Un moderado de pretendido perfil bajo, a quien Hebe de Bonafini sacó –de la manera menos deseada por él- de su segundo plano, quedó a cargo del juzgado que ocupó en vida Claudio Bonadio.
Se trata de Marcelo Martínez de Giorgi, un hombre con recorrido judicial, que durante años fue secretario letrado de la Sala Segunda de la Cámara Federal, cuando ese tribunal era un faro contra el avasallamiento menemista en Comodoro Py.
Aunque llegó al cargo de secretario durante el efímero gobierno de la Alianza, Martínez de Giorgi mamó una forma de hacer justicia al lado de Eduardo Luraschi (algún día habrá que contar cómo renunció al cargo), Horacio Cattani, acaso el juez que más se extraña en la Cámara, y Martín Irurzun, quien –por cierto- era muy distinto del camarista que hoy preside el tribunal.
Aspirante bien posicionado a ocupar un cargo de camarista federal, Martínez de Giorgi tiene el aspecto y la impronta de un hombre común. Entendió desde siempre cómo funcionan las cosas en la Justicia Federal y con solidez y conocimientos técnicos de sobra, surfeó por las ásperas olas de los diversos tiempos políticos.
Hoy, por sorteo, fue designado para ocupar al menos durante un año el juzgado que fue de Bonadio.
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Para el establishment de los tribunales de Retiro es una buena noticia, porque Martínez de Giorgi no hará ninguna locura en un juzgado que se presta para ello, a poco que se empiecen a revisar decisiones y motivaciones que no encuentran mucha explicación desde ninguna lógica.
En rigor, ninguno de los jueces que ingresaron en el bolillero para subrogar ese juzgado estaba dispuesto a patear el tablero y zarandear post morten al ex colega Bonadio.
Próximo a cumplir 54 años, Martínez de Giorgi no escapa a la referencia de los operadores que mueven hilos en Comodoro Py. Y tampoco a las conductas serviciales que, según prometió el presidente, Alberto Fernández, se han terminado.
Martínez de Giorgi llamó a indagatoria a Hebe de Bonafini por la causa Sueños Compartidos. La reticencia de la líder de Madres a someterse a la jurisdicción de un juez a quien le desconocía autoridad lo puso en un aprieto.
Mandó a fuerzas de seguridad con el presunto afán de llevarla a declarar por la fuerza pública, pero terminó yendo hasta la sede de Madres para completar el trámite formal de la indagatoria.
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El diálogo, jalonado con una copita de ruda macho y aguardiente, no impidió que la procesara y la mandara a juicio.
No encabeza la lista de jueces acusados por law fare, pero tampoco está exento. Si bien nada anticipa que rechazará hacerse cargo del juzgado de Bonadio, lo cierto es que aún dispone de cinco días para rechazar la designación.