológicos que la rodeen. Con un cuerpo pasa lo mismo, con una diferencia: no se trata de un envase de vidrio o plástico sino de tejidos humanos, que tienen evoluciones distintas en cuanto a su estado.