El gobierno del Frente de Todos, amén de tratarse de una alianza algo más amplia, expresa un peronismo muy particular en el que, a diferencia de lo que ocurre en la oposición, nadie se desvive por pelear un lugar entre las candidaturas para el 2023. Un peronismo que vuelve a fungir de garante de un ajuste que pesa sobre quienes trabajan, quienes hacen changas y quienes acceden a planes sociales. Por otro lado, no deja de ser curiosa la apelación al “pragmatismo” si se tiene en cuenta el reguero de derrotas (2013, 2015, 2017, 2021) frente a una victoria que cada vez más adquiere la semblanza de Pirro de Epiro. En ese sentido, el día de la militancia sonó ensimismado, resaltando una especie de instrucción para abrir el discurso al electorado perdido por el camino: hablemos de seguridad.
El día en que se conmemoró el retorno anticipatorio de Perón de su exilio en la España franquista, la conductora de Frente de Todos no se refirió al aumento interanual por encima del cien por ciento de la canasta que marca el umbral de la indigencia, sino a la cuestión de la seguridad. Los olfas de siempre justifican este tipo de decisiones: “disputa la agenda de la oposición”, dirán. Pero, ¿qué significa disputar? Parece que el silencio vergonzante, la condescendencia, cuando no el cinismo, llevan ya más de diez años, cuando la premisa de no criminalizar ni reprimir la protesta social fue perdiendo fuerza –premisa que, a su vez, había sido producto de la potencia de las propias luchas sociales (y un gobierno que supo leer la situación). Entonces, lo que de hecho pereció instalarse fue la idea de que mejor sacar a relucir las propias capacidades represivas, antes que recluirse en la inconsistencia de la mirada progresista sobre la seguridad. Maniqueísmo costoso, que deja de lado corrientes y experiencias que podrían expresar nuevas posibilidades, sobre todo en el intento por modificar la matriz subjetiva de las fuerzas de seguridad, desde la “seguridad ciudadana” como eje de una carrera en la Universidad Nacional de Río Negro o la cátedra de la Universidad Nacional de Lanús (en ambos casos con Gregorio Kaminsky a la cabeza), incluyendo el recientemente perdido control civil sobre el IUPFA (Instituto Universitario de la Policía Federal), hasta la creación y desempeño de la policía local de Avellaneda.
Una “disputa” que no confronta diferencias, que no involucra nuevas apuestas, que no debate, no es más que un tironeo para adueñarse de lo mismo. Y “lo mismo” en este caso es el carácter represivo de las fuerzas de seguridad, lugares comunes que asocian la delincuencia a los sectores populares (por eso hay que mandarles “miles de gendarmes”) o que se justifican en las demandas de seguridad que también surgen desde esos mismos sectores (como de cualquier sector) para simplemente gestionar sus pulsiones. Pero esta vez la ausencia de disputa real fue más lejos, con un Berni desatado que, por cierto, declaró después del acto encabezado por la vicepresidenta: “Fue música para mis oídos”. Sergio Berni no parece un ministro, sino una especie de gobernador de la policía, ya que actúa por cuenta propia, incluyendo su comunicación pública con spots plenos de imágenes en las que abundan los chalecos antibalas, los helicópteros, y apelaciones a valores como “seguridad”, “libertad” y “propiedad privada”. Mientras tanto, a más de dos años de la desaparición seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro, la causa apunta a la policía de la provincia de Buenos Aires conducida por Berni, a tal punto que incluso infiltraron a la familia de Facundo con una policía que simuló un vínculo sentimental con un familiar.
Cuando Berni condujo la Gendarmería, desde la represión de agosto de 2012 a militantes de distintas organizaciones (Frente Darío Santillán, Barrios de Pie, María Claudia Falcone) que se manifestaban demandando la implementación equitativa y actualización del plan “Argentina trabaja”, hasta la represión contra los trabajadores de la autopartista Lear, entre otras, se destacó por su discurso anti izquierdista e incluso perpetró la infiltración a través del comandante Juan Alberto López Torales, que fingiendo un accidente pretendía inculpar a los propios manifestantes (el gendarme “carancho” fue filmado y gracias a ello procesado).
