La reaparición de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo en la misma semana no es casual. A pocos días de que se realice la histórica cumbre de Mar del Plata entre ambos dirigentes, salieron a defender al sindicalismo argentino e intentaron dejar en claro que las mafias dentro del mundo gremial son casos aislados y pidieron no generalizar.
Casi al mismo tiempo las causas judiciales que podrían comprometer a Pablo y a Hugo Moyano ganan espacio en los medios de comunicación. Como si esto fuera poco la aparición de Barrionuevo se coronó con una frase poco feliz una más que puede interpretarse como el vaticinio del final anticipado del gobierno en caso de seguir enfrentado con el sindicalismo.
Fuentes cercanas a los más encumbrado del oficialismo aseguran que si lo hacen elegir a Macri entre Moyano interlocutor o Moyano preso no duda en perder el interlocutor y poner al gobierno a discutir con dirigentes menores pese a que no le garanticen cohesión del resto de los sindicatos. Sin embargo, esa lógica no derrama hacia abajo en el gabinete. Hay una parte, por lo menos de los funcionarios más poderosos del gobierno, que entienden que para los tiempos que vienen, de fuerte confrontación por las reformas laborales en general y de estatutos en particular, lo mejor sería avalar la vieja lógica sindical que iguala el apoyo político con la pasividad judicial.
La frase a Barrionuevo fue clara: Los gobiernos que se enfrenta con los sindicatos terminan mal. Pero nada dijo de aquellos gobiernos que avanzan contra los derechos de los trabajadores. Así de contundente fue el pedido del dirigente gastronómico.
El mensaje no fue sólo para el oficialismo, fue también para la oposición. La principal mención fue para el presidente de bloque justicialista del senado, Miguel Pichetto. El aliado estratégico del oficialismo en la Cámara Alta recibió también la advertencia de Barrionuevo para que a la hora de buscar consensos comience por los dirigentes de peso de la CGT.
Uno de los hombres de consulta de Macri explicó ante Tiempo que «el Presidente sabe que el enfrentamiento con los sindicalistas lo favorece. En términos electorales, que los sindicalistas caigan presos por causas de corrupción es algo que se puede capitalizar.
Desde ya que el gobierno no minimiza la potencialidad de los rivales, pero asume los riesgos convencido del rédito electoral. Enfrentar al dirigente sindical que fue capaz de frenar con sus camiones la distribución de Clarín y algunos meses más tarde lanzar un paro desde los estudios de TN no es sencillo. Menos aún cuando la economía no mejora y los despidos están a la orden del día.
Más allá de que desde el Ejecutivo lo nieguen y que muestren como un trofeo la detención de Marcelo Balcedo, hombre del sector sindical más cercano al gobierno, lo cierto es que algunos jueces parecen tener un trato mejor con los denominados dialoguistas que con los combativos.
Por estás horas algunos dirigentes históricos no dudan de que la intención del gobierno es doblegar al sindicalismo en base a procesos judiciales. Ese terror, que está extendido, hace que buena parte de la dirigencia vea con agrado la reaparición de Moyano y Barrionuevo. La duda es si el paraguas alcanzará para capear el temporal.