La denuncia iniciada esta semana por la interventora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Cristina Caamaño, agrega otro hilo en la historia de los ataques a la libertad de expresión: Tiempo Argentino también fue espiado ilegalmente por los servicios de inteligencia comandados por Gustavo Arribas y Silvia Majdalani.
Entre las más de 80 personas con cuentas de mail hackeadas, se encuentra Gerardo Aranguren, editor de Tiempo y exintegrante del Consejo de Administración de la cooperativa. No es la primera vez que sucede: Hebe de Bonafini alertó sobre la vigilancia ilegal de la AFI sobre 131 personas en una denuncia de febrero de 2017 que incluía a periodistas del diario. Una semana después, la presentación fue archivada en la papelera de la Justicia.
Unas pocas horas después de que la causa saliera a luz y una vez que expresamos nuestro repudio, decidimos dar otra respuesta colectiva: Tiempo es víctima del espionaje, pero todo ataque a la libertad de expresión pone en riesgo el derecho a informar sin restricciones. Con el acompañamiento del Cels y del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), solicitamos el acceso a la causa con el objetivo de conocer qué información personal y profesional fue obtenida y almacenada ilegalmente, qué se hizo con ella y por qué motivo fuimos víctimas de esta grave intromisión tanto de la privacidad como del libre ejercicio de la labor periodística. Actuar en conjunto garantiza un marco de protección frente a los derechos que fueron violados por las presuntas tareas de inteligencia. Pero no sólo eso: también busca disolver el efecto intimidatorio sobre cualquier redacción y terminar de una vez y para siempre con la vigilancia contra periodistas.
El desguace de los medios públicos durante el macrismo y la represión a los periodistas durante las coberturas de las protestas sociales denunciadas por el SiPreBA ante organismos internacionales suman otro hilo en los ataques a la libertad de expresión. Un periodismo libre y comprometido con el derecho a la información es aquel que fomenta el pluralismo y la diversidad como aspectos clave dentro de su función.
Terminar con las filtraciones y la inteligencia sobre las redacciones también es un modo de intervenir para lograr políticas públicas que mejoren la calidad democrática.