El diálogo con la multitud y un juego de contrastes entre los “valores” de su gestión y el “pasado”. El presidente Mauricio Macri eligió ese doble recurso para cerrar la apuesta más fuerte de una campaña electoral en tiempo de descuento: la “marcha del millón” reunió a miles de militantes y simpatizantes en el Obelisco y resultó un punto de inflexión en el plan electoral de emergencia del oficialismo para retener a su núcleo duro de votantes y sostener el objetivo de forzar un balotaje con el opositor Frente de Todos.
A sólo ocho días de las elecciones presidenciales del domingo próximo, Macri hizo una clara demostración de fuerza apoyado en una estética hasta hace poco tiempo absolutamente ajena a la liturgia del oficialismo: un acto con formato tradicional y el recurso de establecer el juego de preguntas y respuestas para hilvanar un mensaje que combinó la defensa de la gestión con las críticas a la etapa kirchnerista.
«No nos vamos a quedar callados viendo cómo nos roban el futuro. Hay cientos de miles de argentinos que marchan en el país y en el mundo», arrancó el mandatario ante una colmada Plaza de la República. «No aceptamos que los que destruyeron el país ahora nos digan con el dedo en alto que ellos son los que saben. Ya lo vivimos muchas veces, con el dedito, con atril, con canchereada, con soberbia, con esa forma de concebir el poder que todos rechazamos”, puntualizó.
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Además, le pidió a la ciudadanía que no compre “espejismos, las mismas promesas vacías de los que tanto defraudaron”.
Y agregó: «No más a seguir desaprovechando oportunidades. No más a la resignación. Sí, se puede».
Junto a su esposa, Juliana Awada, y su compañero de fórmula, el senador Miguel Angel Pichetto, el Presidente mostró el acompañamiento de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal; y del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quienes también compiten por su reelección en las elecciones del domingo próximo. Sin embargo, Macri no mencionó a ninguno de los dos.
En línea con los recursos de ataque al candidato del frente opositor, Alberto Fernández, que utilizó en el debate presidencial del domingo pasado, Macri buscó asimilar a su rival con el kirchnerismo. Y agregó: “Basta, hasta acá llegaron. Así es como se van formando las revoluciones”. De inmediato, propuso: “Quiero hacerles preguntas y que me contesten muy fuerte”.
“¿Creemos que la honestidad es importante? ¿Creemos que ligados al mundo tenemos un futuro mejor? ¿Creemos que hay que decirle basta a la impunidad? ¿Creemos que la plata de las obras tienen que ir a las obras y no al bolsillo de los funcionarios? ¿Creemos que tenemos que ser libres para pensar y poder decirlo?”, propuso.
Macri apeló a la trillada idea de la “herencia recibida” con que buscó justificar en el primer tramo de su gestión las fallas de las políticas públicas de su mandato. “Los problemas que tenemos que resolver eran mucho más profundos de lo que imaginábamos. Y lleva tiempo y ustedes lo saben”, insistió.
Sin embargo, matizó cada párrafo de crítica con un llamado a la esperanza, especialmente a revertir el resultado de las PASO en las que cayó ante el opositor frente kirchnerista-peronista por casi 17 puntos. “No nos equivocamos cuando creímos que el cambio es posible. Demostramos que podemos unirnos al mundo y competir de igual a igual con cualquiera”.
“Demostramos que podíamos hacer obras en todos los rincones de la Argentina sin corrupción. Demostramos que podemos tener políticas sociales sin clientelismo. Demostramos que se puede gobernar”, arengó. La multitud respondió con un reiterado “qué vaya presa”.