Producto de la atomización extrema que se ha venido generando desde los años 80’ a nuestros días, a escala planetaria, con la imposición del actual modelo del capitalismo financiero y sus efectos, se han instalado prácticas de carácter social en extremo individualizantes que construyen el escenario subjetivo ideal para que discursos “anti-sistema” como los de Donald Trump o Jair Bolsonaro, irrumpan a escala masiva.

Como si de una pandemia actitudinal se tratara, forjando ideas fuerza contrarias a todo tipo de regulación estatal, contra todo intervencionismo económico, se viralizan de forma transversal, atravesando clases y condiciones económicas, sociales y culturales.

A escala nacional, la marea de la derecha extrema, emerge como síntoma encarnado en un histriónico consultor económico de grandes empresas, devenido en su momento en panelista televisivo estrella, que con un discurso anti-kirchnerista, fue capitalizando los errores de la gestión del Frente de Todos, y sus efectos en las condiciones de vida de significativos sectores de la población que venían pagando las consecuencias sociales de Mauricio Macri, endeudador serial, máximo referente de Cambiemos  .

Seguramente el llamado fenómeno Milei no hubiera aparecido con tanta fuerza si el 40% de pobreza, pandemia mediante, crisis energética tras el devenir del conflicto ruso-ucraniano y el vaciamiento de divisas en las arcas del Banco Central, no hubieran existido, junto al controvertido camino negociador por la deuda ilegítima con el FMI. Sin los nombrados elementos, para nada menores, es factible que Milei no hubiera sido el candidato más votado en las PASO de hace unas semanas

Pero ante esta sumatoria de elementos, con un escenario de creciente atomización social disolvente, que se expresa con la individualización extrema a escala social se cristaliza una realidad sumamente propicia para que el discurso de Milei se viralice, atravesando transversalmente la multiplicidad de individualidades que conforman la sociedad contemporánea.

Los autodenominados libertarios no le hablan a los argentinos per se, ni a la clase obrera como como la izquierda, ni al pueblo trabajador como en el tradicional discurso del peronismo. Le habla a una sociedad extremadamente atomizada. A cada individuo. Así Milei se constituye en un significante vacío que cada cual resignifica a su piacere. Y es votado por un amplio espectro: desde un emprendedor con aspiraciones de unicornio, hasta un veinteañero del tercer cordón del conurbano, harto de una vida de privaciones; o un primer votante, que tras terminar la secundaria, se gana el mango arriba de una bicicleta, en la precariedad de las aplicaciones de reparto.

En palabras de Milei, “la gente de bien”. Lo que en traducción psicoanalítica sería una suerte de “ideal del Yo” que es auto-percibido por cada individuo en un escenario de “atomización disolvente”, concepto acuñado en pleno menemato por el economista y pensador Marcelo Matellanes.

Más allá de las tácticas discursivas que aborden tras las PASO, los comandos de campaña del campo progresista, o del campo nacional y popular o de las filas de la izquierda, de cara a las elecciones de octubre, es imprescindible diagnosticar correctamente no sólo el humor social de los potenciales votantes a los que nos dirigimos. También, antes y después de las elecciones de octubre, intentar acertar en una suerte de “significante vacío” que permitan articular millones de singularidades en favor de ideas fuerza que alteren el sentido, direccionándolo al bien común y no a la competitividad sin límite del dios mercado auspiciada por Milei.

Nos permitiría poder evitar la tragedia social que profundice la desigualdad extrema, a lo que nos llevará el experimento ultra liberal, en una suerte de convertibilidad recargada con el final ya conocido.

La primera parte del problema, el diagnóstico del escenario en que nos toca incidir, está definido. Es sabido que lo más difícil es acertar con el antídoto ante esta suerte de deriva autoritaria y mesiánica, que se apropia y resignifica términos tan caros como la lucha por la libertad, o gestas tan legítimas como confrontar contra “las castas”, tanto la política como la empresarial y la judicial, aunque a estas últimas no nombre el histriónico justiciero del dogma del libre mercado.

Justamente nunca las menciona porque sus intereses están direccionados a un gobierno, gestionado por los grandes grupos económicos y un Poder Judicial clasista que sea el garante de esos intereses. Sectores que más que la solución son parte del problema, no sólo de la Argentina, sino a escala planetaria. Gestores del ideario de la fallida teoría del derrame que no hace otra cosa que perpetuar la desigualdad.

La intención de estas reflexiones es un acercamiento, como hipótesis, al cúmulo de causas que han generado este verdadero síntoma social llamado Milei. Tendremos que encontrar como sociedad, las formas de actuar en consecuencia, en favor del bien común y no de la acumulación de unos pocos.

Aunque es cierto que con más del 40% de la población bajo la línea de la pobreza, y con millones de trabajadores formales y sectores medios golpeados por la inflación que no da tregua y degrada mes a mes su incierta existencia, es muy difícil no querer buscar atajos suicidas y seducirse por propuestas mesiánicas de falsos profetas.