Es decir, que cuando hablamos de Berni, no se trata solo de un discurso con el que el peronismo lograría equilibrar el rostro progresista del gobernador Kicillof ante un electorado que pide mano dura, sino de represión, defensa cerrada de policías involucrados en una desaparición seguida de muerte, o de policías involucrados en la tortura y asesinato de un trabajador tras robarle la indemnización por un despido en San Clemente del Tuyú. ¿A eso se llama disputar la agenda de la seguridad? ¿O tal vez al ingreso de cuatro mil policías al territorio que sí disputaban miles de personas sin tierra, para reprimirlas y en algunos casos hasta incendiarles sus pertenencias? Uno de los principales dirigentes de La Cámpora, Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia, se mantuvo a cargo de las negociaciones fracasadas durante meses tensos donde también hubo infiltraciones y falsedades en los medios afines, que acusaban (en realidad, revictimizando) a quienes peor la están pasando. (recomendamos el completo informe colectivo al respecto: http://rededitorial.com.ar/quepasoenguernica/)
Hablando del día del militante, en lugar de piquetear la gloria cristalizada de esa palabra, ¿no convendría preguntarnos qué nos toca y nos corresponde como militantes a cada quien de manera situada? Y cuando se trata de seguridad, ¿no nos toca disputar adentro y afuera, con propios y ajenos? ¿No le discutieron en su momento los diputados peronistas de la tendencia revolucionaria al propio Perón cuando escaló su posición contra la lucha armada pretendiendo generalizar la mano dura? Justamente, el Perón conmemorado el 17 de noviembre, el Perón de la vuelta, no solo expresó la legítima alegría popular que entonces avizoraba el final de la dictadura de Lanuesse, sino que una vez retornado de manera definitiva y victorioso en las elecciones del 23 de septiembre de 1973, fue protagonista de una disputa interna feroz. Desde su regreso, las acciones armadas del ERP (devuelto a la clandestinidad por el interino Lastiri, tras el intento de copamiento de la Dirección de Sanidad del Ejército) y la aventura montonera fueron tratadas como actos delictivos de incumbencia policial. En primer término, firmó con sus ministros un “Acta de compromiso de la seguridad nacional”. En esa acta, citada por el notable trabajo de la historiadora Marina Franco (Un enemigo para la nación, 2012), se asimilan el tráfico de drogas y armas a “literaturas que instruyan en la subversión y el caos”.
El paso siguiente fue el proyecto de reforma del Código Penal. Mientras se desarrollaban los debates en el Congreso por la propuesta de endurecimiento del Código, el ERP asaltó el Regimiento de Caballería Blindada de Azul y un Perón enfundado en uniforme militar reaccionó con un discurso que, esta vez, saldaba cualquier ambigüedad pasada: “El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar…” (2/01/1974).
Unas semanas después de la arremetida de Azul, Perón obligó a renunciar al gobernador Bidegain (que, para colmo, era oriundo de Azul) reemplazándolo por el vicegobernador Victorio Calabró, un hombre de la UOMRA, bajo cuyo gobierno se cimentó la relación entre la CNU (Concentración Nacional Universitaria), una organización ultraderechista que terminó integrándose a la Triple A, con la policía provincial. Además, la remoción se dio en el marco de una saga que supuso la intervención de cinco provincias más (gobernadas por dirigentes asociados en mayor y menor medida a “la tendencia”) y varios municipios de la provincia de Buenos Aires. En cuanto al debate por la reforma del Código Penal, el tono más alto de la discusión, como se sabe, encontró a un Perón amenazante: “Nosotros vamos a procedes de acuerdo con la necesidad, cualesquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente.” (23/01/1974). Como consecuencia ocho diputados de la JP renunciaron a sus bancas, entre los que se encontraban Carlos Kunkel, Armando Vittar, Santiago Díaz Ortiz y Diego Muñiz Barreto, secuestrado y asesinado en 1977 (causa por la que fue procesado el represor Luis Patti).
¿No debería incluir el día de la militancia aquella hendidura profunda y la actitud de los militantes que no avalaron la embestida de su propio líder político, la “depuración interna” contra los sectores más dinámicos del movimiento?
El día de la militancia, la vicepresidenta y conductora del espacio político de gobierno, evitó las disputas reales del presente y volvió a embarcarse en una defensa cerrada de su último mandato que, recordemos, cerró con 50% de los trabajadores ganando la mínima (por debajo de la canasta básica), 70% de los jubilados –muchos de ellos, claro, beneficiados en el período anterior por la reestatización de las AFJP– también ganando la mínima (muy por debajo de la canasta básica), aumentos tarifarios de los servicios públicos, una devaluación que aun producía efectos, una inflación cercana al 30% en alimentos, una informalidad y precariedad laboral cercana al 40% y, en un contexto de amesetamiento del empleo que se volvía tendencia decreciente (a fines de 2014, por ejemplo, se registraron cinco trimestres consecutivos de destrucción de puestos de trabajo, es decir, 485.267 empleos menos), a mediados de 2014, se votó la baja de aportes patronales (como lo había hecho Cavallo en 1993). Es decir, el piso era, en comparación a la actualidad, más sólido debido a la recuperación del empleo mediante la ocupación de la capacidad ociosa durante el gobierno de Kirchner y la recomposición salarial durante ese mismo gobierno y el primero de Cristina Fernández, pero la tendencia de su segundo gobierno, el de la “sintonía fina”, explica en parte la pérdida de base social de cara a la elección que tuvo lugar en 2015.
