La presencia del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, junto a la plana mayor del gobierno en el lanzamiento del proyecto Argentina sin narcotráfico causó malestar en un sector del Poder Judicial que ve con preocupación esos flirteos. En especial, sorprendió la aparición de Lorenzetti junto a la vicepresidenta, Gabriela Michetti, complicada por estas horas por las pruebas que van surgiendo en la causa que investiga el juez federal Ariel Lijo sobre el origen del dinero que le fue sustraído de su casa la noche en que Cambiemos ganó el balotaje.
Los fieles a Lorenzetti en la Corte salieron rápidamente a defenderlo en esa suerte de interna no declarada que el juez atraviesa desde hace largo tiempo en el tribunal y también por fuera de él. Explicaron que se trataba de un acto institucional en el que estaban representados los tres poderes y recordaron que hace dos años la Corte había propuesto crear una política de Estado con el tema del narcotráfico y el gobierno anterior nunca le dio bolilla. El propio Lorenzetti se encargó de marcar esa diferencia entre el actual y el anterior gobierno durante su discurso en el predio de Tecnópolis.
Lorenzetti es un hombre esencialmente político, aunque nunca haya reconocido (como sí lo hizo su colega Juan Carlos Maqueda) que es un político que trabaja de juez. Pero cada uno de sus gestos, aún los judiciales, tienen una lectura directa o proyectada en el tiempo- de naturaleza política.
En la segunda línea de la Corte, a nivel de secretarios letrados e incluso de colaboradores directos de otros jueces, muchos de esos gestos son interpretados como pasos individuales que comprometen posturas generales. Lorenzetti al lado de Michetti, de Macri, de los gobernadores antikirchneristas y de Massa es una señal peligrosa, porque todas las causas de corrupción de ex funcionarios kirchneristas más tarde o más temprano van a llegar a la Corte. Y la investigación contra Michetti también va a llegar a la Corte. ¿Cómo va a proclamar la independencia judicial después de esta y otras fotos?, se preguntan los críticos del cuarto piso de tribunales.
Son, por cierto, voces temerosas de que trasciendan sus nombres. Lorenzetti (y sobre todo sus laderos más fieles) suele ser implacable cuando cree que las críticas son injustas. Y siempre cree que las críticas son injustas.