La grieta ya fue. La tan nombrada y vituperada palabra que se usó hasta el hartazgo para dejar de manifiesto la separación entre kirchneristas y antikirchneristas más tarde devenidos en macristas dejó de tener sentido. Según el diccionario, una grieta es una abertura alargada y con muy poca separación entre sus bordes. ¿Muy poca separación? Ja. Chau grieta, es hora de empezar a hacer referencia al abismo que separa a las dos formas de pensar predominantes. El odio que se destila de un lado y del otro es tan profundo que al sobrevolar ese abismo se hace cada vez más difícil ver el final del precipicio.
Todos los días y a cada rato alguien se encarga de hacer su aporte, algunas veces con más inteligencia que otras, para agrandar el abismo. Ahora llegó el turno del periodista de Clarín, TN, Canal 13 y todos los medios del mayor multimedios del país (hasta en Volver debe aparecer de vez en cuando), Nicolás Wiñazki. Sin ponerse colorado y libre de todo tipo de gorra sobre su cabeza, el periodista hizo un informe en Telenoche, acompañado por la pose impertérrita del conductor Santo Biasatti, denunciando que más de cuatro mil empleados estatales son kirchneristas. La poca precisa investigación periodística dice que unos cuatro mil empleados del PAMI fueron puestos por el gobierno anterior. Pero tampoco da datos concretos al asegurar que Télam (la agencia estatal de noticias) es un caso crucial porque hay 200 empleados que responden al kirchnerismo. Según explicó el periodista, estos colegas suyos trabajan en la gerencia de Audiovisuales y desde allí hacen kirchnerismo explícito y emiten cables con propaganda K.
Más allá de que en Audiovisuales de Télam no se escriben cables, la denuncia pierde fuerza al revisar los despachos (justamente) audiovisuales de la agencia. En los últimos cincuenta videos enviados, cuatro son declaraciones de Mauricio Macri repudiando el paro, uno es de Marcos Peña en el mismo sentido, siete son acciones del Gobierno mostrando la gestión, uno es sobre la conferencia de prensa que dio Barros Schelotto y el resto se reparte entre noticias internacionales y policiales. Pero aunque no fuera así, sería correcto que hubiera otro tipo de información porque Télam es una agencia del Estado y no del Gobierno, aunque esto parezca una utopía en la Argentina. Y es una utopía porque todos los gobiernos (y acá no hay nadie a quien no le quepa el sayo) transformaron a los medios nacionales en oficialistas, cada cual con su estilo. Todavía se recuerda que en el canal de televisión estatal durante el menemismo se veía a cualquier hora del día a Gerardo Sofovich timbeando, por ejemplo. El programa Seis, siete, ocho es otro claro botón de muestra. Y ni que hablar de las aberraciones que ocurrieron durante la dictadura.
Quizás la diferencia entre los que están de un lado del abismo y los que se parapetan del otro sea que durante el gobierno anterior, en sintonía con la forma de actuar imperante en ese momento, desde los medios oficiales se denunció a una decena de periodistas poderosos y (en su mayoría) millonarios, mientras que ahora se investiga a 200 trabajadores de prensa, también muy de acuerdo con la forma de actuar que caracteriza a quienes conducen el país desde el Poder Ejecutivo. Pero es innegable que las acciones van en un sentido muy parecido. Y todo eso contribuye a profundizar el abismo.
Algunos analistas políticos y un buen número de historiadores sostienen que esta separación en la sociedad existe desde que Argentina es Argentina. Afirman que se hizo más explícita en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, cuando nació el peronismo y el antiperonismo. Pero el abismo actual parece ir en busca del infinito. Y este tipo de informes, como el del noticiero central de Canal 13, contribuyen a tirar ramas secas a la fogata. Es más, vendría a ser algo así como prender un faso junto a un surtidor de GNC. Sólo resta saber y ver qué pasará cuando el abismo sea tan grande como para tragarse a los que batallan de un lado y del otro. O, haciendo referencia a la otra metáfora, cuando estalle la estación de servicio.