Un grupo de millonarios se entretiene viendo a otros seres humanos como peones de madera que van cayendo. La diferencia entre el éxito y el fracaso es la muerte. Esta es, en parte, la trama de la serie coreana El juego del calamar. La supervivencia muchas veces se logra con la decisión de traicionar al otro competidor para que sea él quien muera. Hay una idea que sobrevuela a la trama de la serie: que mueran los que tengan que morir para poder ganar.
En una conversación telefónica, que no se produjo en una serie de Netflix sino en la Casa Rosada, Mauricio Macri le habría dicho a Alberto Fernández la misma frase que se trasluce en la trama de la serie surcoreana: “Que mueran los que tengan que morir”. Ocurrió, según la versión del actual presidente, en marzo del 2020. La pandemia de Covid-19 ya había llegado a la Argentina. El gobierno nacional debía enfrentarse a lo desconocido, un agujero negro se abría paso en el horizonte.
Cuando circula una anécdota que revela aspectos de una reunión reservada, y que por lo tanto son incomprobables, su verosimilitud se confirma con las acciones que suceden a la luz pública. La oposición a las medidas de cuidado contra Covid, a la vacuna Sptunik; las marchas contra las restricciones a la vida social, encabezadas por Patricia Bullrich y respaldadas por el expresidente, le dieron carnadura al supuesto diálogo privado.
El 8 de diciembre de 2017, La Boca, el barrio de casas de chapa pintadas de colores, recibía a los turistas que paseaban tomando fotos y mirando a los bailarines de tango callejeros. A pocos pasos de la calle Caminito, el adolescente Juan Pablo Kukoc, de 17 años, asaltó a un turista estadounidense y lo apuñaló durante el robo.
Mientras Kokoc huía por la calle Irala recibió varios balazos por la espalda del arma que había desenfundado el policía Luis Chocobar, que estaba de civil y había presenciado el asalto.
Un largo proceso judicial terminó demostrando que Chocobar no se defendió de un ataque de Kukoc, como el agente había declarado al inicio, sino que lo mató a sangre fría. De todos modos, fue condenado a sólo dos años de prisión y quedó en libertad.
Chocobar fue recibido en su momento por Macri y Bullrich como si se tratara de un héroe nacional. Fue una señal clara del accionar policial que promovía el macrismo. No importó si el policía había actuado por fuera de la ley. Lo relevante era que había matado a un joven que había delinquido.
De fondo parece resonar la misma frase que ordenó el accionar de la derecha durante la pandemia: que mueran los que tengan que morir.
El flamante diputado nacional de extremaderecha José Luis Espert, una semana antes de la elección general, pidió “dejar a los delincuentes como un queso gruyere”. La declaración se hizo en el contexto de conmoción social y demagogia mediática provocada por el asesinato del kioskero Roberto Sabo, en Ramos Mejía. La falta de repudio generalizado por parte de la dirigencia de Juntos por el Cambio al asesinato del adolescente Lucas González por miembros de la Policías de la Ciudad, que este sábado 20 de noviembre fueron detenidos, confirma que la consigna madre del accionar de la derecha durante la pandemia es la que rige también para enfrentar la inseguridad: que mueran los tengan que morir. Y si en el camino se asesina a un adolescente que acaba de salir de jugar al fútbol, son daños colaterales de la supuesta guerra contra el delito. «