Las historias de Roberto Gómez y Edelmiro Díaz son cíclicas. Se emparentan, se miran en el espejo, se chocan. Ellos y sus trabajos tienen dos marcas, dos golpes certeros que no merecían, dos años: 2001 y 2016. La apertura de las importaciones, los aumentos de tarifas, los cierres de las fábricas, la crisis que siempre pagan los trabajadores.
Durante los ’90, Edelmiro trabajaba en un frigorífico avícola que en el 2001 cerró por la importación de los pollos. Luego de unos años entró al cooperativismo buscando una salida laboral, sin imaginarse que iba a convertirse en su estilo de vida. Roberto trabajaba en una fábrica de alimentos balanceados. Este año, cuando se abrieron las importaciones, el producto dejó de ser competitivo y la empresa quebró. Unos meses después ingresó al mundo del cooperativismo, un espacio donde «se puede remarla junto a otros compañeros».
Edelmiro, titular de la Federación de Cooperativas de Trabajo de Entre Ríos estuvo en la movilización del 4N. Roberto, cooperativista reciente del Club deportivo el Triángulo, de Quilimi, Santiago del Estero, no tuvo la posibilidad de acercarse. Pero las necesidades y reclamos son los mismos: trabajo digno, llegar a fin de mes y poder comer un asado.
«Desde que asumió el nuevo gobierno, tenemos el trabajo parado. Sólo recibimos los programas que habían quedado de la etapa anterior. Encima aumentaron las tarifas. En el club pagábamos 1000 pesos bimestrales por la luz, ahora pagamos 6000 por mes. Vivimos en una zona ganadera pero el kilo de bola de lomo está 170 pesos y el kilo de tira de asado sale 150», detalla Gómez.
«Hasta el año pasado estábamos en un tren de trabajo continuo y ahora los fondos no llegan en su totalidad: no hay viviendas, pavimentos ni obra pública, y los convenios no se renuevan», agrega.
Cuando los fondos llegaban hacían y mucho. Roberto trabaja en el club, un espacio que construyó la Federación de Cooperativas de Santiago del Estero -gracias al programa Capacitación con Obra- y que administran asociados de distintas empresas del sector: «Este era un predio abandonado del viejo ferrocarril, ubicado en uno de los valles más grandes y carenciados de la ciudad. Era todo monte y malezas y hoy tenemos un club.» Y ahora que reciben poca o ninguna ayuda del Estado siguen haciendo. Con solidaridad, compañerismo e inclusión. «Formamos un equipo de fútbol femenino y las chicas salieron campeonas de la liga. Ahora también sumamos a los niños más chiquitos para los campeonatos barriales y las ligas. Tratamos de juntar a los chicos y darles un poco de contención. La gente en los barrios está muy predispuesta a estas cosas.»
Edelmiro empieza su relato igual que Roberto. Con las mismas palabras: «Hasta el año pasado.» Porque antes la historia era otra: no faltaba trabajo. «Ahora cambió la economía en general. La gente de abajo, la que consumía, ya no tiene más. Estamos sin trabajo y con las tarifas 4 o 5 veces más altas. Se paró todo. Somos 30 cooperativas en la federación, si seguimos así un montón de compañeros van a quedar desocupados. ¿Qué hacemos con el bono de fin de año? No queremos subsidio sino trabajo genuino.»
«Estuve presente en la marcha. Fue histórico. Es un acto de justicia que estemos allí incluidos. Significa que estamos dentro de lo que es el esquema de trabajo formal como cualquier otro trabajador. Y eso es consecuencia de que junto a las pymes fuimos las que motorizamos la economía durante el kirchnerismo, de esa forma la plata quedaba en el territorio», destaca el titular de la Federación de Cooperativas de Entre Ríos.
Y ahí están los cooperativistas, los trabajadores en la calle.
Los que marcharon en Buenos Aires y los que apoyan y reclaman a la distancia. Quieren que los escuchen y tener respuestas. Sólo están pidiendo que se les respete su derecho al trabajo.
«Este gobierno hace oídos sordos»
En el interior, en las provincias y en las cooperativas el ajuste también se siente. Aunque no todos tengan la oportunidad de Edelmiro de acercarse a Buenos Aires a sumarse a la manifestación, también quieren hacer oír sus reclamos. Les gustaría acompañar más pero no pueden. Eso le pasa a Elsa Vega, presidenta de la Cooperativa Creciendo Juntas, de La Rioja: «Estuve en la marcha anterior cuando cortamos el Obelisco pero esta vez no pude porque no hay plata y el pasaje está más caro.»
Desde la distancia, como pueden, con sus compañeras ven las manifestaciones por televisión y se dicen que debieran estar en la calle apoyando. Pero en La Rioja no tiene compañía de otros trabajadores para hacer marchas. «Celebramos el compromiso de luchar que demostraron los compañeros y compañeras en Buenos Aires. En nuestra provincia cuesta mucho salir a la calle. Luchamos desde otro ámbito, reclamos en reuniones con funcionarios, pero somos flojos para reclamar en la calle. Ya tendríamos que entender que hoy hay que salir a luchar sí o sí. Este gobierno hace oídos sordos, si no salís a la calle no te lleva el apunte.»