Más allá de los datos económicos de entonces y de la discusión sobre aquel proceso político, aún abierta y siempre necesaria, el día de la militancia la conductora del peronismo se refirió a las virtudes de su último gobierno en materia de seguridad. A mediados de 2011, la entonces ministra de Seguridad Nilda Garré –una de las diputadas del FREJULI que no rompieron tras el reto de Perón en enero del 74–, promovió un documento con perspectiva de Derechos Humanos sobre la seguridad titulado “Criterios Mínimos sobre la Actuación de los Cuerpos Policiales y Fuerzas de Seguridad en Manifestaciones Públicas” y, al mismo tiempo, el programa “Cinturón Sur” que, en parte inspirado en el cruento plan de “Pacificación” llevado adelante por la policía brasilera, movilizaba una importante cantidad de efectivos de Gendarmería a los barrios populares, asentamientos y villas de la capital y el conurbano bonaerense. En un texto que publicamos junto al historiador Bruno Nápoli (“Protocolo de seguridad: génesis y actualidad de la obsesión conservadora”) en el libro Macri lo hizo, compilado por el periodista Ari Lijalad a gran velocidad apenas entrado en funciones el gobierno de Cambiemos, advertíamos sobre el desacierto de aquel programa de seguridad que en la práctica desandaba todo lo interesante que guardaba el documento surgido del seno de ese mismo ministerio. Lo hacíamos para, desde esa mirada crítica, desentrañar el protocolo de seguridad autoritario y antidemocrático que proponía Patricia Bullrich. Lo imaginábamos como parte de una disputa necesaria entre formas de comprender el cuidado, la convivencia, la violencia, la actualidad de los Derechos Humanos…
El día de la militancia estuvo contorneado también por curiosidades como la inauguración de un parque temático peronista, “una experiencia inmersiva para toda la familia”, según reza el video que hicieron circular sus promotores. La imagen difundida por Página 12 sobre el parque temático “Perón Volvió” no es otra que la del General retornado con un Rucci que le sostiene el paraguas. Todo un ícono, cierto; pero también un modelo político de sindicalismo y un guiño a quienes valoran al Perón que se fue endureciendo tras el cruel asesinato a Rucci por parte de Montoneros y el desatino del ERP en Azul. ¿El peronismo se vuelve un parque temático? Levantado por el grupo Octubre que conduce el Secretario General del SUTERH Víctor Santamaría (sindicato antes conducido por su padre, empoderado durante la intendencia del menemista Carlos Grosso, cuyo crecimiento exponencial tuvo lugar durante los 2000), parece dar vuelta a la página del imaginario del primer kirchnerismo con su revival de la “juventud maravillosa”. Pero, sobre todo, muestra una orientación de recursos y energías destinados al entretenimiento en un contexto muy delicado y en una ciudad que también se volvió una suerte de parque temático.
¿Qué quedó de la vitalidad de un 2019 electoral que fue calle? Las calles fueron el lugar del rechazo visceral al gobierno del 2X1 para los genocidas, de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, justamente, por parte de la Gendarmería, gobierno de ajuste y mano dura, de endeudamiento, inflación y autismo elitario. Sin embargo, hoy ajusta Massa con la espalda de Cristina y el aval explícito de La Cámpora, nos visita el FMI con la condescendencia de un presidente vaciado y son reprimidos los mapuches por Aníbal Fernández (finalmente, el mismo que trató de subversivos a los movimientos sociales en la antesala de los asesinatos de Kosteki y Santillán), mientras Berni escucha la música más maravillosa, no la del pueblo al que no duda en reprimir, sino la de su conductora política que pide “mil gendarmes” para la seguridad. La distancia entre la Cristina sobresaliente de la plaza del 10 de diciembre de 2019 y esta vicepresidenta vuelta comentarista de su propio gobierno es una medida del estado del Frente de Todos y tal vez del peronismo que, aunque no parece hacerse cargo, gobierna 19 provincias de 24 y la amplia mayoría de las intendencias del país. Todo a pedir de una derecha que se prepara para gobernar partiendo de un piso de discusión muy bajo y de una condición anímica general que hoy está por el piso.
* Ensayista, docente e investigador (UNPAZ, UNA), codirector de Red Editorial, integrante del Instituto de Estudios y Formación de la CTA A, autor de Nuevas instituciones (del común), entre otros, coautor de El anarca (filosofía y política en Max Stirner), entre otros y compilador y autor de Linchamientos. La policía que llevamos dentro.