A pesar de los esfuerzos invertidos por el gobierno, las movilizaciones organizadas este sábado para despedir al presidente Mauricio Macri tuvieron una convocatoria dispar. La “marcha de la mitad del país”, planificada para decirle “hasta pronto” al líder del PRO en la Plaza de Mayo no logró repetir la masividad de la “marcha del millón”, que armó Juntos por el Cambio en el Obelisco. Cuarenta días después de esa demostración de fuerza, que cerró la caravana del “Sí, Se Puede”, Macri no logró reunir a las 300 mil personas que juntó en la Avenida 9 de Julio antes de las generales del 27 de octubre. “Y sí, ¿pero a quién le importa?”, contestó a este diario un alto funcionario de la Casa Rosada para reconocer la notoria diferencia respecto a la convocatoria del 19O. Para la fuente consultada, que aguardaba la llegada del presidente saliente desde el balcón del primer piso de la Casa Rosada, el objetivo principal del acto fue cumplido: más allá de la notoria merma de asistentes después de la derrota electoral, Macri termina su mandato completo, sin helicópteros de por medio y se retira del poder rodeado por el núcleo más duro de sus votantes.
“Esto recién empieza”, bramó Macri en el brevísimo discurso de 9 minutos que ofreció para comenzar su tarea opositora al peronismo. “Quiero decirles que estos años fueron más difíciles de lo que imaginé, siempre en minoría, con muchos palos en la rueda, pero logramos muchas cosas”, celebró el presidente saliente. “Terminamos con este ciclo de nunca poder avanzar y hemos avanzado. Por eso le quiero decir al presidente electo que él puede confiar que después de mucho tiempo va a encontrar una oposición constructiva y no destructiva porque todos los argentinos queremos colaborar”, aseguró y vaticinó que su sucesor, Alberto Fernández, “va a encontrar una oposición firme y severa que va a defender la democracia y nuestras libertades. Lo que no son negociable son nuestras libertades”, afirmó flanqueado por su esposa, Juliana Awada y el excandidato a vice, Miguel Pichetto.
Con el acto de despedida, Macri inauguró su futuro rol opositor. Sin embargo, todavía le queda un largo y escarpado camino por delante para representar y contener a ese 41% que lo votó en octubre. El primer crujido que puso en riesgo el futuro liderazgo opositor de Macri resonó esta semana dentro del Congreso, luego de la jura de los 130 diputados electos en octubre. La nueva geografía política que tendrá el Interbloque de Juntos por el Cambio en la Cámara Baja cuenta con 116 escaños repartidos en tres fuerzas: 47 diputados de la UCR, 14 de la Coalición Cívica y 51 del PRO. La escudería amarilla, que preside el exministro bonaerense Cristian Ritondo, estuvo a un paso de registrar dos rupturas durante los primeros días de su nueva composición. El primer desgranamiento lo protagonizaron tres diputados electos en 2017 que tienen mandato hasta 2021: la tucumana Beatriz Ávila, el santacruceño Antonio Carambia y el bonaerense Pablo Ansaloni, dirigente del Partido Fe y de la UATRE.
En cuanto el trío de disidentes extrapartidarios oficializó su partida, la Casa Rosada leyó una amenaza al plan maestro de posicionar a Macri como jefe opositor y dueño indiscutido de los votos obtenidos en octubre. Con los portazos consumados, el presidente saliente y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, los trataron de traidores y les reclamaron que devuelvan sus bancas. Los destinatarios de la virulencia presidencial, y de la futura presidenta del PRO, no fueron esos tres legisladores que nunca formaron parte del partido amarillo sino la decena de legisladores que estuvieron a un paso de seguir el mismo camino.
Después de las advertencias públicas de Macri y Bullrich el efecto contagio se extendió con otros tres diputados que desoyeron el mensaje y armaron sus bloques por fuera: la salteña Liliana Cornejo, que tendrá un monobloque, el riojano Felipe Álvarez y el sanjuanino Marcelo Orrego que constituyeron el bloque “Producción y Trabajo”. Los tres son parte de las relaciones políticas construidas por el ministro del Interior saliente, Rogelio Frigerio y el ex titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, que durante los últimos cuatro años tejieron vínculos y alianzas con partidos provinciales para contar con los votos necesarios para sancionar los proyectos que les reclamaba Macri. Se trata de un grupo de dirigentes de derecha y centro derecha que nunca integraron el PRO y que, si bien hicieron campaña por Macri, prefieren construir su propia identidad dentro del interbloque de Juntos por el Cambio.
Hasta el jueves Macri se negó terminantemente a autorizar la constitución de un nuevo bloque de diputados dentro de Juntos por el Cambio, pero el temor al efecto contagio pudo más. “Quisimos pintar de amarillo a una decena de diputados que no son del PRO y que están con nosotros gracias a las alianzas provinciales. El presidente reaccionó de una forma absurda e inexplicable para un partido que se está yendo del poder, pero al menos por ahora pudo controlar sus impulsos y entender que el dedazo ya no funciona”, confió a este diario uno de los diputados macristas que estaba dispuesto a sumarse al portazo colectivo y engrosar la “cabeza de playa” que armaron Orrego, Cornejo y Álvarez.
El tucumano Domingo Amaya, que fue funcionario de Frigerio en la Nación, podría sumarse a la nueva escudería de aliados. Podría ser secundado por el fueguino Federico Frigerio, que es primo del ministro saliente, pero la lista podría dejar afuera a otros diputados, como el recién jurado ex secretario de Interior, Sebastián García De Luca, junto a Silvia Lospenatto y Juan Aicega, tres figuras muy cercanas a Monzó que podrán sumarse a la “cabeza de playa”, siempre y cuando no sigan insistiendo con una identidad peronista que Macri jamás les reconoció durante sus cuatro años de mandato. «