Los discursos negacionistas encontraron en la campaña electoral una importante caja de resonancia. En la disputa por el voto de la ultraderecha, candidatas y candidatos coquetean con la relativización del terrorismo de Estado, ponen en duda la cantidad de víctimas y atacan a los organismos de Derechos Humanos.
Mario Ranalletti comenzó a investigar hace varios años este fenómeno, que se gestó en Europa a partir de la negación del Holocausto y que en nuestro país adaptó sus herramientas para justificar y defender el accionar genocida. «En Francia se está haciendo este proceso ya desde hace mucho tiempo, se blanqueó a la extrema derecha y un partido históricamente racista y negacionista hoy es la segunda o la tercera fuerza del país. No sería descabellado pensar en un proceso parecido en Argentina a largo plazo. Son sociedades completamente diferentes, pero hay indicios de un gran avance de todos esos discursos y generalmente del otro lado no hay una respuesta efectiva», advierte en diálogo con Tiempo Argentino.
Ranalletti es doctor en Historia y docente en la maestría y doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En 2010 realizó un trabajo titulado «Apuntes sobre el negacionismo en Argentina», que trajo ese concepto asociado al nazismo para analizar lo que sucedía en el país y lo actualizó el año pasado para su publicación en un cuadernillo de la colección Repertorios de la Secretaría de Derechos Humanos.
En su investigación, Ranalletti repasó los diferentes momentos del negacionismo local, que comenzó con la instalación de que hubo una «guerra contra la subversión» entre 1975 y 1983, una idea que luego fue reforzada con la teoría de los dos demonios una vez que volvió la democracia. Con la reapertura de los juicios en 2006, comenzaron a surgir agrupaciones de apoyo a los genocidas y se pasó al reclamo de una «memoria completa», en el que se equipara a las víctimas del terrorismo de Estado con los militares y policías que murieron en ataques guerrilleros, y a la puesta en duda de las cifras de víctimas, que busca negar la condición clandestina, indiscriminada y masiva de la represión.
«La base de cualquier postura negacionista es la de negar a otro, negar sus características, invertir la carga de la prueba: no sos vos la víctima, sino que sos el responsable de lo que te pasó. Es una cosa bastante retorcida», explica el historiador. «En Argentina es esta idea de desresponsabilizarse y poner la responsabilidad en las víctimas de la represión clandestina, crear una falsa interpretación de la historia de los años ’70, hablar de que había una revolución en marcha, del peso y la importancia de las organizaciones armadas, que fueron una expresión político-militar de enorme trascendencia pero que en ningún momento lograron poner en riesgo la continuidad del capitalismo argentino. Elaboran una interpretación de la historia en donde las masas estaban a punto de tomar el ‘Palacio de Invierno’ y a partir de eso construyen otra interpretación de la historia donde todos los crímenes que se cometieron en la represión ilegal están justificados», agrega.
–¿Hay un crecimiento del negacionismo con la llegada del macrismo al gobierno en 2015?
–Creo que el gobierno de Macri creó el contexto muy favorable para estos discursos. Llevó como parte de su elenco ministerial a gente que no era sensible a las políticas de verdad, justicia y memoria que se venían implementando. La gente que tomó las riendas en el Ministerio de Justicia era como mínimo indiferente a todo esto o manifestaban una especie de cansancio con el tema de avanzar con los juicios y había otra gente convencida, militante (del negacionismo), que encontró un contexto en el que tuvieron acceso a los medios oficiales, sintieron una especie de liberación de la palabra y se animaron a decir cosas que antes no se decían. Creo que se encontraron un espacio amplio sin trabas y que no se lo esperaban tampoco.
–En tu texto considerás que el negacionismo es un discurso de odio. ¿Por qué?
–Porque lo fue siempre. Desde la caída del peronismo en adelante, este discurso negacionista tiene mucho que ver con cómo la sociedad argentina empezó a resolver la cuestión del peronismo. Cuando del otro lado de los que empiezan a perder ese lugar de privilegio que pensaban que tenían por derecho divino, ahí se les complica todo y empiezan a generar maneras de pensar la sociedad que están organizadas por el odio. El odio es irracional y a partir del 55 hay una irracionalidad en la idea de que el peronismo no tiene que existir. Para ellos, las víctimas de la represión ilegal no tenían que existir, caen en deshumanizar a los otros y esto comenzó con la caída del peronismo. El negacionismo es un tipo del discurso de odio que no acepta ningún tipo de negociación ni de matiz, porque ven a quien se viste diferente, piensa diferente como una amenaza a su propia supervivencia y en ese contexto está todo justificado. «
La discusión sobre la prohibición
En el Congreso hay varios proyectos que buscan penalizar a quienes sostengan discursos negacionistas. Como contó Tiempo días atrás, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S. y Familiares trabajan en un proyecto de ley que sancione a funcionarios que nieguen, minimicen o relativicen crímenes contra la humanidad reconocidos por el Estado argentino.
«No creo que una ley vaya a modificar sustancialmente algo que está funcionando en otro nivel, en la educación y la sociabilidad. Creo que sobre todo hay que trabajar en la educación y retomar la iniciativa que se perdió desde la llegada de Macri al gobierno», opinó Ranalletti y recordó la postura del historiador francés Pierre Vidal-Naquet, quien rechazaba discutir con los negacionistas porque consideraba que era como discutir con alguien sobre si la luna es de queso o no. «Él decía que frente a estos discursos tan incoherentes, carentes absolutamente de realidad, no se iba a tomar el trabajo de discutir que la luna no es de queso. Yo pienso eso, no hay que discutir cosas que son ridículas porque les estás dando un lugar que no tienen que tener», añadió.