Cable confidencial publicado por WikiLeaks. Fue escrito el 25 de febrero de 2008, a las 13:05, por el encargado de asuntos políticos de la embajada de Estados Unidos en Nigeria. Su nombre era Walter Pflaumer. “El embajador se reunió con fiscal general y el ministro de Justicia jefe, Michael Kaase Aondoakaa, y con el procurador general, secretario permanente en el Ministerio de Justicia, IA Ayua, el 7 de febrero, para discutir el caso Pfizer”. Pflaumer informó que el procurador general “aceptó en principio trabajar para lograr un acuerdo extrajudicial con la compañía farmacéutica. Una primera reunión federal” del fiscal “y Pfizer está programada para el 5 de marzo con la presencia de Kano State”.
Este cable secreto que se hizo público en el medio creado por Julián Assange, quien sigue preso en Inglaterra a la espera de que finalice su juicio de extradición, no es el principio de la historia sino que está cerca del final.
Todo comenzó 12 años antes de ese mediodía en el que Pflaumer redactó el reporte para enviarlo al Departamento de Estado en Washington. Corría 1996 y Nigeria, el país más poblado de África, sufría una de las peores epidemias de meningitis que había tenido. El brote terminaría matando a más de 11.000 personas. Esta enfermedad, se sabe, afecta sobre todo a los chicos.
En el Estado más poblado de Nigeria, en Kano, una especie de provincia de Buenos Aires, los médicos de Pfizer trabajaron en el terreno durante la epidemia. Utilizaron 200 niños para probar un antibiótico que estaban desarrollando contra la meningitis, el Trovan. El ensayo clínico culminó con 11 niños fallecidos. Las familias de los chicos muertos comenzaron acciones legales y el gobierno nigeriano terminó poniéndose al frente del reclamo. El Ministerio de Salud del país africano elaboró un informe sobre lo ocurrido en Kano y lo publicó cuatro años después. La conclusión fue que Pfizer había actuado sin la aprobación de los padres y que había violado la ley nigeriana y la Declaración de Helsinki, adoptada en 1964 para regular la experimentación en humanos de nuevos medicamentos. El informe también concluyó que se había violado la Convención Internacional de Derechos del Niño.
De nuevo, esa puerta hacia la verdad que son las publicaciones de Assange, por algo el poder mundial quiere tenerlo encerrado en una celda hasta que deje de respirar.
Los cables de WikiLeaks sobre el caso, en su momento, fueron reproducidos por el diario inglés The Guardian. En otro reporte, del 20 de abril de 2009, los diplomáticos estadounidenses relataron al Departamento de Estado un nuevo encuentro. Esta vez fue del encargado de asuntos económicos de la embajada con el responsable de Pfizer en Nigeria. El empresario se llamaba Enrico Liggeri. Él le contó al diplomático que Pfizer había contratado a un grupo de detectives privados para tratar de “descubrir” casos de corrupción que pudieran involucrar al fiscal general nigeriano. El objetivo era extorsionarlo para obligarlo a dejar el caso, a cambio de frenar el ataque mediático y jurídico.
«Dijo que los detectives de Pfizer pasaron la información a los periódicos locales. Una serie de artículos detallando los presuntos lazos de Aondoakaa con casos de corrupción que fueron publicados en febrero y marzo», contaron los diplomáticos en el cable confidencial publicado por WikiLeaks y reproducido por The Guardian. «Liggeri sostuvo que Pfizer tenía más información contra Aondoakaa y que los propios compañeros del fiscal lo presionaron para que dejara el asunto por miedo a más artículos».
El final de la historia fue que la presión surtió efecto. La empresa farmacéutica logró el acuerdo extrajudicial y terminó pagando una indemnización equivalente al 1 por ciento de la que había sido la demanda inicial del gobierno de Nigeria.
Una Reflexión
¿Por qué sonará tan familiar esto de armar denuncias de corrupción para luego extorsionar funcionarios de Estado? Se ve que a ningún continente periférico se le niega su buena cuota de lawfare.
Este caso no es más que otra muestra del descarnado funcionamiento del mundo y del negocio de los medicamentos. No se trata sólo de Pfizer. Sin embargo, la historia retrata a quien ha decidido representar de modo apasionado un sector de la política y de los medios en Argentina. Es posible imaginar un próximo banderazo opositor en el que aparezcan personas con una pancarta que diga “queremos vacunas de Pfizer”, como para seguir transitando entre el sainete y la locura.
Esta semana, el periodista Marcelo Longobardi escribió una columna en el portal Infobae cuyo título era: “Argentina se volvió loca con Pfizer”. El único que se volvió loco por Pfizer fue él mismo y los políticos de Cambiemos. Todos los sondeos de opinión, y la propia percepción que se puede captar en la calle, indican que la vacuna en la que más confía la población es la Sputnik V, que comenzará a producirse en el país.
Cuando Juan Perón se encaminaba hacia su reelección, el entonces embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, se erigió como eje organizador de la oposición antiperonista. Con su excepcional talento político, Perón vio ahí una oportunidad. Creó la famosa consigna de campaña: “Braden o Perón”. Hoy, casi 70 años después, es un laboratorio norteamericano el que parece ocupar el lugar de Braden. En cualquier momento surge la consigna aggiornada: “Pfizer o Perón”. Cuando Juan Perón se encaminaba hacia su reelección, el entonces embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, se erigió como eje organizador de la oposición antiperonista. Con su excepcional talento político, Perón vio ahí una oportunidad. Creó la famosa consigna de campaña: “Braden o Perón”. Hoy, casi 70 años después, es un laboratorio norteamericano el que parece ocupar el lugar de Braden. En cualquier momento surge la consigna aggiornada: “Pfizer o Perón”.