“Dios, patria, justicia social. La agenda de la Patria. Victoria conducción”, rezaba el empapelado que decoró por algunas horas la zona del Congreso. Las Islas Malvinas y la Virgen de Luján escoltaban la figura de Victoria Villarruel abrigada con un poncho que le obsequiaron meses atrás en Jujuy, en una de sus tantas recorridas por el interior del país. La jugada, con tufillo a vieja política, se sintió con fuerza en un oficialismo que intenta hacer equilibrio entre las buenas noticias y las internas cada vez más indisimulables.

El viernes por la mañana en el Senado y la Casa Rosada abundaba la sorpresa. “Somos prolijitos con el diseño, nadie en sus cabales puede pensar que fuimos nosotros”, deslizaban cerca de Villarruel minutos después de que las redes se inundaran de fotos de los carteles que La Derecha, agrupación que responde a la titular de la Cámara Alta, se encargó de arrancar. En Balcarce 50, mientras tanto, no descartaban ninguna teoría.

En el entorno de la vicepresidenta afirman que hay una intención manifiesta de dividir a la fórmula presidencial ganadora. “Hay una campaña para dejarnos afuera y hacer que Victoria se pelee con Javier”. Sin levantar el dedo acusador, en el Senado saben que la castrense es despreciada por el Triángulo de Hierro y que toda acción contra ella tiene el visto bueno de la reducida mesa libertaria, con quienes tampoco ocultan sus diferencias. Sin embargo, entienden que una ruptura con el presidente podría perjudicar las aspiraciones políticas de la vice, que se vio obligada a cambiar de estrategia en plena jugada.

Luego de los dichos de Javier Milei, la vicepresidenta reunió a su equipo para analizar las posibles respuestas. Según dejaron trascender días atrás, la titular del Senado preparaba un largo descargo, en el que se encargaría de marcar las razones de su agenda diferencial y su distanciamiento con el primer mandatario, donde su entorno tendría un lugar privilegiado en las acusaciones. Sin embargo, un movimiento inesperado torció el tablero.

En la tarde del jueves, horas después de que el presidente pusiera en el paredón a su vice, el usuario @MileiEmperador, atribuido a Santiago Caputo, hizo un posteo que encendió todas las alertas. “Tengo la sensación de que La Misa hoy puede llegar a ser muy interesante.” La Misa es el programa que Daniel Parisini –conocido como Gordo Dan– conduce todos los días en el canal de streaming libertario Carajo.

Allí, el extrabajador de sanidad no sólo evangeliza a propios y ajenos, también utiliza su masividad para poner en la mira a los enemigos de turno a quienes “atiende” desempolvando información sensible. El ciclo cuenta con la bendición del asesor estrella, quien este viernes hizo su primera aparición en cámara para celebrar los 100 programas de la transmisión. La semana pasada, la víctima iba a ser nada más y nada menos que la propia Villarruel.

Fue aquel posteo lo que habría hecho retroceder a la vice, que no desconoce su desventaja frente a Caputo y Karina Milei. Su decisión de no confrontar fue bien leída en el Salón Martín Fierro y horas después se habilitó un nuevo capítulo en la tormentosa historia de amor.

Esta semana Santiago Caputo dialogó con Emilio Viramonte, asesor de la vicepresidenta. Los portavoces del poder acordaron un cese del fuego momentáneo para evitar que la poco novedosa interna entre el presidente y la vice opaque las exitosas semanas en materia económica que cosecha el gobierno. También, se resolvió que Villarruel desfije de su perfil de Twitter el posteo en el que califica a Francia como un país “colonizador”. Aquella declaración, que llegó después de que se viralizara un video de la Selección entonando un canto xenófobo, casi inicia un conflicto bilateral que Karina en persona tuvo que desactivar. “Los argentinos se merecen pasar las fiestas en paz”, sintetizaron en una de las terminales.

A pesar del convenio, la figura de la exdiputada es un problema cada vez más latente en la gestión libertaria. Cerca del presidente afirman que fueron sus acercamientos con Mauricio Macri los que habrían terminado de romper una relación que trastabillaba desde el cierre de listas del 2023. Además, la mesa chica del oficialismo está convencida de que Villarruel firmó un pacto de convivencia con el expresidente con vistas a un futuro electoral cercano. La negativa en el Senado es contundente. Sin embargo, fue el propio Francisco Paoltroni quien este sábado deslizó la necesidad de que el bostero y la abogada logren un acercamiento.

Los dichos del senador llegan al filo de una semana agitada en la relación de ambos socios. Tras el segundo intento fallido por aprobar Ficha Limpia, en el macrismo acusaron abiertamente al gobierno de tender acuerdos con el kirchnerismo. En el PRO entienden que este arreglo entre Unión por la Patria y LLA responde a la voluntad del oficialismo de no perseguir judicialmente a Cristina Fernández de Kirchner, a cambio de contar con el apoyo legislativo del peronismo en temas sensibles como la renovación de la presidencia de Martín Menem, la aprobación de los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla y la eliminación de las PASO. En ambas terminales niegan rotundamente estas versiones.

En el gobierno se desmarcan advirtiendo que el encargado de juntar el quórum para tratar el proyecto de Silvia Lospennato era el propio PRO. “No hay acuerdos con nadie. Nosotros apoyamos con las bancas, pero no vamos a salir a buscar los votos que faltan para un proyecto que no es nuestro”, deslizaron fastidiosos cerca del presidente. A pesar del enojo, primó la misericordia.

El jueves por la noche, desde el gobierno dejaron correr que el presidente estaría dispuesto a tratar su propio proyecto de Ficha Limpia. Así se lo informó a Lospennato vía WhatsApp, a quien le garantizó la ayuda de Alejandro Fargosi, exconsejero de la Magistratura que se afilió a La Libertad Avanza en las últimas semanas, para avanzar en un texto común. A pesar del gesto, lo cierto es que, por ahora, la promesa no es más que eso. En el gobierno creen que bajar la espuma con el PRO es necesario para evitar nuevos quiebres que puedan perjudicarlos en el Congreso y, por sobre todo, en la aventura electoral libertaria. Lo que no saben es cuánto puede durar la paciencia.   «