“Un amigo hizo una analogía con el libertarismo y los Bitcoin. A los Bitcoin por el momento es difícil sacarlos de la web y volverlos dinero. Hay que ver si los libertarios se convierten en un fenómeno electoral, no para ganar, pero sí para conseguir bancas. A veces no es tan importante si ganan o no, sino cuánto influyen sobre los otros. En Europa la extrema derecha no gana pero derechizó a los demás partidos”, explica Pablo Stefanoni.
Además de ser jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad editó meses atrás ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Ed. Siglo XXI), un libro que analiza los orígenes y la irrupción de una derecha alternativa que parece haber ganado más protagonismo en la discusión política del que el progresismo hubiera deseado.
“En algún punto cuesta más la incorrección política por izquierda que por derecha. La cultura del meme, la transgresión, es algo que es más fácil hacerlo por derecha que por izquierda, pega más un meme racista que un progresismo que se volvió un poco moralista, un poco correcto. Esa batalla en la web, en la guerra de los memes, al progresismo le cuesta”, señala en diálogo con Tiempo.
En la Argentina, los libertarios parecen haber encontrado en el economista Javier Milei a uno de sus referentes. “Es notable que hoy Milei esté visto como una figura transgresora con un discurso de defensa del ultracapitalismo, pero es invitado a los medios también en la lógica de los mediáticos. No es solo por lo que dice sino por cómo lo dice. Si dijera las cosas de una forma más tradicional le pasaría lo mismo que al resto de los liberales que están por ahí y nadie los invita. Milei genera el show mediático, lo mismo que Guido Suller. Genera rating. También va a las plazas con un megáfono, es diferente a lo que hacían los viejos liberales, juega en muchos niveles. Milei hace una obra de teatro, va a un festival de animé vestido de cosplayer. Captura un cierto agotamiento del progresismo para expresar rebeldía, radicalidad, transgresión”, analiza Stefanoni.
-Hasta hace poco tiempo era extraño encontrar jóvenes que se reivindicaran como parte de la derecha, ¿qué cambió para que en la actualidad haya tantos que abracen esos ideales? ¿Son más o ahora están más legitimados políticamente?
-Las tradiciones de derecha y juventud existían en la Argentina. La última grande posiblemente fue la UPAU, la juventud de la UCD. Tenía peso en los años ‘90 en centros de estudiantes, incluso de la universidad pública y colegios como el Nacional Buenos Aires o el Pellegrini. Es verdad que no se asumían de derecha, sino que decían que eran de centro a pesar de que se trataba de un partido liberal conservador. La novedad es la emergencia global de un tipo de derecha diferente, con otro estilo, llamado derecha alternativa o Alt-right. Desde el triunfo de Donald Trump tomó más visibilidad y fuerza la derecha más transgresora. Muchos espacios marginales como blogs, ideas o corrientes pasaron a ocupar un lugar más central en el discurso público.
-¿Y cómo llega ese fenómeno a la Argentina?
-El fenómeno más visible en Argentina es el de los libertarios, que son una corriente pequeña pero ruidosa en el espacio público tanto en medios como internet. En este contexto, el progresismo parece haber ganado cierta hegemonía en términos de derechos y erosión de jerarquías por un lado con el movimiento feminista y los movimientos LGBT y por otro desde de un consenso del keynesianismo económico. Nadie lo pone en cuestión, ni siquiera el triunfo de Macri, al menos en términos de discurso. Ahí aparece un espacio para canalizar ciertos descontentos y rebeldía y reivindicarse de derecha y defender un capitalismo radical y desregulado.
-¿Qué rol juega la izquierda en ese “despegue”?
-Quizá no hay mucho de la izquierda para satisfacer un “mercado” de la rebeldía. La izquierda revolucionaria está más débil. El resurgimiento de la derecha se trata de un fenómeno mundial y en la Argentina está ligado a la aparición de una figura como Milei que le da un impulso. Habrá que ver si es un fenómeno pasajero o toma una carnadura mayor y pervive en el tiempo. Por lo pronto incide en el debate público.
