Ambos tienen motivos para golpearse el pecho.
Sin un peso sin anuncios publicitarios, contra viento y marea, sobrellevando la más grande infamia de la historia política, Cristina Fernández peleó de manera admirable contra el aparato económico, mediático más asombroso de la democracia. Esta evaluación se puede afirmar, ya entrada la madrugada, cuando la ex presidenta seguía creciendo en los guarismos, en una tendencia clara y contundente.
Pero el gobierno nacional, ofreciendo una administración de consecuencias pavorosas para lo que llamamos pueblo, mantuvo a uno de cada tres votantes del país con una extensión de sus posibilidades muy amplias para un ballotage.
Los que jugaron mal fueron Sergio Massa, Florencio Randazzo y Martín Lousteau. Los tres, cada uno por su lado, han recogido frutos muy modestos y es probable que deban preguntarse qué trolley hay que tomar para seguir. Con respuestas muy preocupantes en todas esas veredas.
Massa jugó contra Cristina tanto como contra Mauricio Macri, acaso para complacer al poderoso sector mediático que a todos ellos, la derecha, ordena qué se debe hacer. Y Randazzo fue víctima de la fidelidad a quienes huyeron prematuramente del kirchnerismo y lo pusieron al frente de una movida que murió al nacer.
Lousteau es del palo de Macri pero lo enfrentó y perdió feo la interna. La pregunta que hay que hacer apenas pasada la medianoche: ¿Por afuera, que será de él? En lo inmediato, su perspectiva es pobre. En el largo plazo todo puede ser. Si Lilita Carrió salto de la nada a una esplendorosa victoria, la Argentina no cierra las puertas a nadie.
Pero los únicos ganadores de ayer fueron los más enconados adversarios, con mucha tela para cortar todavía.