La democracia argentina venía pasando uno de sus peores momentos de estos 40 años tras el intento de asesinato de la vicepresidenta, Cristina Fernández. Este domingo 13 de agosto acaba de recibir un nuevo golpe. La sociedad argentina vuelve a acercarse al abismo del autoritarismo violento, disfrazado de discurso liberal, como la última dictadura cívico-militar.
Milei es un especulador financiero sin ninguna experiencia de gestión. A su lado, Horacio Rodríguez Larreta parece Winston Churchill. Su visión de la Argentina implica retroceder 130 años, a finales del siglo XIX. Está en contra de la modernidad, del siglo XX. Esto incluye cuestiones básicas de las sociedades que conocemos hoy, como la declaración universal de derechos humanos; que incluye los de segunda generación, que son los sociales.
¿La mayoría de la sociedad argentina giró al fascismo? Al menos un tercio parece haberlo elegido. Frente a esta realidad se abrirán dos opciones: interpretar el voto a Milei y tratar de “sintonizar” con ese sector del electorado, donde se mezcla el voto bronca con el más rancio conservadurismo. Los pibes con trabajos flexibilizados y explotados por las apps bailan con Victoria Villarruel que defiende a los genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad. Es la conjunción clásica del fascismo en la Historia.
La otra opción es una batalla frontal. Es lo que hizo Pedro Sánchez en España y consiguió equilibrar una elección que parecía hundir al PSOE. No se puede discutir con un proyecto fascista con un discurso endeble. La batalla entre el autoritarismo y la democracia debe librarse en toda la cancha, en cada cuadra, en cada escuela, en cada oficina. Está en juego la justicia social ha hecho de la Argentina un país distinto en la región durante las últimas décadas, al que siguen viniendo personas de los países limítrofes para poder estudiar, curarse y trabajar. También están en juego las libertades más básicas y la posibilidad de que la violencia no se generalice y crezca en espiral. Quizás no lo sepan, pero nadie va a sufrir más a Milei que los trabajadores precarizados que lo votaron.
Es cierto que el mensaje directo del referente de extrema derecha ayudó a que nucleara el enojo. La bronca merece un análisis sesudo que no se hará en estas líneas vertiginosas. Reducirla al nivel de inflación sería simplificarla. El impacto de la pandemia y sus restricciones es un dato clave que disparó el enojo total con el Estado, lo público, el peronismo. Sergio Massa es un político profesional con discurso mesurado. Tiene por delante un desafío titánico: convocar a una cruzada contra el fascismo y ganarla.