-¿Por qué a la izquierda le cuesta tanto defenderse de los ataques de la derecha?
-En los últimos tiempos aparecen discursos que no son lo que el progresismo espera. El progresismo en general discute con gente que no se dice de derecha, como el PRO. Le dicen a Macri “vos sos de derecha” y Macri responde “no, yo no soy de derecha”. La estrategia progresista es desenmascarar a los que ven como la derecha, mientras los otros se ponen a la defensiva. El problema con los discursos liberales o libertarios es que se dicen de derecha. Y si alguien les dice “vos estás en contra de la justicia social”, ellos responden que sí, que es una mierda, que es “robarle a los exitosos para darle a los fracasados”. Eso no ocurría antes y cambia las coordenadas del debate público. En el discurso público todo el mundo está a favor de la justicia social, aunque después apliquen una u otra política. Es un cambio que tiene que ver con las formas del discurso transgresor. El progresismo está en la disyuntiva de discutir con ellos y legitimarlos o no discutir y que estos movimientos se sigan desarrollando. La apuesta del libro es ver un poco qué hay ahí, qué dicen. No descalificar, ver quién es quién y encontrar los huecos para responder a eso. A veces hay desprecio moral desde el progresismo frente a los libertarios, pero lo interesante para analizar es por qué atraen gente joven.
-En la Argentina, al menos, las expresiones de derecha o liberales tienen gran protagonismo en redes sociales como Twitter o Facebook y en los medios de comunicación pero hasta el momento no existe un correlato electoral, ¿cómo analiza ese fenómeno?
-Hay que separar los medios convencionalesde comunicación como la tele, radio o diarios y los nuevos medios o plataformas de difusión que permite internet. En los medios convencionales hay una diferencia muy grande entre una presencia casi permanente de Milei con un discurso autodenominado libertario, anarcocapitalista, un discurso anti estatista radical contra justicia social y los impuestos. Y la ausencia de otra figura equivalente, Agustín Laje, que tiene mucho impacto en las redes pero que no es invitado a los medios convencionales y que tiene un discurso antifeminista. Hay dos varas en los medios convencionales: hay espacio para el anarco capitalismo pero no para el antifeminismo. Depende de lo que los medios consideren tolerable. Canalizaron una especie de revuelta antiprogresista que empezó en internet pero que saltó a la política. Es posible igual que haya un sobredimensionamiento de este fenómeno.
-¿Cómo se origina esta línea que a priori parece tener posturas contradictorias, liberales en lo económico pero conservadoras en lo social?
-Vienen de una tradición norteamericana que se llama “paleolibertarismo” y que es una versión libertaria de extrema derecha que combina una posición contra el Estado y es muy conservadora en términos culturales. A mi modo de ver lo hacen de una manera un poco oportunista: no creo que Milei sea un conservador, pero es más vendible hoy un libertarismo de derecha que un libertarismo puro como el de EEUU que quiere legalizar las drogas y es pro aborto. Acá vende algo más de derecha, construir algo a la derecha del PRO.
-¿Qué pensó cuando vio las imágenes de manifestantes pro Trump ingresando a la Casa Blanca?
-Lo interesante era lo mal organizado que estaba eso. Parecían los juegos de roles cuando van a hacer una lucha medieval. Es un montón de gente que sigue muy descentralizada, que en algunos casos sigue las visiones conspiranoicas. ¿Por qué es algo nuevo? Hay algo distinto al neoconsetrvadurismo de los ‘80. Alguien decía que la derecha alternativa son conservadores que no tienen nada que conservar. Trump no fue un presidente conservador, rompió todas las reglas no escritas de la democracia norteamericana. Al final rompió todo y fue el progresismo el que terminó por conservar el sistema. Trump deja al progresismo en una posición muy conservadora: todo el tiempo el progresismo piensa que el futuro va a ser peor con gente como Trump y entonces es mejor conservar lo que hay. «