“La segunda parte de la cuarentena estricta no fue tan estricta en su cumplimiento. Y eso incide a la hora de tomar decisiones”, analiza Nicolás Kreplak, viceministro de Salud bonaerense. “La situación nos hizo pensar si la herramienta de aislamiento sirve. Y la respuesta es que lo que sucedió en los primeros días de julio sirvió, pero lo que pasó en los últimos, no estoy tan seguro”, agrega. “De todas formas esto hay que verlo dinámicamente. Hoy tenemos suficiente seguridad para saber que el sistema no está saturándose. Pero hay que seguir la tendencia y, si la cosa no mejora, habrá que volver a cerrar”, completa, casi fundamentando por qué el gobernador Axel Kicillof eligió el término “cuarentena intermitente” para definir a la nueva etapa.
“No queremos que se piense que ya pasó. Todavía estamos en un momento complicado y hay que ir avanzando despacito. Tenemos que construir la menor cantidad de contagios posibles y administrarlos en el mayor tiempo posible hasta que haya una vacuna”, insiste el funcionario que ya había ocupado un rol central en el trazado de estrategias sanitarias como viceministro de Salud de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. “Nuestra situación actual es que de las aproximadamente 2800 camas de terapia intensiva para adultos que tenemos en el Gran Buenos Aires, unas 800 tienen pacientes con Covid y otras 850, pacientes con otros problemas. Las de Covid aumentan más rápido y por eso hay que seguir eso de cerca”, precisa.
Kreplak elige no responder sobre un dato que preocupa a sus asesores: varias clínicas privadas y de PAMI de la Provincia informan que comenzaron a recibir derivaciones desde la Capital, lo que explica la importancia de tomar decisiones coordinadas. Entre ellas, esta de flexibilizar las restricciones.
–Hoy hay más casos diarios diagnosticados que cuando se decidió la marcha atrás. ¿Por qué se flexibiliza igual?
–Nosotros empezamos a decir que había que cerrar todo a mediados de junio, cuando notamos un cambio en la tendencia. El dato más fuerte es la aceleración de los contagios. Cuando dijimos que había que cerrar, la tendencia marcaba que al día de hoy íbamos a tener unos 5000 casos en la Provincia, y antes de ayer hubiera estado colapsando la capacidad de camas de terapia intensiva.
–Pero si el número sigue creciendo, aunque sea más lento, y se agrega movilidad, es inevitable pensar que quizás haya que volver a cerrar.
–Seguro que sí. El cierre que se hizo bajó la aceleración de contagios y permitió mantener una cantidad de casos más o menos estable. También es cierto que en los últimos días aparecieron números más altos. Pero para analizar eso hay que ver el promedio semanal, porque la tendencia de carga de casos en el sistema indica que los miércoles suben los registros y los fines de semana bajan.
–¿Notaron algún cambio en los últimos días en términos epidemiológicos?
–Hay una cosa negativa que hay que destacar. La distribución de casos que se ve hoy es bastante homogénea. Y eso es un problema, porque cuando tenemos brotes podemos hacer intervenciones, como la de Villa Azul, que fue sumamente exitosa. En los próximos días vamos a presentar un informe sobre un estudio de seroprevalencia que hicimos en el barrio y que nos dio que cerca de un 15% de la población tenía anticuerpos. Si comparás ese estudio con el que se hizo en el Barrio 31, en el que la proyección da que un 53% tenía anticuerpos, la diferencia es tremenda. Es decir que el abordaje que hicimos sirvió: cerramos el barrio y a la gente le dijimos que se quedara en su casa. Le llevamos la comida y lo que necesitaran. No salieron ni para comprar puchos. Eso logró contener el brote. Pero cuando uno encuentra dos o tres casos en cada lugar, ese abordaje no lo podés hacer.
–¿Cómo hacer entonces para controlar los contagios?
–Ahora estamos cambiando el protocolo en la Provincia, ampliando el rastreo de contactos estrechos para los casos sospechosos. Es decir, desde el momento en que se manifiestan en una persona síntomas compatibles con la enfermedad, se empieza a llamar a los contactos para pedir el aislamiento hasta tener la confirmación. Antes eso se hacía solo con los casos positivos, lo que hacía que gente potencialmente infectada estuviera circulando dos o tres días diseminando el virus. Eso lo combinamos con un aumento importante en la cantidad de análisis de PCR. Hoy estamos en unos 5000 testeos diarios, que se analizan en 24 horas. La demora a lo sumo se está dando en la carga de datos en el Sistema de Información Sanitaria Argentina. Pero estamos encarando un sistema acelerado.
–Insistieron en la donación de plasma. ¿Hoy es la principal estrategia terapéutica?
–En el mundo se están probando muchas cosas y la Argentina está participando de varios estudios internacionales. Nos pareció que había que potenciar los ensayos con plasma y hoy lo estamos usando en pacientes que tienen el virus en estado moderado a severo. Se aplica a quienes empiezan a necesitar oxígeno y se ve que se reduce significativamente la letalidad y que incluso muchos evitan ingresar a terapia intensiva. Los que entran también tienen menos tiempo en terapia. El estudio sobre 400 pacientes tratados nos da muy buenos resultados: a más del 50% le va bien, que es muchísimo. Por eso empezamos a probar la posibilidad de aplicar el plasma antes, como tratamiento preventivo. Ya terminamos un ensayo y estamos esperando los resultados. Y también nos interesa mucho avanzar en la producción de suero equino, que es el mismo principio que el del plasma humano pero permite generar más volumen.
–La sensación es que todavía no sabemos mucho sobre esta enfermedad.
–Diría lo contrario. Estamos conociendo muchísimo y en muy poco tiempo. Pensemos en el VIH: estuvieron años hablando de la «peste rosa» antes de entender que no era la enfermedad de un grupo. Ahora, en cambio, en un mes ya se obtuvo el genoma viral. Los primeros desarrollos de vacunas tardaron dos meses. En siete meses hay una lista para probar. Nunca hubo tanta investigación científica sobre un tema en particular. Creo que se sabe muchísimo. La diferencia es que hoy habla de virología y epidemiología un porcentaje de la población que nunca escuchó hablar del tema. Entonces, te genera incertidumbre, porque la gente espera que las cosas sean lineales, y nosotros sabemos que no son así.