Este lunes Cafiero y el canciller Felipe Solá, junto al secretario de Culto, Guillermo Oliveri, recibieron al titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) Oscar Ojea, al cardenal y arzobispo porteño, Mario Poli y al secretario general del organismo, Carlos Malfa. En la reunión acordaron «desarrollar un trabajo conjunto para accionar los protocolos de salud que deberán implementarse una vez que se reanuden los servicios religiosos en toda la Argentina, priorizando la seguridad sanitaria de todos los asistentes».
Sin embargo, este martes se concretó una segunda reunión entre Oliveri y Malfa para organizar su implementación y redactar el protocolo. Las Iglesias y los templos evangélicos seguirán sin abrir para la realización de ceremonias, pero «cada gobernador definirá lo que hace con su provincia, En el interior podrían haber flexibilizaciones, pero las iglesias serán abiertas, sin misa y la confesión será por turnos», explicó a Tiempo una alta fuente eclesiástica.
En la Casa Rosada confiaron a este medio que, en rigor, la cuarentena seguirá vigente y las Iglesias no podrán abrir, salvo para esas excepciones. Pero puertas adentro del clero el gesto fue bienvenido, especialmente por la presión que ejercen los sectores más ortodoxos, que cuestionan a la jefatura episcopal por no exigir la reapertura de las iglesias.
La mayoría de los obispos se niegan a abrir los templos, pero admiten la presión de los fieles más conservadores. El fenómeno que promueve la ortodoxia, sin evaluar las consecuencias epidemiológicas, se profundizará ahora en cada provincia y sobre cada gobernador. Algunos de ellos son muy permeables a los reclamos del clero y podrían utilizar el protocolo para realizar misas con fieles.