En los ojos extraviados de José López asoma la desesperada abstinencia de un hombre que bebió durante décadas de las copas del poder y que ahora, en el llano, perdió la compresión de lo real. Un impune que cayó al barro. Con su psiquis como una coctelera, el ex secretario de Obras Públicas del kirchnerismo quedó desnudo y a la intemperie en una madrugada fría en la puerta de un monasterio con nueve millones de dólares y un fusil. Los billetes, sucios de origen. Todo inexplicable. Obsceno. Corrupto.
Su detención plantea tantos interrogantes como desafíos. Interpela a la dirigencia política y empresaria y también a la Justicia. Por ahora hay preguntas:
-¿Cuál es el origen de los millones que engordaban los bolsos de López?
-¿Qué esconde López?
-¿Qué se esconde detrás de él?
-¿Qué se esconde con el escándalo López?
-¿Por qué el ex funcionario actuó, irracional, solo, de madrugada, con su auto repleto de billetes?
-¿Quién lo arrinconó en el delirio?
-¿Por qué hasta un simple llamado al 911 es dudoso? ¿Y el testigo?
-¿Es común que una patrulla de la Bonaerense demore menos de 180 segundos ante un llamado?
-¿Hasta dónde avanzará la Justicia?
-¿Qué tienen para decir los empresarios que durante décadas cartelizaron la obra pública: la inefable patria contratista?
-¿Cómo afectará al futuro del kirchnerismo?
A la secuencia de López no le faltó nada. Una detención de características inverosímiles de un personaje verosímilmente corrupto. Un operativo con tufillo a calibrada operación de inteligencia, de espionaje puro y duro. La pornográfica imagen de los billetes en el monasterio habitado sólo por cuatro monjas. Y a Jesús como testigo.
El impacto político de la caída de López recién comienza. Será profundo. En el kirchnerismo se sintió el remezón. Cruje por estas horas. La crisis en sus filas es inocultable e incierta; algunos aventuran en calificarla de terminal. Sería excesivo afirmar algo así. La onda expansiva afectará a otras fuerzas: si bien López era un K de la primera hora, la matriz de sus actos no tiene exclusividad partidaria, ni color ni bandera.
En la página 10 de esta edición, cuatro jóvenes militantes enfrentan la encrucijada: Fue un golpe profundo, ahora tenemos que refundar la militancia. Será un desafío ineludible de cara al futuro y a la sociedad.