Dos de cada tres votantes argentinos no tiene demasiados problemas cuando le preguntan sobre las elecciones presidenciales: optaría por Cristina o por Macri en una primera vuelta. O por quienes ellos designen como sus candidatos. Un diez por ciento, a su vez, hoy se inclina por los candidatos de los extremos, los de la bronca: la suma de Olmedo, Espert, Del Caño. Queda un veinte por ciento expectante, que hoy oscila entre el «peronismo alternativo» –cuya propuesta aún no está cerrada–, el voto blanco y la indecisión.
En las dos minorías dominantes –justicialismo kirchnerista y cambiemismo macrista– la pregunta es cómo crecer. Están seguros de que los núcleos duros están asegurados, y apuestan a pescar en las aguas del veinte por ciento expectante. El oficialismo apuesta a las «agendas no económicas» –inseguridad, corrupción– y al sentimiento anticristinista de cierta porción del electorado, y la oposición a la frustración creciente con lo económico.
Cambiemos hoy enfrenta un problema serio: la hipoteca es enorme –a punto tal que la teoría de la «renuencia a ganar las elecciones para no tener que ajustar» cobra fuerza en pasillos de todos los campamentos partidarios– y los escenarios de 2019 siguen empeorando. Guardados bajo llave hay algunos pronósticos atemorizantes. Como ya hemos mencionado en alguna columna anterior, el voto de Mauricio Macri tiene una estabilidad que va más allá de la evaluación de desempeño. Si el presidente decide presentarse a la reelección, cuenta con un apoyo duro que se ubica en torno a los 30 puntos. Esto no es una novedad, ya que ese piso se ha mantenido constante. Y tampoco es sorprendente: ese 30% seguirá allí. Salvo que aparezca otro candidato similar a Macri que se quede con ese electorado. Un electorado antes radical, hoy cambiemita, que nunca votará al justicialismo. No importa cuán mal esté la economía, ese 30% es leal.
Ya pasó antes. Alfonsín fracasó rotundamente en el plano económico, pero en las presidenciales de 1989 el candidato radical (el entonces gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz) obtuvo el 37% de los votos. Eso le fue facilitado por haber competido con dos listas: la radical (33%) y la de los partidos conservadores provinciales (4%). Es cierto que Angeloz había hecho esfuerzos para diferenciarse de la política económica de Alfonsín. Pero eso sólo le sirvió para contener buena parte del voto que había acompañado al radicalismo en 1983: no pescó en otro río.
Asimismo, el gobierno de Fernando de la Rúa terminó aun peor –si eso fuera posible– que el de Alfonsín en el plano socioeconómico, pero en las presidenciales de 2003 los ex radicales (que habían sido parte de la Alianza y renunciaron a la UCR en 2001) Ricardo López Murphy y Lilita Carrió superaron, sumados, el 30%. Un 17% para López Murphy y otro 14% de Carrió. Los dos «huérfanos del radicalismo» fueron, separados, los Angeloz de De la Rúa.
Ese 30% tiene mucho de identitario. Y el cambiemismo macrista es la herencia de esa sociología electoral. El drama de Mauricio Macri es que el 30% lo tiene asegurado, pero crecer por encima de eso le cuesta terriblemente. Y ahí, fuera de ese segmento cultural no-peronista, el bolsillo pesa. Las encuestas muestran que la satisfacción económica y las expectativas están deprimidas. Entonces, ¿dónde saldrá a pescar?
De acuerdo con el último estudio nacional (encuestas telefónicas autoadministradas, 1384 casos relevados entre los días 27 y 29 de diciembre de 2018) de Observatorio Electoral, las expectativas económicas parta el año 2019 distan de ser buenas: un 19,1% cree que el país estará mejor el año que comienza, pero un 25,5% dice que estará igual y un 46,8% cree que empeorará, mientras que un 8,5% declara no saber. La percepción económica personal está deprimida: sólo un 5,1% dice que hoy está mejor que antes, un 25,8% igual y un 68,8% peor. El registro más negativo desde que gobierna Cambiemos.
En cuanto a la percepción de la situación laboral (personal), las expectativas también son pesimistas: un 7,2% cree que en 2019 va a estar laboralmente mejor que en 2018, un 37,2% que estará igual y un 49,5% cree que estará peor. Asimismo, cabe destacar que, finalizando diciembre de 2018, sólo un 19,1% decía que iba realizar un plan de vacaciones (viajando fuera de su ciudad a tal efecto) este verano, mientras que un 63,2% afirmaba que no podría, y un 17,7% que «aún no sabía». Más de la mitad de los consultados afirmó que el sueldo o ingreso percibido «no le alcanzaba».
En este sentido, podemos concluir con un concepto reiterado del análisis político argentino: la reelección de Macri es altamente dependiente de la incapacidad del peronismo para constituir una oferta atractiva. Que hoy significa, simplemente, la capacidad de perforar sus propios techos. Los límites que enfrenta el presidente son evidentes. Y lo que viene por delante no promete ser mucho mejor. «